La historia de Zander y Yoriko continúa en esta segunda parte llena de misterios, acción y mucho romance
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Capítulo XI
Yoriko despertó en un silencio escalofriante, un vacío que la envolvía como una manta fría. Sus ojos se abrieron lentamente, sus pupilas dilatadas por la somnolencia, y se encontraron con un techo blanco y desconocido. La confusión la invadió como una ola inmensa, la sensación de desorientación la atormentó. Le dolía mucho la cabeza, un dolor opresor que le impedía pensar con claridad. Sus oídos zumbaban sin cesar, un ruido irritante que le recordaba a una tormenta lejana. Definitivamente, dónde se encontraba no era su habitación. La reconoció de inmediato, estaba en un hospital, un lugar de enfermedad y de dolor. ¿Cómo había llegado allí? No lo podía recordar. Lo último que tenía en su memoria era ella limpiando la casa, el resto estaba todo borroso, un cúmulo de imágenes confusas que no podía articular. Un hombre de rostro amable y de ojos azules la observaba con atención. La sensación de que algo terrible había sucedido la invadió. ¿Dónde había estado? Las preguntas se agolpaban en su mente, como un torbellino de pensamientos que la hacía sentir perdida e indefensa.
"Al fin despierta señorita." La voz del doctor, amable pero firme, la atravesó la niebla de la confusión. Yoriko abrió los ojos completamente, sus pupilas se dilataron al enfocar al hombre que la observaba con atención.
- ¿Qué pasó? - Yoriko preguntó con un tono de voz débil, su cuerpo se sentía pesado, como si estuviera lleno de plomo.
- Según el informe toxicológico, se encontraron residuos de un cóctel tóxico generado por productos de limpieza en su organismo, por esa razón perdió el conocimiento. - El doctor respondió con un tono de voz serio, sus palabras fueron como un rayo que atravesó la oscuridad de su memoria.
- ¿Cómo es eso posible? - Yoriko preguntó con un tono de voz incrédula, la sensación de que algo terrible había sucedido la invadió.
- ¿No lo recuerda? Además tiene un par de hematomas en el rostro y en la cabeza, señal de que pudo haber sido golpeada. ¿Tampoco recuerda eso? - El doctor señaló con su dedo las marcas rojizas que adornaban su rostro.
- No lo sé, doctor, no puedo recordar nada. Mi mente está en blanco después de que estaba limpiando. - Yoriko respondió con un tono de voz triste, la sensación de estar atrapada en un laberinto sin salida la invadió.
La mirada del doctor se tornó más intensa, sus ojos azules brillaban con una luz de preocupación.
- Lo mejor es que descanse, la informaremos de todo cuando la situación esté más clara. - El doctor dijo con un tono de voz tranquilizador, sus palabras le dieron un rayo de esperanza.
Yoriko asintió con la cabeza, la sensación de cansancio la invadió, su cuerpo se sentía pesado, como si estuviera lleno de plomo. Cerró los ojos y se dejó llevar por la somnolencia, esperando que al despertar la memoria regresara y pudiera descifrar el misterio que se escondía detrás de su desmayo.
"Puedes decirme si alguien te hizo algo, llamaremos a la policía y terminará." El doctor habló con un tono de voz firme, sus palabras eran una promesa de protección, un bálsamo para su alma aturdida.
- No recuerdo nada, doctor. - Yoriko respondió con un tono de voz débil, sus palabras se escapaban de sus labios como un susurro. La sensación de desorientación la invadió, la memoria se escondía de ella, como un fantasma que se escapaba de sus recuerdos.
- Si recuerdas algo avisame. - El doctor asintió con la cabeza, su mirada era de compasión, un gesto que le daba una sensación de seguridad.
- No hace falta que haga tantas preguntas, doctor, yo le diré lo que pasó. - Una voz grave y familiar interrumpió el diálogo. Yoriko miró sorprendida hacia la puerta y vió a Haruki parado ahí, su rostro deformado por una expresión que no podía descifrar.
Automáticamente, la invadió el terror, como un rayo que atravesó su cuerpo. Y entonces, lo recordó. Como si verlo parado allí desbloqueara ese escenario tan feo que había vivido. Los golpes, la furia en sus ojos, las palabras de odio que la habían hundido en la oscuridad.
El miedo la paralizó, su cuerpo se contrajo, sus ojos se llenaron de lágrimas. La sensación de atrapamiento la invadió, como si un fantasma de su pasado la hubiera atrapado en sus garras.
- ¿Usted quién es? - preguntó el doctor, desconfiando del joven. Su tono de voz era firme, sus ojos azules brillaban con una luz de desconfianza.
