"En medio de una bulliciosa ciudad, donde el susurro de personas apresuradas y luces parpadeantes, el tiempo parecía desvanecerse para dos almas destinadas a encontrarse sin saberlo. Ella, una joven hermosa de mirada perdida, llevaba sobre sus hombros el peso de un pasado difícil. Él, un hombre inteligente, magnate de los negocios, caminaba por las calles escondiendo un dolor profundo teniendo la certeza de que su vida cambiaría de manera inesperada".
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Capitulo X Belleza natural
Sebastián llevó a Aurora a una hermosa isla privada, tal y como lo recomendó el doctor por ahora Aurora no debía tener contacto con otras personas, ya que cualquier cambio podría afectar su estado emocional.
Los hermosos ojos brillantes de Aurora, veían con curiosidad y por primera vez el imponente mar. Parada en la orilla de playa sintiendo la arena entre sus pies, su rostro se iluminó con asombro y alegría al contemplar la inmensidad del océano, las olas danzando suavemente, el sonido hipnotizante rompía el silencio que había. Sus pupilas se dilataron ante tanta belleza, sus labios entre abiertos expresaron la maravilla de ese momento único e irrepetible, el momento donde observo el azul del cielo extendiéndose infinitamente sobre el horizonte, su suave y tranquilizador color se funde delicadamente con el azul profundo y misterioso del mar. Es como si el cielo y el mar se abrazaran en un baile eterno, reflejando paz y serenidad.
Sebastián desde cierta distancia miraba la expresión de Aurora, verla tan tranquila le devolvió algo de paz a su atormentando corazón, con una sonrisa en sus labios se acercó a ella despacio.
"¿Te gusta el lugar?", pregunto suavemente.
Suspirando profundamente Aurora asintió con la cabeza.
"Espero que pases unas vacaciones inolvidables", comento Sebastián dando la vuelta para ir a la casa.
"No te vayas, me gustaría guardar este recuerdo contigo en él", la voz de Aurora sonaba serena.
Sebastián no dijo ni una palabra, se colocó al lado de su esposa y tomo su mano, ahí se quedaron de pie mirando el horizonte, por primera vez esas dos almas atormentadas sintieron una gran paz.
Después de un largo rato fueron a la casa, en esta solo había una señora mayor quien prepararía las comidas y asearía el lugar.
"Señor, señora Santos, bienvenidos", saludo la amable mujer.
"Maria déjate de formalismos y dame un abrazo", Sebastián abrazo a aquella mujer como si la quisiera mucho.
"Debo ser respetuosa, no sé si tu esposa es como esas mujeres con las que estás acostumbrado a andar", respondió Maria en un susurro.
"Ella es diferente, ya te darás cuenta, por el momento quiero que solo cuides de ella, después te explico todo", contesto Sebastián en voz baja.
"¿No piensas presentarme a tu hermosa esposa?", pregunto Maria con más confianza.
"Un gusto, señora, me llamo Aurora", respondió la joven extendiendo su mano para saludar a María.
Maria vio la mirada triste, pero amable de Aurora, está niña le trasmitía ternura, parecía una muñeca de cristal a punto de romperse.
"El gusto es mío", respondió Maria apretando la mano de Aurora.
"Vamos Aurora te llevo a tu habitación", Sebastián condujo a su esposa a la que sería su habitación, al entrar la joven quedó maravillada ante lo bello del lugar y la vista era realmente hermosa, desde ahí se podía ver el mar.
"Espero que estés cómoda, ven te muestro la habitación", comento Sebastián.
Primero le enseño el baño, el cual estaba equipado con todo lo que ella necesitaría para estar ahí; el blanco de las paredes y pisos era impecable, el olor a limpio impregnaba el olfato de la joven; la llevo después a ver el clóset, en este había mucha ropa en colores pasteles, también había vestidos de noche y de fiesta, Aurora estaba sorprendida.
"¿De quién es todo esto?", pregunto la joven confundida.
"Tuyo", fue la única palabra que pronunció Sebastián.
"Eso no es mío", respondió Aurora temerosa.
"Es mi regalo de bodas, acéptalo ok", respondió Sebastián sonriendo.
"Es demasiado para un matrimonio falso", la tristeza volvió a apoderarse de Aurora, sus cambios de humor eran muy constantes, pero Sebastián le tenía paciencia.
"No pienses en eso, ahora solo disfruta y bueno te dejo para que te asees y descanses, cuando esté el almuerzo vengo por ti", Sebastián salió de la habitación de Aurora y bajo a la cocina, necesitaba hablar con María, ella era la única que siempre lo había escuchado.
"¡Cariño!, ven, estoy preparando un rico almuerzo", dijo María alegremente.
"Gracias nana, veo que te cayó bien Aurora", comento Sebastián algo apagado.
"¿Qué tienes hijo?, no te veo muy feliz", respondió Maria preocupada.
"Es una larga historia nana", susurro Sebastián bajando la mirada.
"Soy toda oídos, sabes que puedes confiar en mí", Maria cambio su expresión, ella sabía que Sebastián no era del todo feliz.
Mientras Sebastián le contaba la historia a María, Aurora estaba en su habitación, ya se había bañado y cambiado de ropa, viéndose en el espejo observaba lo hermosa que se veía en aquel vestido celeste, su cabello castaño caía en ondas hasta su espalda, su rostro sin gota de maquillaje la hacía lucir mucho más hermosa. Sin esperar a que Sebastián la fuera a buscar, Aurora fue a la cocina encontrándose con Sebastián y María en la cocina, la mirada de la nana era de compasión y tristeza, cosa que hizo sentir mal a la joven.
"Hola niña, ven pasa, ¿quieres algo de tomar antes de la cena?", pregunto Maria con nerviosismo.
"Solo algo de agua, gracias", respondió Aurora apenada.
Sebastián se quedó mirando fijamente la hermosura de Aurora, nunca la había visto tan fresca, tan relajada lo tenía hipnotizado.
"Sebastián invita a tu esposa al comedor, ya les llevo la cena", indico Maria dándose cuenta de cómo Sebastián miraba a su esposa.
"Ok, vamos al comedor", dijo Sebastián con torpeza.
"No es necesario, yo puedo ayudarla a servir la cena", manifestó Aurora sintiendo que estaba aprovechándose de la amabilidad de las dos personas.
"No querida, hoy los atiendo yo, ve con tu esposo", Maria los saco a los dos de la cocina, su sexto sentido le decía que para Sebastián su esposa no le era indiferente, con una sonrisa en sus labios la mujer se dispuso a terminar la cena. Quería que Aurora se sintiera agusto en aquella casa y que pudiera superar sus traumas.