En una sociedad machista nuestra protagonista, Johanna Mendieta deberá elegir entre el amor y cumplir las expectativas de la sociedad. Conocerá a un hombre que le demostrará qué para el amor no hay edad.
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Capítulo 10
Desde anoche están mis hijos conmigo, Johanna les habló de sus planes de divorcio y ellos no están de acuerdo.
Sabía que mis hijos serían mis mejores aliados en esto y ayer lo comprobé.
Mariela está totalmente de mi lado y Lusito siempre imita a su hermana, por lo tanto, opina lo mismo.
Confío en que Johanna no pueda estar mucho tiempo alejada de los niños y desista de su tonta idea.
Además no puedo tenerlos demasiado tiempo conmigo, en unos días Ana llegará a la ciudad y quiere que nos veamos.
Obvio no me voy a negar, con suerte pueda seguir casado con Johanna y conservar a Ana como mi amante.
Por lo pronto esta mañana ha sido un completo desastre, alistar a dos niños para la escuela es algo que nunca hice y definitivamente no es fácil.
Le envié un menaje a mi esposa para avisar que los niños están bien y ya en el colegio, su respuesta fue fría y cortante. Esperaba una reacción más visceral.
Hoy debo ajustar mi agenda y darme el tiempo para además de recoger a los niños, llevarlos a comer y después deberé traerlos conmigo a la oficina.
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Johanna me llamo esta mañana, los niños no reaccionaron bien a la noticia del divorcio.
Me daré un tiempo para ir a verla, sus hijos son su todo y ya me imagino como debe de sentirse.
Al llegar a la cafetería Karla me informa que mi amiga salió a ver a su mamá y que no debe de tardar.
Efectivamente, minutos después cruza la puerta. Sin pensarlo me acerco y la abrazo fuerte.
- Vamos a mi oficina- me dice- Romina, nos traes un café por favor.
Romina asiente y nosotras entramos, una vez más tranquila me cuenta lo que paso.
- Tranquila, amiga. Hasta cierto punto es una reacción normal, sobre todo en el caso de Mariela que es una adolescente y ya sabemos que no es una etapa fácil.
- Me preocupa lo que pueda suceder cuando Enrique sea notificado.
- No le va a gustar, de eso no tengo la menor duda y lamentablemente va a usar a los niños en tu contra.
- Él siempre ha sido un buen padre, no lo creo.
- Yo estoy segura de que así será, va a mostrar su verdadera cara.
- Lo dices porque nunca ha sido de tu agrado.
- No, amiga. Lo digo porque es la verdad. ¿Hay alguna posibilidad de que el juez no te otorgue el divorcio?
- Por lo que me ha explicado la Licenciada Montero, no.
- Ok, ojalá que sea rápido.
Mientras Johanna y Daniela conversan, en otro punto de la ciudad se encuentra un Antonio dubitativo.
- Necesito verla- se dice a sí mismo en voz baja.
Sin más preámbulo decide salir a buscarla, está vez no aceptará un no como respuesta.
Al llegar a la cafetería se dirige directamente a Romina, ha percibido qué ella sabe sus intenciones con su jefa y es de su agrado.
- Hola, Romina. ¿Johanna se encuentra en su oficina?
- Sí señor Bianchi, está reunida con la señorita Daniela.
- Por favor llámame simplemente Antonio, eso de señor se escucha demasiado formal. ¿Puedo pasar a ver a Johanna?
- No lo creo.
- Por favor- le digo uniendo mis manos en señal de súplica- prometo que yo asumiré la responsabilidad si se molesta.
- Está bien, pero no le diga que yo lo dejé pasar.
- Gracias.
Camino por el pasillo hasta llegar a su puerta. Toco ligeramente antes de entrar.
En cuanto me ven ambas se sorprenden.
- Antonio, ¿algún problema en la oficina? Me pregunta Daniela.
- Ninguno, en realidad vengo a ver a Johanna.