- Lo siento, no me presenté. Mi nombre es Haruki y soy su prometido. Yo fui el que la trajo aquí. Verás, ella estaba limpiando la casa y, por error mío, mezcló los productos equivocados. Al desmayarse, golpeó su cara contra la mesa. Acaso, ¿no lo recuerdas, amor? - Haruki respondió con un tono de voz dulce, sus palabras eran un bálsamo para el alma, pero sus ojos brillaban con una luz que la aterrorizaba.
Le lanzó una mirada amenazante camuflada de preocupación que rápidamente ella captó. Sabía las consecuencias de no estar de acuerdo con él. Titubeó por un instante, mil cosas pasaron por su cabeza. Contar la verdad, ¿o no?
Sabía de lo que era capaz ese monstruo y no quería poner a nadie en peligro por decir la verdad. Sus palabras se atoraron en su garganta, la sensación de miedo la paralizó.
Haruki la observaba con una mirada que la congeló hasta los huesos. Sabía que él no se conformaría con esa respuesta.
- Creo que sí, fue así, doctor, no lo recuerdo muy bien, pero a veces soy muy descuidada. - Yoriko respondió con un tono de voz tembloroso, sus palabras fueron como un rayo que atravesó el silencio. Su mirada se fijó en Haruki, buscando algún signo de compasión, de apoyo, pero solo encontró una luz fría e implacable en sus ojos.
- Está bien, te haremos unos exámenes más para estar seguros de que estés bien y el fin de semana ya podrás estar en casa. - El doctor dijo con un tono de voz tranquilizador, sus palabras le dieron un rayo de esperanza.
- Gracias, doctor, yo me ocuparé de cuidarla muy bien. - Haruki respondió con un tono de voz dulce, sus palabras fueron como un bálsamo para el alma, pero sus ojos brillaban con una luz que la aterrorizaba.
- Lo siento, señor, pero no puede permanecer en la habitación. Impediría el trabajo a los doctores. - El doctor dijo con un tono de voz firme, sus palabras fueron como un trueno que lo obligó a retirarse.
- Está bien, lo entiendo. Volveré después, amor. Yo sé que harás un esfuerzo para recuperarte. ¡Recuerda! Tu familia está preocupada. - Haruki dijo con un tono de voz dulce, sus palabras fueron como un bálsamo para el alma, pero sus ojos brillaban con una luz que la aterrorizaba.
La piel de Yoriko se erizó por completo. Iba a tener que quedarse callada por ese miedo a que él haga algo contra ellos. Aún más cuando él se le acercó al oído.
- Ten cuidado de no decir cosas inapropiadas, ya que si llegas a abrir la boca puede que tu familia pueda sufrir un accidente o peor. - Haruki susurró con un tono de voz amenazante, su aliento frío la hizo estremecer.
La besó en la mejilla y se retiró a la sala de espera. Yoriko quedó sola, atrapada en un laberinto de miedo e incertidumbre. Sus recuerdos se escapaban de ella, como un fantasma que se escondía en la oscuridad. Sabía que no podía confiar en nadie, ni siquiera en el doctor. Haruki la había amenazado y ella sabía que él era capaz de hacer cualquier cosa para conservar su poder.
El doctor cerró la puerta y se acercó a Yoriko nuevamente. Su mirada era de preocupación, sus ojos azules buscando algún signo de verdad en sus ojos.
- ¿Segura que estás bien? - El doctor preguntó con un tono de voz tranquilizador, sus palabras eran un bálsamo para su alma aturdida.
Yoriko lo pensó por un momento. Esta podría ser su oportunidad de acabar con todo el sufrimiento. Podía contarle la verdad, pedir ayuda, escapar de ese infierno que la había atrapado. Pero el miedo la invadió, un miedo profundo que la paralizó.
- Sí, doctor, solo necesito descansar un poco y recuperar energías. - Yoriko respondió con un tono de voz débil, sus palabras se escapaban de sus labios como un susurro.
Había perdido la chance de salir de ese infierno por miedo a perder a su familia y ahora iba a tener que aguantar nuevamente los maltratos en casa, sumando un nuevo problema, algo que nunca había sucedido... los golpes.
El doctor no confió mucho en las palabras de Yoriko, más en la duda que tuvo al contestar. Pero no podía hacer mucho más, menos una denuncia sin pruebas.
- Está bien, volveré más tarde para hacerte más estudios. - El doctor dijo con un tono de voz firme, sus palabras fueron como un rayo que atravesó el silencio.
- Gracias, doctor, intentaré dormir un poco. - Yoriko respondió con un tono de voz débil, sus palabras se escapaban de sus labios como un susurro.
El doctor se retiró de la habitación, dejándola sola con sus pensamientos. Yoriko se quedó mirando el techo blanco, la sensación de desesperación la invadió, la angustia la ahoga. Se preguntó cuánto tiempo más podría aguantar esa situación, cuánto tiempo más podría vivir con ese miedo constante. La respuesta no llegó, se esfumó en la oscuridad de su mente.