Adrián, un joven creativo lleno de entusiasmo, comienza a trabajar en una agencia publicitaria donde conoce a Héctor, su exigente y distante director creativo. Lo que comienza como una relación profesional llena de tensiones se transforma en un vínculo inesperado cuando Adrián descubre la vulnerabilidad detrás de la fría fachada de Héctor. Juntos, enfrentarán prejuicios y sus propios miedos mientras intentan encontrar el amor en medio del caos .
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cap:7
Adrián intentaba convencer a su mente de que había tomado la decisión correcta, pero su corazón no cooperaba. Clara era todo lo que podía desear: amable, divertida, una amiga leal. A su lado, la vida se sentía menos caótica, más estable. Sin embargo, cada vez que veía a Héctor en la oficina, una punzada de culpa y algo más —¿remordimiento?— lo atravesaba.
Por su parte, Héctor había vuelto a construir el muro que Adrián había comenzado a derribar. Ahora, su trato era frío y estrictamente profesional. No más miradas significativas, no más conversaciones fuera del trabajo. Incluso sus correos eran breves y al punto. Adrián no podía culparlo, pero esa distancia dolía más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Una tarde, mientras Clara y Adrián revisaban una presentación en una de las salas de reuniones, Héctor pasó por el pasillo. Los vio a través del cristal, riendo juntos, y por un momento, sus pasos vacilaron. Nadie más lo notó, excepto Adrián, que captó la fugaz mirada de Héctor antes de que siguiera caminando.
Clara notó su distracción y lo miró con curiosidad.
—¿Todo bien?
Adrián asintió rápidamente, forzando una sonrisa.
—Sí, solo me perdí por un momento.
Pero no estaba bien. Esa noche, mientras intentaba dormir, los recuerdos de sus momentos con Héctor volvieron a invadirlo. La intensidad de su mirada, la sinceridad de su confesión, incluso su sonrisa breve pero significativa… Todo seguía allí, grabado en su mente.
La rutina de la oficina se volvió más pesada con cada día que pasaba. Adrián notaba cómo Héctor evitaba cualquier interacción innecesaria con él. Aunque era lo que había pedido, la frialdad de Héctor se sentía como un castigo.
Una tarde lluviosa, Clara lo invitó a cenar en su apartamento. Adrián aceptó, agradecido por su calidez en medio de su turbulencia emocional. Cocinaron juntos, rieron, y por un momento, todo se sintió tranquilo. Pero mientras Clara hablaba de su infancia, de sus sueños, Adrián no pudo evitar compararla con Héctor.
Clara era luz; Héctor, sombra. Con ella, todo era claro y predecible. Con Héctor, cada momento estaba cargado de incertidumbre, pero también de pasión. Esa comparación lo atormentaba, y cuando Clara se inclinó para besarle la mejilla, Adrián se apartó ligeramente, fingiendo estar distraído por su teléfono.
—¿Pasa algo? —preguntó Clara, mirándolo con un toque de preocupación.
Adrián negó con la cabeza, sonriendo débilmente.
—Nada, solo estoy un poco cansado.
Clara lo dejó pasar, pero su mirada decía que no estaba convencida.
Al día siguiente, Héctor llegó a la oficina más temprano de lo habitual. Nadie lo vio entrar en su despacho, pero cuando Clara pasó por casualidad, notó que estaba sentado frente a su ventana, mirando la lluvia caer. Algo en su postura la inquietó. Héctor siempre parecía invulnerable, pero ahora, parecía alguien cargando con el peso del mundo.
Esa misma mañana, Adrián recibió un correo inesperado de Héctor. Era una simple notificación para reunirse en su oficina. Cuando entró, Héctor estaba sentado tras su escritorio, sus ojos fijos en la pantalla de su ordenador.
—¿Querías verme? —preguntó Adrián, con una voz más insegura de lo que esperaba.
Héctor levantó la mirada, pero no sonrió.
—Necesito que tomes este proyecto. Estaré ausente por unos días.
Adrián frunció el ceño.
—¿Ausente? ¿Por qué?
—No es relevante. —Héctor cerró su portátil y se levantó, dejando un sobre en el escritorio—. Esto tiene todo lo que necesitas. Confío en que lo manejarás bien.
Adrián sintió cómo la distancia entre ellos crecía con cada palabra.
—¿Estás bien?
La pregunta hizo que Héctor se detuviera antes de salir. Giró lentamente, sus ojos oscuros encontrándose con los de Adrián. Por un momento, pareció querer decir algo más, pero finalmente solo respondió:
—Estoy como siempre.
Cuando Héctor salió, Adrián sintió un vacío extraño en la habitación, como si algo vital se hubiera ido con él.
Esa noche, mientras revisaba los documentos del proyecto, Adrián encontró una nota escrita a mano en el sobre. Decía:
"No importa cuán lejos vaya, algunas cosas nunca cambian. Héctor."
El mensaje era ambiguo, pero el impacto en Adrián fue claro. Por primera vez, se dio cuenta de que, aunque intentara ignorarlo, una parte de él todavía pertenecía a Héctor.