Cuando Elliot, un estudiante universitario, empieza a experimentar extraños sucesos en su hogar, nunca imagina que está a punto de adentrarse en un misterio que trasciende la vida y la muerte. La aparición inesperada de Blake, un fantasma atrapado entre dos mundos, desencadena una serie de eventos que revelan secretos ocultos y verdades perturbadoras.
Mientras Elliot intenta ayudar a Blake a encontrar su camino al más allá, ambos descubren que la conexión entre ellos es más profunda de lo que imaginaban. En su búsqueda, se enfrentan a enigmas sin resolver, fuerzas oscuras y un pasado que no está dispuesto a permanecer en silencio.
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La oscuridad en el Reflejo
La luz del amanecer filtraba sus primeros rayos a través de las cortinas de la habitación de Elliot. A su lado, Damián dormía profundamente, agotado por los eventos de la noche anterior. El aire aún estaba impregnado de esa sensación densa y oscura que habían traído consigo desde el bosque, como si las sombras los hubieran seguido de alguna forma. Elliot, sin poder conciliar el sueño, se sentó en el borde de la cama, observando a su amigo y tratando de entender lo que había ocurrido.
No podía evitar sentirse culpable. Sabía que algo en el bosque había afectado a Damián de manera más profunda que a él o a Blake, pero no podía comprender por qué. Era como si las sombras tuvieran una conexión especial con su amigo, algo antiguo y oscuro que había despertado dentro de él.
Blake apareció flotando a su lado, su expresión pensativa.
—Aún sientes esa energía, ¿verdad? —preguntó el fantasma en voz baja.
Elliot asintió, sin apartar la mirada de Damián.
—No sé qué es, pero está en él —susurró—. Como si algo lo estuviera controlando.
Blake frunció el ceño, flotando más cerca.
—Esa conexión que él siente con el bosque… no es natural. Debemos averiguar qué es antes de que lo consuma por completo.
Elliot asintió, pero una oleada de incertidumbre lo invadió. No sabía a dónde acudir para encontrar respuestas. Sabía que este no era un simple caso de pesadillas o ansiedad. Había algo mucho más grande en juego, algo que Damián no estaba dispuesto a compartir.
—Blake… —dijo Elliot en voz baja—, ¿crees que Damián pueda… perderse en esto? ¿Que pueda cambiar de forma irreversible?
Blake lo miró con una mezcla de preocupación y sinceridad.
—Es posible. He visto cosas así antes… en mi tiempo. Pero mientras sigamos a su lado, mientras no lo dejemos solo, creo que tenemos una oportunidad.
El silencio cayó sobre ellos mientras ambos miraban a Damián, sus respiraciones sincronizadas por la tensión compartida.
Finalmente, Elliot se puso de pie y se estiró, decidido a hacer algo al respecto.
—No puedo quedarme aquí sin hacer nada. Necesito respuestas. Quizás Chloe pueda ayudarme.
Blake asintió.
—Esa detective parece astuta. Tal vez ella pueda ver algo que nosotros no.
Elliot asintió, sabiendo que, aunque Chloe desconocía el mundo sobrenatural en el que estaban envueltos, ella tenía una intuición aguda y una habilidad para encontrar patrones donde otros solo veían caos. Si alguien podía ofrecer una pista, era ella.
Con una última mirada a Damián, Elliot salió en silencio de la habitación, dejando a Blake como guardián silencioso.
Horas después, en el café donde solían reunirse, Chloe observaba a Elliot con una mezcla de interés y preocupación. El joven había llegado visiblemente agitado, y aunque sus palabras eran medidas, su ansiedad era palpable.
—Necesito tu ayuda con algo —le dijo Elliot finalmente, después de varios minutos de conversación superficial.
Chloe dejó su taza de café sobre la mesa y lo miró con atención.
—Dime, Elliot. ¿De qué se trata?
Elliot vaciló, sintiendo el peso de la verdad en su pecho. No podía contarle todo, no aún. Pero necesitaba guiarla lo suficiente para que ella misma encontrara las respuestas.
