En la bulliciosa ciudad decorada con luces festivas y el aroma de la temporada navideña, Jasón Carter, un exitoso empresario de publicidad, lucha por equilibrar su trabajo y la crianza de su hija pequeña, Emma, tras la reciente muerte de su esposa. Cuando Abby, una joven huérfana que trabaja como limpiadora en el edificio donde se encuentra la empresa, entra en sus vidas, su presencia transforma todo, dándoles a padre e hija una nueva perspectiva en medio de las vísperas navideñas.
NovelToon tiene autorización de @ngel@zul para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
La magia de la Navidad
La atmósfera en la empresa de Logan estaba cargada de entusiasmo. La fiesta anual de Navidad estaba a pocas horas de comenzar, y todos los empleados trabajaban en los últimos detalles para asegurarse de que todo fuera perfecto. Las decoraciones llenaban la sala principal: guirnaldas doradas colgaban del techo, luces parpadeantes se reflejaban en las ventanas, y un enorme árbol de Navidad, decorado con esferas brillantes y cintas doradas, ocupaba el centro del salón. Emma, con su energía inagotable, había insistido en colocar la estrella en la cima del árbol, ayudada por su padre, y el gesto había arrancado sonrisas a todos los presentes.
Abby, mientras tanto, había planeado pasar la velada en casa, disfrutando de un merecido descanso tras una semana especialmente agitada. Pero mientras terminaba su turno en el edificio, se encontró con Emma en uno de los pasillos. La niña llevaba un vestido rojo con volantes y un lazo a juego en el cabello, lo que acentuaba su alegría contagiosa.
—¿Vas a venir a la fiesta, Abby?— preguntó Emma, sosteniéndose las manos detrás de la espalda y balanceándose de un lado a otro.
La muchacha se inclinó ligeramente, intentando ocultar su sonrisa.
—No creo que sea mi lugar, pequeña. Es una fiesta para los empleados y sus familias.
Emma frunció el ceño, como si la idea de que su amiga no estuviera fuera completamente inaceptable.
—Pero tú eres parte de mi familia— respondió la niña con determinación, tomando la mano de ella para reforzar sus palabras.
Antes de que Abby pudiera argumentar, el padre de la pequeña apareció detrás de ella, luciendo impecable en un traje negro con una corbata roja que hacía juego con el vestido de su hija. Su mirada cálida se posó en la muchacha, y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.
—Emma tiene razón— intervino. —Si no vienes, nos faltará alguien importante.
Abby se quedó sin palabras por un momento, atrapada entre la intensidad de la mirada del hombre frente a ella y la insistencia de Emma. Dudó, pero la sinceridad en las palabras de ambos terminó por convencerla.
—De acuerdo— cedió, ganándose un grito de emoción por parte de Emma. —Pero necesitaré un tiempo para cambiarme. Ambos asistieron, y al terminar con todo la muchacha salió rumbo a su casa a cambiarse.
Cuando Abby llegó a la fiesta más tarde esa noche, llevaba un vestido azul que había comprado tiempo atrás para ocasiones especiales. Aunque era sencillo, el color resaltaba sus ojos y contrastaba perfectamente con su cabello oscuro, llamando la atención de varios empleados al entrar. La joven no pudo evitar sentirse un poco nerviosa, pero el entusiasmo de Emma, que corrió hacia ella nada más verla, disipó cualquier duda.
—¡Te ves como una princesa!— exclamó la niña, tomándola de la mano para llevarla al centro de la sala.
Jasón, que estaba conversando con algunos colegas cerca de la barra, también notó su llegada. Su mirada se suavizó al instante, y una sonrisa sincera apareció en su rostro. Por un momento, olvidó lo que su interlocutor decía, embelesado por la presencia de Abby. La forma en que se movía, la manera en que Emma parecía irradiar felicidad a su lado, todo le resultaba... perfecto.
La noche avanzó entre risas, música y los tintineos de las copas chocando en brindis. Abby, a pesar de haber llegado sintiéndose fuera de lugar, pronto se encontró inmersa en la calidez del ambiente. Los empleados que conocían a Emma se acercaban para felicitarla por su vínculo con la pequeña, y los comentarios positivos ayudaron a que la joven se relajara.
Emma, como siempre, no se separó de su lado. La niña la llevó de un lugar a otro, presentándola a cada persona importante en la empresa, como si quisiera que todos supieran que Abby era muy especial para ella. La complicidad entre ambas no pasó desapercibida para Jasón, quien las observaba desde una distancia prudente, con una mezcla de orgullo y algo más profundo que apenas empezaba a reconocer.
En un momento de la velada, él se acercó a la joven con dos copas de sidra espumosa.
—¿Te estás divirtiendo?— le preguntó mientras le ofrecía una de las copas.
Ella tomó la copa y le sonrió, agradecida.
—Más de lo que imaginé. Gracias por invitarme, Jasón.
Él inclinó ligeramente la cabeza, su mirada era más que sincera.
—Gracias a ti por venir. No solo significa mucho para Emma... también para mí.
El tono de su voz, combinado con la intensidad de su mirada, hizo que Abby sintiera un ligero vuelco en el corazón. Por un instante, el ruido a su alrededor pareció desvanecerse, dejando solo a Jasón frente a ella. Pero antes de que pudiera decir algo, Emma reapareció, tirando de la mano de su amiga con mucho entusiasmo.
—¡Papá, Abby, van a cantar villancicos! ¡Tienen que venir!— exclamó, llevándolos hacia el grupo de personas que se reunía cerca del piano.
La música llenó la sala, y pronto todos comenzaron a cantar con alegría. Emma, posicionada en el centro junto a la joven, lideraba las canciones con su voz dulce y clara. Jasón se quedó ligeramente apartado, observándolas con una sonrisa. Para él, era como si el tiempo se hubiera detenido. La imagen de Abby cantando junto a Emma, ambas riendo y disfrutando del momento, se grabó en su mente.
Cuando la última canción terminó, Emma bostezó, visiblemente cansada tras tanta emoción. Su padre se acercó para cargarla en brazos, pero la niña insistió en quedarse despierta un poco más.
—No quiero que esta noche termine— murmuró, apoyando su cabeza en el hombro de su padre mientras miraba a su amiga.
Jasón acarició suavemente el cabello de su hija, sintiendo una profunda gratitud por el presente, por los cambios que habían acontecido en tan poco tiempo. La magia de la Navidad había regresado a su vida, pero sabía que el verdadero regalo era Abby. Ella no solo había traído alegría a Emma, sino que también había despertado en él sentimientos que creía enterrados para siempre.
Cuando finalmente llegó el momento de despedirse, Jasón acompañó a la muchacha hasta la salida. La nieve caía suavemente, cubriendo las calles de un manto blanco y brillante. Ambos se detuvieron un momento en la puerta, sin saber exactamente qué decir.
—Gracias por venir esta noche— dijo él finalmente, rompiendo el silencio.
—Gracias por invitarme— respondió ella, sintiendo el frío aire nocturno en sus mejillas.
Jasón dudó un instante, pero luego dio un paso más cerca de ella.
—Abby, esta noche no hubiera sido igual sin ti. No quiero imaginar nuestras vidas sin tu presencia.
La muchacha lo miró, sorprendida por la intensidad de sus palabras. Antes de que pudiera responder, él tomó su mano con suavidad.
—Solo quería que lo supieras.
Ella asintió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. La nieve continuaba cayendo a su alrededor, cubriendo el mundo con una calma que parecía reflejar el momento que compartían. Y, aunque no dijeron nada más, ambos supieron que algo especial había comenzado esa noche.