Hay mujeres que aman con fuerza, entrega y sacrificio. Rosario creyó que su matrimonio sería para siempre. Pero el que creía el amor de su vida no lo pensó así.
La historia de Rosario es la de muchas mujeres que lo dan todo en una relación y que al final comprenden que una relación es de dos.
Permítanme contarles la historia de ésta mujer común y corriente, una de nosotras.
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El Linaje
Sentí la mirada de mamá, sabía que tendríamos una larga conversación. Reconocía que había hecho mal en no decirle de Herán, no quería reconocer la importancia de él en mi vida.
Jugamos lotería las cuatro. Cada una traía un premio y lo íbamos sorteando en cada juego. Esas risas contagiosas eran un momento tan preciado en cada una. La tarde se fue rápido y nos volveríamos a encontrar en quince días más. Nos despedimos con cariño y con la promesa de llamarnos en la semana.
La casa quedó en silencio, era cosa de minutos.
-- Rosario ven por favor, necesito que hablemos.
Terminé de arreglar la loza y me preparé.
-- Siéntate.
--Desde cuando hay secretos entre ambas?
--No los hay mamá, solo que no creí que conocer a un muchacho fuera importante.
--Te conozco Rosario y sé que ese "fuera importante" si lo es.
--No quieras engañar a la loba.
--Crees que no me había dado cuenta lo rara que estabas? ¿Que cada vez que salías te peinabas con cuidado. Antes salías de la ducha y te amarrabas tu pelo sin siquiera mirarte en el espejo.
--Soy tu madre, y quiero lo mejor para ti.
--Ahora empecemos de nuevo. ¿El muchacho es importante para ti?
Bajé mi cabeza y quise decirle tantas cosas, pero mi garganta se negaba a emitir palabras.
Se levantó y me abrazó.
--Lo sé mi niña. No hay palabras. El rayo te cayó.
--A todas nos cae un día. Es el sentimiento más hermoso que puede haber. Es normal, uno se enamora de ese sentimiento. De no saber dónde está nuestra cabeza.
--Será amor mamá? Pero hace tan poquito que lo conocí.
--Pienso a cada momento en él. No lo puedo sacar de mi cabeza.
--El sentirá lo mismo?
Le conté como lo conocí, era la primera vez que un muchacho demostraba ese interés en mi. Y que a mí me gustara.
--Tienes diecisiete años y eres una mujer muy madura a tu edad. Si tú lo quieres y crees que eres correspondida, eres libre de elegir mi niña.
--Pero recuerda lo que te voy a decir.
-- Todos somos libres de amar. Y entregar nuestro corazón, pero a veces lo que uno cree ciegamente, no es cien por ciento verdad. Existen las traiciones, las desilusiones y el desamor. El amor tiene dulce y agraz
--Porque me dices eso? Herán no te gustó?
--No lo conozco, no puedo saber si me agrada o no? Hija.
--No es que te diga que tú vida será así.
--No quiero ser un pájaro de mal agüero. Pero hija la vida no siempre es color de rosas. Existen los problemas y debes tener la fortaleza para afrontarlos.
--Yo no pondré trabas en tu relación si es que decides tenerla. Pero nunca olvides que yo estoy aquí por siempre para ti.
--Nunca me iré de tu lado.
--No lo dudo, en que si tu le das a entender que le gustas. Él te pedirá que seas su novia.
--Sus ojos también delatan lo que siente por ti. Y no solo amor es lo ví, también admiración y eso en una relación es mucho más importante.
--Es que tú eres una gran mujer mi Niña, y no lo digo porque eres mi hija, eres amable, dulce, justa, transparente. Él tiene que haber visto todos esos atributos en ti. No es tonto, y a pesar de guapo que es, sabe diferenciar.
--Lo crees mamá?
--No soy una muchacha bonita, más rellena de lo que quisiera. Soy común y corriente.
--Estoy tan segura de que es así. Y cuidado no te menosprecies. Aún no te das cuenta que eres una bella muchacha y el físico no lo es todo.
--Estoy feliz por ti mi Rosy. Mi niña, ya eres una mujer.
La abracé con toda la fuerza que podía, traspasando toda mi energía y sabía que con ese abrazo no podría defender a mi pequeña de todo el mundo. Quería pensar en positivo, pero algo en mi interior me avisaba que no todo era bueno, en el camino que ella estaba tomando.
Estaba pasando de nuevo. La historia se quería repetir.
No soy la indicada para guiar a mi pequeña, mi experiencia con los hombres es nula. Rosario nunca me había conocido una pareja. Y jamás me había preguntado por su padre.
Sabía que en algún momento lo haría y yo no le mentiría.
Me siento estúpida, pero ayer por mi ventana, feliz miraba los picaflores beber el néctar de los penstemon y uno sin motivo se estrelló contra el ventanal, como un cuento de terror. Luego otro hizo lo mismo.
Salí corriendo a recogerlos, pero sus cuerpecitos tan delicados ya habían dejado este mundo.
Cave un hoyo y los enterré. Apartando de mi mente esos pensamientos malos.
Lamentablemente recordé las palabras de mi abuela Morelia, ella me preparó en muchos aspectos y me trató de traspasar su sabiduría"los pajaritos son mensajeros, de nuestros antepasados, cuando veas uno feliz, alégrate Anita, pero cuando ves que la vida se les va ante tus ojos, vienen con malos augurios. Ten cuidado, te están avisando".
