En un mundo donde las diferencias culturales pueden ser un obstáculo, dos personas se encuentran Pero su amor está condenado desde el principio. ¿Podrán superar los desafíos y encontrar un futuro juntos?
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capitulo 7 Dejando Atrás
La noche se sentía interminable, y mi cabeza era un torbellino de emociones. Las palabras de Emir seguían retumbando en mi mente: “Me decepcionas, Helena. Mi intención de luchar por ti se ha esfumado.” Aquella sentencia me quemaba, como si él hubiera cerrado una puerta que yo aún quería entreabierta. Sabía que mis acciones habían sido impulsivas, que nunca debí dejar que Markus interfiriera de esa manera en mi vida. Pero ahora parecía tarde para arreglarlo.
Mientras me miraba en el espejo, vi mis ojos hinchados y un rostro agotado. No me reconocía, y era extraño sentirme así, en un lugar tan lejos de casa y en medio de una misión humanitaria que en otro momento me hubiera llenado de propósito. Pero ahora todo lo que sentía era una mezcla de dolor y arrepentimiento.
Al día siguiente, fui a buscar a Markus Sabía que necesitaba enfrentarme a él y decirle lo que pensaba. Lo encontré en una pequeña sala del hospital, revisando unos papeles como si nada hubiera pasado. Cuando me vio, una sonrisa leve apareció en su rostro.
—Buenos días Helena —dijo, con ese tono despreocupado que ahora me resultaba insoportable.
Respiré profundo, tratando de controlar mi ira.
—No quiero que vuelvas a acercarte a mí
—le dije con voz firme —Lo que hiciste fue mezquino y egoísta. Arruinaste algo importante para mí, y no creo poder perdonarte por eso.
Markus levantó una ceja, su expresión pasó de la sorpresa al enojo.
—¿Y qué esperabas? —respondió con frialdad -Tú decidiste jugar con mis sentimientos también, Helena. Yo solo intenté protegernos. ¿O acaso no ves que él solo es una fantasía para ti?
—No tienes derecho a decidir lo que es mejor para mí —contesté, sintiendo cómo mi voz temblaba —Lo que hiciste fue una traición. Tomaste mi teléfono, me manipulaste, y, peor aún, quisiste separarme de alguien que amo.
Markus soltó una risa irónica, acercándose un paso más.
—Helena, despierta. Ese “alguien” no está aquí. Yo estoy aquí contigo. Tú y yo… podríamos haber tenido algo real.
Sentí un nudo en la garganta. Mirarlo me dolía, porque había confiado en él, incluso había pensado que podríamos ser amigos, o quizás algo más. Pero ahora veía que su “amor” era posesivo y controlador.
—Markus, cualquier oportunidad que tuviéramos se terminó —respondí con firmeza —Te pido que me devuelvas lo que queda de mi teléfono y que no vuelvas a dirigirme la palabra.
Sin decir más, me di la vuelta y salí de la sala, dejando atrás el resentimiento de Markus y, con suerte, cualquier vínculo que nos uniera.
Intenté contactar a Emir en un teléfono de la enfermería, pero no recibía respuesta. Sabía que probablemente él seguía molesto, y no lo culpaba. Pero me dolía pensar que todo se había desmoronado sin haber podido explicarle lo que en verdad sucedió. Varias veces marqué su número, esperando que tal vez, en un momento de compasión, decidiera responder, pero el teléfono sonaba y sonaba… hasta que, finalmente, escuché un mensaje automático indicando que el número estaba fuera de servicio.
Fue en ese momento que supe lo que debía hacer. Mi corazón estaba destrozado y me sentía desilusionada con todo. El amor que había soñado con Emir se desmoronaba, y el vínculo con Markus había demostrado ser una ilusión frágil, vacía. Lo único que deseaba era regresar a un lugar donde me sintiera segura y querida.
Mis padres, mi hogar en Suecia, mi vida antes de esta misión. Recordé las mañanas con mi madre, el sonido de los ladridos de Shary al verme entrar en casa. Shary, con su alegría incondicional, siempre había sido una fuente de amor y consuelo. Extrañaba tanto su compañía, su pequeño cuerpo peludo acurrucado a mi lado, como si entendiera todas mis penas sin necesidad de palabras.
Mientras pensaba en todo esto, una sensación de paz comenzó a reemplazar la angustia. Suecia era donde debía estar ahora. Necesitaba tiempo para sanar, para recuperar mi centro y reflexionar sobre lo que realmente quería para mi vida y mi corazón.
Sin decirle nada a nadie, tomé mis cosas y me dirigí a la oficina de Dr. Patel, el jefe de la misión. Le expliqué brevemente mi decisión de regresar a casa, y aunque mostró sorpresa, entendió que lo necesitaba. Me dio su apoyo, recordándome que la puerta siempre estaría abierta si decidía volver.
Aquella noche, empaqué en silencio, mirando por última vez los recuerdos de que aún permanecían en mi habitación. Me despedí de aquel lugar, llevándome el aprendizaje, los momentos buenos y malos, y el dolor que me había enseñado a ser más fuerte.
Me dirigí al aeropuerto con un solo objetivo en mente: regresar a Suecia, a mi hogar, a mis padres, y a Shary, que me esperaría con esos ladridos que me devolvían la sonrisa. Era un nuevo comienzo, y aunque Emir seguiría ocupando un espacio especial en mi corazón, debía intentar dejarlo ir aunque aún me costara.