—Es sobre Damián. Algo le está afectando. Hay… una oscuridad que lo está consumiendo. No sé cómo explicarlo, pero creo que está relacionado con el bosque cerca de nuestra casa.
Chloe lo observó en silencio, asimilando la información.
—¿El bosque? —preguntó, arqueando una ceja.
Elliot asintió, sin atreverse a detallar más. Sabía que Chloe no creía en lo sobrenatural, y si mencionaba fantasmas o sombras antiguas, probablemente ella pensaría que él estaba perdiendo la cabeza.
—Sí. Es difícil de explicar, pero creo que hay algo en ese lugar que está afectando su mente. Me preocupa lo que pueda hacerle si no lo detenemos.
Chloe cruzó los brazos, pensativa.
—He escuchado historias sobre ese bosque desde hace tiempo. Cuentan que está maldito, que hay cosas que suceden ahí que no pueden explicarse. La mayoría lo descarta como superstición, pero siempre hay algo de verdad en las leyendas.
Elliot sintió una chispa de esperanza.
—¿Crees que podrías investigar algo sobre eso? Cualquier cosa que encuentres podría ayudarnos.
Chloe lo miró directamente a los ojos.
—Elliot, no me estás contando todo. Hay más en esto, ¿verdad?
Elliot tragó saliva, sintiendo la presión de su mirada. No estaba preparado para revelarle todo, pero necesitaba su ayuda.
—Es complicado —admitió—. Pero sí, hay más. Solo… necesito que confíes en mí.
Chloe suspiró, su rostro relajándose un poco.
—Está bien. Investigaré lo que pueda. Pero prométeme que no harás nada imprudente hasta que sepa más.
Elliot asintió, sabiendo que esa era una promesa que no estaba seguro de poder cumplir. El tiempo corría, y sentía que Damián se hundía cada vez más en esa oscuridad invisible.
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De vuelta en casa, Elliot encontró a Damián sentado en el porche, mirando al vacío. Su expresión era más tranquila, pero había algo en sus ojos que aún no encajaba. Era como si una parte de él estuviera distante, atrapada en otro lugar.
—¿Estás bien? —preguntó Elliot con suavidad, sentándose a su lado.
Damián asintió lentamente, pero no apartó la mirada del horizonte.
—He estado pensando en lo que pasó anoche —dijo en voz baja—. Algo dentro de mí me dice que el bosque me llama. Pero no es solo el bosque. Hay… algo más. Algo que siempre ha estado ahí, esperando.
Elliot lo miró con el ceño fruncido, sintiendo una punzada de preocupación.
—¿Qué quieres decir?
Damián finalmente giró la cabeza para mirarlo, su expresión llena de una extraña mezcla de miedo y resignación.
—Siento que mi pasado está atado a ese lugar, de una manera que no puedo explicar. Y si no lo enfrento… si no descubro lo que realmente soy, creo que podría perderme para siempre.
Elliot sintió un nudo en el estómago al escuchar esas palabras. Sabía que su amigo estaba lidiando con algo mucho más profundo de lo que él podía comprender. Pero también sabía que no podía dejarlo enfrentarlo solo.
—No importa lo que sea, Damián —dijo con firmeza—. No dejaré que te enfrentes a esto solo.
Damián esbozó una débil sonrisa, aunque sus ojos seguían llenos de incertidumbre.
—Gracias, Elliot. Pero no sé si tú o cualquiera pueda salvarme de esto.
Elliot lo miró, decidido.
—No voy a rendirme contigo. No importa lo que cueste.
Damián lo observó en silencio por un momento más, antes de asentir levemente.
—Supongo que ya lo sabías —murmuró—. Siempre has sido un cabezota.
Elliot sonrió, aliviado de ver un atisbo del verdadero Damián, aunque fuera por un instante.
Pero sabía que las sombras seguían acechando, y que el peligro aún no había pasado.
El cielo comenzaba a teñirse de tonos naranjas y violetas mientras el atardecer caía sobre la ciudad. Elliot y Damián seguían sentados en el porche, el silencio entre ellos cómodo, aunque cargado de pensamientos no expresados. El sonido de las hojas moviéndose suavemente por el viento llenaba el espacio entre ambos, como si el propio bosque estuviera escuchando su conversación.
