En el imponente Castillo de Lysandre, Elaria, una joven reina de 20 años, gobierna con determinación desde que la tragedia golpeó su familia. Tras la inesperada muerte de su madre años atrás, Elaria asumió el trono bajo la tutela de su padre, el rey Aldred. Aunque ha demostrado ser una líder firme y justa, su vida ha estado rodeada de aislamiento y deberes, lejos de los ojos curiosos del reino. Todo cambia cuando el rey decide abrir las puertas del castillo para un gran baile, invitando a familias nobles y plebeyas a una noche de celebración. Lo que parece un intento de reconciliarse con su pueblo pronto se convierte en caos, pues un grupo de infiltrados entra al castillo con la intención de robar las joyas de la corona. En medio de la confusión, Elaria se encuentra cara a cara con uno de los ladrones: un joven atractivo y enigmático cuyos ojos parecen revelar más secretos que intenciones maliciosas. Aunque debería detenerlo, algo en ella no lo hace.
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Capítulo 12
Kael notó mi expresión mientras sostenía la daga y se detuvo, girándose para mirarme.
—¿Qué pasa ahora? —preguntó con un tono de impaciencia.
—No estoy acostumbrada a esto… —murmuré, bajando la vista hacia el arma. Me sentía ridícula.
Kael soltó un suspiro y regresó hacia mí, tomando la daga de mis manos.
—Escucha, Elaria, no es opcional. —Colocó el arma de nuevo en mis manos, esta vez con más firmeza—. No tienes que ser una experta, pero sí necesitas saber cómo usar esto si las cosas se complican.
Me miró a los ojos, y por un momento, su expresión perdió el sarcasmo que solía caracterizarlo.
—Piensa en esto como un seguro. No es para buscar problemas, sino para estar preparada si te encuentran. ¿Entiendes?
Asentí lentamente, aunque todavía no me sentía convencida.
—Bien. —Kael volvió a su tono habitual, más ligero—. Entonces guarda eso. Tenemos más cosas que hacer antes de salir de aquí.
Me puse la daga en el cinturón improvisado que me había dado antes y lo seguí mientras avanzábamos hacia otro puesto, esta vez de provisiones. Compró pan, algo de fruta y lo que parecían tiras de carne seca.
—Esto nos mantendrá en pie por unos días. —Explicó mientras guardaba todo en una mochila más grande—. No sé cuándo será seguro parar de nuevo, así que es mejor ir preparados.
Mientras seguíamos caminando por el mercado, observé cómo Kael se movía con facilidad, saludando de vez en cuando a los vendedores, negociando precios y asegurándose de que no nos estuvieran siguiendo. Su actitud me hizo darme cuenta de lo acostumbrado que estaba a vivir de esta manera.
Cuando terminamos, me llevó a un rincón más apartado del mercado. Allí, sacó un mapa maltratado de su chaqueta y lo extendió sobre una mesa improvisada.
—Este es el plan. —Dijo, señalando varios puntos en el mapa—. Aquí estamos ahora. Si seguimos este camino, evitaremos los controles. Pero es más largo y más peligroso.
—¿Más peligroso? —pregunté, sintiendo un nudo en el estómago.
—Hay gente como yo, pero con menos escrúpulos. —Kael sonrió de lado—. Pero no te preocupes, mientras sigas mis instrucciones, estaremos bien.
Lo miré, intentando descifrar si realmente estaba tan seguro como aparentaba o si simplemente era bueno fingiendo.
—¿Estás lista? —preguntó, enrollando el mapa.
—Lo estoy. —Respondí, aunque no estaba segura si lo decía por convicción o por orgullo.
Kael asintió, y juntos comenzamos a caminar hacia la salida del pueblo.
—¿A dónde vamos realmente?
Kael se detuvo un momento, girando la cabeza hacia mí con una sonrisa que no supe interpretar del todo.
—Cuando saliste de casa, ¿sabías a dónde querías ir?
La pregunta me tomó por sorpresa.
—No… realmente no —admití, sintiéndome algo avergonzada.
Kael soltó una risa ligera y volvió a caminar.