- Lo siento Antonio, ahora no puedo atenderte.
- Sí puedes, yo ya tengo que irme. Los dejo para que hablen.
- Daniela, no me hagas esto.
- Amiga, hablamos más tarde.
Daniela se marcha y nos quedamos solos.
- ¿Por qué me estás evitando?- le pregunto sin rodeos.
- No te estoy evitando, Antonio. He tenido algunos asuntos qué resolver- responde mientras se levanta y con un gesto me invita a tomar asiento.
- Estoy bien de pie, gracias. Vine a buscarte porque no puedo ni quiero seguir esperando.
- ¿Esperando?
Antes de que pueda reaccionar me planto frente a ella y tomo su rostro entre mis manos para inmediatamente adueñarme de su boca en un beso lento, pero apasionado.
Necesitaba con urgencia saborear sus labios y comprobar que lo que siento es real.
Después de unos segundos la siento responder tímidamente a mi beso. Llevo una de mis manos a su nuca y otra a su cintura para atraerla más a mí.
Mi lengua explora el interior de su boca y de ella sale un gemido casi imperceptible qué al parecer rompe con el momento porque me empuja con fuerza y me da la espalda avergonzada.
- Esto no es correcto, Antonio. Por favor vete.
- No pienso irme sin hablar antes contigo.
- No tenemos nada de que hablar.
- ¿Hasta cuando vas a negar lo que sucede entre nosotros?- pregunto y me acerco a ella apoyando mis manos en su cintura y hundiendo mi rostro en su cuello mientras me deleito con ese aroma qué me vuelve loco.
- Entiende que entre nosotros no sucede nada- responde intentando disimular su agitación y haciendo lo posible por salir de entre mis brazos.
- Sentimos una fuerte atracción el uno por el otro y es más que evidente. Respondiste a mi beso y sé que no lo imagine.
- Estoy casada y esto no es correcto.
- Pronto serás una mujer libre y te pido que me des la oportunidad de conocerte y que me conozcas, algo me dice que estamos predestinados.
- ¿No me digas que crees en eso?
La giro para quedar frente a frente y mirarla a los ojos al responder su pregunta.
- Sí, lo creo. Mis intenciones contigo son serias, no soy un hombre que salta de una relación a otra. Quiero encontrar a la mujer correcta para pasar con ella el resto de mi vida.
- Quizá no sea yo esa mujer.
- Eso no lo vamos a saber si no nos damos la oportunidad.
- No lo sé, Antonio. Mi vida es complicada, tengo dos hijos.
- Ese no es un problema para mí.
- Dame tiempo, hay cosas que debo resolver. No acostumbro tomar decisiones a la ligera.
- ¿Eso significa que tengo esperanzas?
- Sí- admite ocultando su rostro.
- Prometo ser paciente.
- Debo volver al trabajo.
- Entiendo- dejo un beso en la comisura de sus labios y suelto mi agarre.
Ella se dirige a la puerta y yo la sigo de cerca.
- Por cierto, ¿quién te dejó pasar?
- Todos estaban ocupados y aproveché la distracción. Te pido que no les llames la atención.
- No lo haré, no soy un ogro.
- Nunca dije eso.
- Más te vale- dice sonriendo.
- Me encanta verte sonreír.
- Basta, Antonio. Ten un buen día.
- Te aseguro que ya lo tengo.
Salgo de ahí ante la atenta mirada de Romina que lanza un suspiro de alivio al ver a su jefa sonriente.
Ya no tengo dudas, Johanna es la mujer que estaba buscando y no me voy a rendir hasta conquistarla.
Me queda claro que no le soy indiferente y lo que la detiene es el hecho de que sigue casada, pero por lo que me dijo Dani eso va a cambiar muy pronto y le voy a demostrar que soy el hombre ideal para ella.
En la oficina ya me espera una Daniela expectante y evidentemente no me voy a escapar del interrogatorio.