—¿Recuerdas cuando éramos más pequeños? —preguntó de repente Damián, con una sonrisa nostálgica—. Siempre solíamos escabullirnos al bosque, incluso cuando nuestras madres nos decían que no debíamos ir solos.
Elliot rió, recordando aquellos días.
—Sí, siempre nos regañaban. Pero eso nunca nos detuvo. Había algo en ese lugar que nos atraía, algo que no podíamos explicar, ¿verdad?
Damián asintió lentamente, con la mirada perdida en el horizonte.
—Sí, pero ahora siento que es diferente. Como si en ese entonces solo estuviéramos jugando con las sombras, sin saber realmente lo que había detrás.
Elliot lo observó, sintiendo una punzada de preocupación. Sabía que Damián había cambiado, y no solo por lo que había ocurrido en el bosque recientemente. Había una oscuridad en él que parecía haber estado allí desde hacía mucho tiempo, esperando el momento adecuado para salir a la superficie.
—No tienes que enfrentarlo solo, ¿sabes? —dijo Elliot, con voz firme—. No importa lo que sea, estoy aquí para ti. Siempre lo he estado.
Damián lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de gratitud y tristeza.
—Lo sé, Elliot. Eres lo único que me ha mantenido cuerdo todo este tiempo. Pero hay cosas que ni siquiera tú puedes entender. Cosas que ni yo mismo comprendo aún.
Elliot estaba a punto de responder cuando una sensación extraña recorrió su cuerpo. Era como si algo frío y oscuro hubiera pasado a través de él, un escalofrío que hizo que su piel se erizara. Blake apareció a su lado, sus ojos entrecerrados mientras miraba hacia el bosque.
—¿Lo sentiste? —preguntó Blake, flotando más cerca de ellos.
Elliot asintió, sintiendo cómo su corazón comenzaba a latir con más fuerza.
—Sí, lo sentí. ¿Qué fue eso?
Blake frunció el ceño, su rostro serio.
—No estoy seguro, pero definitivamente no fue algo bueno. Hay algo en ese bosque, algo que está despertando.
Damián se tensó al escuchar las palabras de Blake, su rostro palideciendo ligeramente.
—Siento como si me estuviera llamando de nuevo —susurró—. Como si no pudiera resistirme por más tiempo.
Elliot lo miró con preocupación, acercándose más a su amigo.
—No vas a volver allí solo, Damián. Si vamos, lo haremos juntos.
Blake asintió, aunque su expresión era de advertencia.
—Pero debemos tener cuidado. Lo que sea que esté en ese lugar, no juega limpio. Ya ha comenzado a influir en Damián, y puede intentar hacer lo mismo contigo, Elliot.
Elliot apretó los dientes, decidido.
—No me importa. No voy a dejar que Damián enfrente esto solo.
Damián lo observó en silencio, sus ojos brillando con una mezcla de emociones. Sabía que Elliot siempre había sido protector con él, pero esta vez sentía que el peligro era mucho mayor de lo que cualquiera de ellos podía imaginar.
—Gracias —murmuró finalmente—. Pero debes prometerme una cosa.
Elliot lo miró, expectante.
—Si alguna vez pierdo el control… si alguna vez sientes que ya no soy yo… prométeme que harás lo que sea necesario para detenerme.
El corazón de Elliot se hundió ante esas palabras, pero asintió lentamente, sabiendo que no podía prometerle otra cosa.
—Lo prometo —dijo con voz baja, aunque por dentro deseaba nunca tener que cumplir esa promesa.
Más tarde esa noche, cuando todos estaban supuestamente durmiendo, Elliot se encontró mirando el techo de su habitación, incapaz de conciliar el sueño. Las palabras de Damián resonaban en su mente, y el escalofrío que había sentido antes no lo dejaba en paz. Sabía que había algo más en juego, algo mucho más oscuro de lo que todos podían comprender.
Decidido a obtener respuestas, se levantó en silencio de la cama y se dirigió al lugar donde sabía que encontraría a Blake. El fantasma estaba en la sala de estar, flotando cerca de la ventana mientras observaba el bosque.
