Alonzo es confundido con un agente de la Interpol por Alessandro Bernocchi, uno de los líderes de la mafia más temidos de Italia. Después de ser secuestrado y recibir una noticia que lo hace desmayarse, su vida cambia radicalmente.
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Saga: Amor, poder y venganza.
Libro I
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Capítulo 21. "Trato beneficioso".
—Señor, el departamento está listo —informó Kai al ingresar al despacho. Alessandro, quien revisaba con atención un conjunto de documentos apilados en su escritorio, asintió en silencio sin apartar la mirada de los papeles.
—¿Y qué hay sobre la rata de la Interpol? —preguntó Alessandro sin levantar la vista, el tono de su voz helado.
Kai vaciló un instante, meditando la respuesta. Sabía que cualquier información debía ser precisa y concisa con Alessandro, quien era conocido por su impaciencia y exigencia.
—Las cosas se han mantenido tranquilas por ahora. Supongo que la desaparición de Alonzo ha calmado los ánimos en la Interpol.
Alessandro dejó las hojas sobre el escritorio y, finalmente, levantó la mirada. Sus ojos se entrecerraron, fijándose en Kai con una mezcla de concentración y determinación, como si estuviera evaluando cada palabra que había escuchado.
—Tengo un plan para atraerlo —declaró Alessandro, su voz baja y calculadora—. Trae a Alonzo aquí.
Kai asintió sin cuestionar, aunque en su interior surgió una preocupación sutil. Conocía el temperamento volátil de su jefe y presentía que ese plan no auguraba nada bueno para Alonzo. Sin embargo, como hombre de confianza de Alessandro, su lealtad y discreción eran inquebrantables. Abandonó el despacho con la sensación de que algo sombrío estaba por suceder.
Kai avanzó por el pasillo, llegando finalmente a la habitación en la que tenían a Alonzo. Eran poco más de las ocho de la mañana. Dio tres golpes secos en la puerta antes de entrar, encontrando a Alonzo sentado tranquilamente frente al televisor, con un desayuno sencillo dispuesto sobre la mesa. Alonzo parecía ajeno a cualquier preocupación, como si aquel encierro forzado no fuera más que un inconveniente menor.
—No quiero interrumpirlo, pero el señor Bernocchi desea hablar con usted —anunció Kai, esforzándose por sonar respetuoso.
Alonzo ni siquiera parpadeó; simplemente continuó ingiriendo su desayuno a un ritmo lento y meticuloso, casi desafiando la prisa que Kai sentía apremiante. Kai lo observaba sin saber cómo proceder, sus nervios empezaban a traicionarlo. Sabía que Alessandro no aceptaba demoras y que cada segundo de espera podría traerle consecuencias severas. Sin embargo, arrastrar a Alonzo sin más no parecía una opción viable.
Pasaron los minutos y Kai comenzaba a sentir un sudor frío. Mientras veía a Alonzo comer, comprendió la encrucijada en la que se encontraba: tenía frente a él al portador del hijo de Alessandro, y ese hecho, aunque no alteraba la crueldad de su jefe, le confería una importancia innegable.
—Vamos —dijo Alonzo finalmente, levantándose con calma, después de haberse tomado el tiempo de saborear cada bocado.
Kai suspiró discretamente, aliviado. Aunque aún estaba inquieto, sabía que llevar a Alonzo ante Alessandro con aquella demora probablemente le traería consecuencias. No obstante, se limitó a gesticular con una reverencia sutil, conduciendo a Alonzo hacia el despacho.
Kai golpeó un par de veces la puerta del despacho y esperó pacientemente hasta escuchar la voz de Alessandro permitiéndole el paso. Acto seguido, hizo un gesto a Alonzo para que ingresara primero, manteniéndose a un lado.
—¿Por qué tardaste tanto? —preguntó Alessandro, levantando la vista de los documentos, con una ligera molestia en el tono.
Kai, sintiendo la presión en sus hombros, respondió casi al borde del nerviosismo—. Estaba desayunando, señor, y no quise interrumpirlo. —La tensión era palpable mientras trataba de mantener su compostura. Alessandro asintió lentamente, sin una expresión clara que dejara ver si aceptaba la justificación o no.