—Entonces, ¿qué te impulsó a salir? —preguntó, sin mirarme esta vez.
Lo miré fijamente, buscando las palabras adecuadas. No era algo fácil de responder, ni siquiera para mí. Pero en vez de contestar de inmediato, me quedé callada, manteniendo mi mirada fija en él.
Kael notó mi silencio y finalmente giró hacia mí, arqueando una ceja.
—Reina… deja de mirarme así. Es raro.
—No me digas reina —respondí de inmediato, casi sin pensar.
Kael soltó un suspiro teatral, pero había algo en su expresión que indicaba que se estaba divirtiendo.
—Vale, Elaria. Pero sigamos, porque para ser honesto, tampoco me interesa tanto tu destino.
Me detuve un segundo ante sus palabras, pero no dije nada. Había algo en la forma en que hablaba, tan despreocupada y al mismo tiempo tan directa, que me desconcertaba. Decidí que no valía la pena discutirle.
—¿Entonces para qué preguntas? —respondí, siguiéndolo con pasos rápidos para no quedarme atrás.
—Porque me entretiene verte tratar de entenderte a ti misma —dijo con una sonrisa ladeada antes de volver su atención al camino.
Kael era un misterio, uno que no sabía si quería resolver. Pero por ahora, simplemente lo seguí, dejando que el destino nos guiara a donde sea que fuéramos.
Mientras caminábamos, Kael parecía relajado, disfrutando del silencio mientras yo luchaba por ordenar mis pensamientos. El bosque nos envolvía con su tranquilidad, pero entonces, un grupo de jóvenes pasó cerca de nosotros. Eran tres chicas que llevaban cestas llenas de frutas y flores. Una de ellas, especialmente atractiva, nos lanzó una mirada curiosa y luego sonrió descaradamente hacia Kael.
—¡Hola! —dijo, deteniéndose justo frente a él mientras sus amigas reían en voz baja.
Kael, con su típica sonrisa encantadora, levantó una mano en un saludo casual.
—Hola —respondió sin más, pero el brillo en sus ojos me hizo apretar los puños.
La chica parecía no inmutarse ante mi presencia, como si yo no existiera. Se acercó un poco más a Kael, ladeando la cabeza de manera coqueta.
—¿Eres nuevo por aquí? No recuerdo haberte visto antes.
Kael le devolvió la sonrisa, aunque esta vez fue más breve.
—De paso nada más.
—Bueno, si necesitas ayuda para orientarte… —continuó ella, ignorándome por completo.
—Gracias, pero estoy bien acompañado. —Su respuesta fue directa, y aunque sus palabras debieron tranquilizarme, su tono despreocupado me enfureció aún más.
—¿Kael? —lo llamé, cortando la conversación abruptamente.
Ambos se giraron hacia mí. Mi expresión claramente delataba mi incomodidad. La chica alzó una ceja, evaluándome de arriba abajo, y luego murmuró algo a sus amigas antes de marcharse con una risita burlona.
Kael me miró divertido, con una chispa traviesa en los ojos.
—¿Qué? —preguntó, cruzando los brazos.
—¿Qué de qué? —respondí con frialdad.
—Oh, vamos, Elaria… ¿estás celosa? —Su sonrisa se ensanchó mientras inclinaba la cabeza hacia mí, como si estuviera disfrutando demasiado de la situación.
—No estoy celosa —mentí, cruzándome de brazos.
Kael se rió en voz baja, un sonido que me irritó aún más.
—Claro que no. Por eso estabas a punto de taladrar con la mirada a la pobre chica.
—¡Por supuesto que no! —dije, aunque mi tono me traicionó.
Kael avanzó un paso hacia mí, inclinándose un poco para mirarme directamente a los ojos.
—Tranquila, reina… digo, Elaria. Ya sabes que solo vine por ti, ¿no?
Sus palabras me dejaron sin respuesta por un momento, pero no iba a darle el gusto de verlo.
—Cállate y sigue caminando —murmuré, adelantándome con pasos firmes.
Kael se quedó atrás por un instante, pero no tardó en alcanzarme, riendo bajo mientras continuábamos nuestro camino.
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