—Blake, tenemos que hablar —dijo Elliot en voz baja, acercándose.
Blake lo miró, su rostro serio.
—Sé lo que vas a decir. Y tienes razón, esto es más grande de lo que pensábamos.
Elliot se cruzó de brazos, tratando de mantener la calma.
—¿Qué es lo que está pasando realmente? Siento que todos saben algo que yo no. Damián, tú… incluso el propio bosque parece saber más que yo.
Blake suspiró, flotando más cerca de él.
—He estado investigando en los recuerdos que tengo, tratando de encontrar algo que pueda explicarlo. Y creo que esto tiene que ver con algo antiguo, algo que se ha estado gestando durante mucho tiempo.
Elliot frunció el ceño.
—¿A qué te refieres con algo antiguo?
—Una maldición —dijo Blake, su voz llena de gravedad—. Algo que fue lanzado sobre Damián mucho antes de que él naciera. Quizás incluso antes de que nacieras tú.
El corazón de Elliot dio un vuelco.
—¿Una maldición? ¿Qué tipo de maldición?
Blake lo miró con seriedad.
—Una que tiene que ver con la conexión que Damián tiene con el bosque. Ese lugar no es solo un conjunto de árboles y sombras. Es un lugar de poder, y creo que Damián está directamente vinculado a él.
Elliot sintió que su mente se llenaba de preguntas, pero antes de que pudiera decir algo más, escucharon un sonido. Un leve crujido proveniente del pasillo.
Ambos se giraron rápidamente, solo para ver a Damián parado en la entrada, su rostro iluminado por la luz tenue de la luna. Su expresión era neutral, pero sus ojos brillaban con una intensidad que Elliot nunca había visto antes.
—Tenemos que irnos —dijo Damián en voz baja, con un tono que no admitía discusión—. El bosque nos llama.
Y sin decir nada más, se dio la vuelta y salió por la puerta principal, desapareciendo en la oscuridad.
Elliot sintió un nudo en el estómago, pero no había tiempo para dudas. Corrió detrás de él, sabiendo que lo que sucediera esa noche cambiaría sus vidas para siempre.
Las ramas crujían bajo sus pies mientras se adentraban más en el bosque, guiados por la figura casi espectral de Damián, que se movía como si conociera el camino de memoria. Blake flotaba a su lado, con los ojos alertas y un aire de inquietud creciente.
El bosque parecía más denso de lo habitual. Las sombras se alargaban de forma antinatural, y el viento susurraba palabras que Elliot no podía entender. Su respiración era pesada, pero no era solo el cansancio físico lo que lo afectaba. Era como si el propio aire estuviera cargado de una energía oscura, envolviéndolo, metiéndose en su mente.
—Damián, espera —gritó, pero su amigo no se detuvo. Parecía estar en trance, como si no pudiera escuchar nada más que el llamado del bosque.
Elliot sintió una mano en su hombro. Era Blake, que lo miraba con preocupación.
—No podemos dejar que él llegue solo —susurró el fantasma—. Lo que sea que esté llamándolo, no tiene buenas intenciones.
A pesar del miedo que sentía, Elliot asintió. No importaba lo que viniera, no iba a dejar que Damián enfrentara esto solo.
Corrieron durante varios minutos más hasta que, de repente, el bosque se abrió en un claro que Elliot no recordaba haber visto antes. En el centro, una roca enorme y antigua, cubierta de inscripciones que brillaban con una luz tenue y siniestra. Alrededor de la roca, figuras oscuras se movían en las sombras, como si observaran, esperando algo.
Damián estaba de pie frente a la roca, con los ojos fijos en las inscripciones. Su cuerpo parecía rígido, y Elliot notó que estaba murmurando algo, pero no podía escuchar las palabras.
—Damián, ¿qué estás haciendo? —preguntó Elliot, su voz temblorosa. Dio un paso hacia su amigo, pero Blake lo detuvo.
—No te acerques —advirtió el fantasma—. Algo está tratando de apoderarse de él.
Elliot miró a Blake con desesperación.