—Vete —ordenó Alessandro con firmeza. Kai miró fugazmente a Alonzo y luego a su jefe, intentando descifrar la situación. Sin embargo, optó por salir de inmediato, cerrando la puerta con cuidado detrás de él.
Alonzo, que había seguido la interacción con cierta indiferencia, se aproximó y tomó asiento frente al escritorio de Alessandro. Se acomodó en la silla, manteniendo la espalda recta y una mirada desafiante, claramente determinado a no mostrar debilidad ante el hombre que lo tenía en esa prisión.
—¿Qué necesita ahora? —preguntó, directo, sin rodeos.
Alessandro se recostó en el respaldo de su silla y entrelazó sus dedos frente a su rostro, mirándolo con una intensidad que parecía traspasar cualquier fachada. Había en él una mezcla de frialdad y cálculo que siempre ponía a los demás en tensión.
—Te tengo un trato —comenzó Alessandro con voz pausada, calculadora—. Uno que, si juegas bien tus cartas, nos beneficiará a ambos.
Alonzo frunció el ceño, observando a Alessandro con incredulidad. La sola idea de un "trato beneficioso" viniendo de alguien como él parecía casi una broma. Sabía que, a sus ojos, solo era una pieza más en el tablero, alguien para usar según sus conveniencias. ¿Qué clase de trato podría beneficiarle realmente?
—Sé que no eres de la Interpol, de la DEA o de alguna agencia gubernamental —prosiguió Alessandro—. Sin embargo, también sé que serviste de señuelo, aunque tal vez sin darte cuenta, para una rata que se esconde muy bien.
Alonzo soltó una carcajada breve y amarga, cruzándose de brazos—. ¿Así que ahora quieres que sea el señuelo de un criminal? —La ironía en su voz era evidente. «Tengo a su hijo creciendo dentro de mí y me pone en medio de una guerra, ¡genial!», pensó con sarcasmo.
Alessandro esbozó una sonrisa cínica, esa clase de sonrisa que dejaba claro que él siempre estaba un paso adelante—. Yo lo llamaría "mediador", pero llámalo como prefieras.
La mirada de Alonzo se endureció. Ese hombre realmente no tenía límites. Su vida entera estaba en juego y, como si eso no fuera suficiente, Alessandro pretendía que aceptara ponerla en riesgo sin ningún tipo de remordimiento.
—Estoy esperando un hijo —le respondió con tono gélido, sin apartar la mirada—. ¿De verdad cree que voy a arriesgarme solo para cumplir uno de sus planes?
Alessandro no apartó la vista y, en cambio, su expresión se volvió aún más impasible—. Si no es mi hijo, ¿por qué debería importarme? Y esto también es a tu favor.
La frase golpeó a Alonzo como una bofetada. Sus dedos se aferraron con fuerza a los descansabrazos de la silla, mientras intentaba controlar el impulso de hacer o decir algo que lo pusiera en una situación aún peor. Aquella respuesta dejaba claro lo poco que significaba para Alessandro cualquier vínculo emocional o moral.
—¿Ah, sí? —respondió, en un tono que destilaba sarcasmo y frialdad—. ¿Y cómo se supone que me beneficia a mí? Estaré poniendo mi vida en riesgo, y para usted eso parece una simple formalidad.
Alessandro, viendo la reacción de Alonzo, se inclinó ligeramente hacia él, mostrando una leve sonrisa que parecía carente de toda calidez.
—No soy tan desalmado como para dejarte a tu suerte, Alonzo. Te protegeré y me encargaré de todos los gastos del embarazo. Además, te daré cierta libertad... aunque, claro, será una libertad relativa —explicó en tono firme, pero calculado—. Con esto, podrías recuperar algo de lo que tenías antes de que nuestras vidas se cruzaran. ¿Qué dices? ¿Aceptas?
Alonzo permaneció en silencio, contemplando las palabras de Alessandro. Sabía que detrás de ese "trato" había una trampa y que, aceptarlo, era adentrarse en un camino del que difícilmente podría salir indemne.
cada episodio quedando en espera del siguiente,siempre en suspenso,,,