—¿Qué podemos hacer?
Blake frunció el ceño, sus ojos fantasmales parpadeando con intensidad.
—Hay una fuerza oscura aquí. Algo antiguo. Damián está vinculado a esto, pero no por elección. Lo han estado llamando desde que era un niño, y ahora están tratando de reclamarlo.
Elliot miró a su amigo, que seguía de pie como una estatua, perdido en las palabras que susurraba a la roca. No podía soportar verlo así.
—No voy a dejar que lo tomen —dijo, con una determinación renovada—. No lo perderé.
Blake lo miró por un momento, su rostro sombrío.
—Si decides intervenir, debes saber que también te arriesgas a ser absorbido por la oscuridad.
Elliot no dudó. Damián era como su hermano, su mejor amigo, y no iba a abandonarlo.
—Lo haré —dijo, y antes de que Blake pudiera detenerlo, Elliot avanzó hacia Damián.
Cuando llegó a su lado, sintió una ola de frío que lo atravesó. La oscuridad alrededor de la roca parecía viva, palpando en busca de algo, de alguien. Elliot extendió su mano y tocó el hombro de Damián, esperando que su contacto rompiera el trance.
—Damián, soy yo. Elliot. Vuelve conmigo.
Por un momento, parecía que Damián no lo escuchaba, pero luego, poco a poco, su cabeza se giró hacia él. Sus ojos, que normalmente brillaban con emoción o curiosidad, estaban apagados, vacíos.
—Elliot… —susurró, su voz tan baja que casi no pudo escucharla—. No puedo… detenerlo.
Elliot lo sostuvo con más fuerza.
—Sí puedes. Estoy aquí contigo. No tienes que hacerlo solo.
Las sombras alrededor de la roca comenzaron a moverse más rápido, y Elliot sintió cómo la oscuridad intentaba envolverlos a ambos, tirando de ellos hacia la roca. Pero no iba a ceder.
—Recuerda quién eres, Damián. Recuerda todo lo que hemos pasado juntos. No dejes que esto te controle.
El rostro de Damián se torció en una mezcla de dolor y confusión. Las inscripciones en la roca brillaban con más intensidad, como si respondieran a su lucha interna.
—No quiero lastimarte… —dijo Damián, sus manos temblando—. Pero siento que voy a hacerlo. Siento que ya no soy yo mismo.
Elliot sintió una punzada de miedo, pero no lo dejó ver.
—No lo harás —dijo con firmeza—. Eres mi amigo, Damián. No importa lo que esta oscuridad te haga creer, sé quién eres realmente. Y no voy a dejar que te pierdas.
Damián cerró los ojos con fuerza, y por un momento, todo a su alrededor pareció detenerse. El aire se volvió pesado, y las sombras se quedaron quietas. Elliot no se apartó, esperando que su amigo luchara contra la oscuridad.
Entonces, con un grito desgarrador, Damián se desplomó, cayendo de rodillas frente a la roca. Elliot lo agarró antes de que cayera al suelo, sosteniéndolo mientras su cuerpo temblaba.
—Lo… lo hice… —susurró Damián, con la voz apenas audible—. No me dejé vencer.
Elliot sintió cómo las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos, pero las contuvo. No había tiempo para llorar. Todo lo que importaba en ese momento era que Damián seguía con él.
Blake flotó a su lado, con el rostro lleno de alivio.
—Lo lograron… pero esto no ha terminado. Esa cosa aún los quiere.
Elliot asintió, sin soltar a Damián.
—Lo sé. Pero mientras estemos juntos, no podrá tomarnos.
Las sombras alrededor de la roca se desvanecieron lentamente, como si la fuerza que las movía hubiera perdido su poder. El claro quedó en silencio, solo interrumpido por el sonido de la respiración entrecortada de Damián y los latidos acelerados del corazón de Elliot.
Sabían que la batalla no había terminado, pero en ese momento, mientras el sol se alzaba en el horizonte, habían ganado una pequeña victoria. Una victoria que reforzaba el lazo entre ellos y les daba la esperanza de que, tal vez, podrían enfrentar lo que vendría.