Deseché de inmediato mi recuerdo, no quería evocar mi pasado, pero sabía en mi interior que mi abuela nunca se equivocaba. Era una mujer de tantos conocimientos. En su rostro no habían sonrisas ni grandes demostraciones de ternura pero jamás se equivocaba. Su hija no había escuchado sus palabras y eso le costó la vida.
Mi Mamá se había suicidado. Me costó comprender y entender, finalmente y después con los años lo había aceptado. No todas las mujeres somos igual. Nunca se me hubiera ocurrido dejar a mi hija. Claro que mamá tenía a mi abuela.
Si algo me pasará ahora, mi Rosario tiene a Camila y Odette y eso me tranquiliza.
No tengo recuerdos de ella era una bebé cuando decidió partir, nunca le dijo a nadie quien era mi padre.
Mi linaje venía cargado de dolor.
Mi bisabuela Rosa murió sola, abandonó a sus hijos por el amor de un hombre, sus cuatro hijos fueron repartidos por toda la región, sin importar a dónde fueron a parar, dos murieron al poco tiempo, uno enfermó de neumonía y él otro golpeado por el hombre que lo había recogido, tenía ocho años. La otra niña desapareció y nunca más fue encontrada. Ella no fue una buena persona.
Mi abuela la única que le sobrevivió a sus hermanitos, se enteró de su fallecimiento y se encargó de enterrarla, por muy infame que haya sido merecía descansar y ser perdonada. Para cuándo pasara a la otra vida lo hiciera de forma pacífica. Únicamente el creador podía perdonar su crueldad. Lo hizo también porque como ser humano no podía dejarla ir a una fosa común.
Pero mi bisabuela había seguido un patrón, ella también había sido una hija abandonada por su madre, su madre era cantante y eligió partir a Europa con un grupo de artistas dejándola al cuidado de una mujer que la cuidó mientras duraba el dinero, después le dió mala vida, nunca más volvió a verla.
Mi abuela Morelia tuvo solo una hija, Virginia, mi madre. Se enamoró de un hermoso hombre, simpático y risueño que la conquistó con sus atenciones, pero había un detalle, que ella no sabía, en otra ciudad, ya había una señora Aranjuez.
Era un hombre casado, que la engaño. Cuando se enteró de su embarazo, tomó sus cosas y un bus alejándola del hombre a quien le entregó su pureza y amor. No era mujer para ser la segunda.
Ella decidió tener a su hija, la tuvo porque ella quiso, fue una hija amada y decretó cuando se enteró que estaba embarazada, que su hija sería una buena mujer, sensible y feliz.
Quería con su decreto, dar un buen futuro para ella. Se fue a vivir al campo, consiguió trabajo, le pasaron una casita, era la encargada de atender los pequeños terneros. Los meses pasaron y a pesar de su embarazo no dejó nunca de trabajar. Su hija nació una noche de viento alumbrada por las velas.
Virginia fue tal como ella esperaba, la mejor hija, dulce y cálida. Pero también esos sentimientos la hicieron muy inocente y frágil.
Ella la adoraba, era su razón de vivir. Reír con su hija era su mayor felicidad.
Me imagino como era mi abuela en esos años. Tan diferente con la que yo viví.
Mi abuela se dió cuenta cuando entregó su corazón. Sus bonitas mejillas regordetas se colorearon de rubor. El amor había llegado, tenía un brillo especial en sus ojos. Me imagino los mismos que ahora veo en los de mi hija.
Una noche no llegó. Mi abuela no durmió esperándola, en la madrugada un auto pasó a dejarla.
Se calló y nunca dijo nada con quién había salido. Era tan raro, ella no iba a ninguna parte, solo en el fundo. Sospechaba que debía ser un peon. O de otra hacienda, que se encandiló con la pureza de Virginia. Una semana después hizo lo mismo. Ni sus palabras ni amenazas lograron sacarle una silaba.
Solo que el rubor había desaparecido y el brillo de sus ojos fue remplazado por dolor.
A los tres meses mi abuela se dio cuenta que estaba embarazada. Ella seguía ayudando en las labores del campo.
Pero la tristeza se había adueñado de ella. Caminaba sin rumbo por el campo buscando respuestas.
Cuando le preguntó no supo que responder. Abrió sus ojos y la sorpresa llenó su rostro. No sé había dado cuenta. Que en su vientre llevaba otra vida.
Su embarazo fue bueno, pero nunca más volvió a salir, la risa se perdió y del hombre que llenó ese vientre nunca más se supo nada.
Mi abuela se preguntaba quien sería el padre de su nieto o nieta? Solo tenía claro que no le interesó Virginia. Consiguió lo que quería y se fue. Solo le quedaba pedirle al creador que él recibiera su castigo.
Nací una noche oscura y lluviosa. Así me contó mi historia mi abuela. El barro se acumuló en los caminos. Hacía tres días que llovía sin parar. Mi abuela no pudo salir a pedir ayuda y ella me ayudó a traer al mundo, tras los gritos de dolor silenciados por los truenos pegué mi primer grito de vida.
Mi abuela me tomó y me llevó hacía las llamas del fuego, se arrodilló y pidió a Dios que mi vida fuera buena.
--"Que se rompa el lazo de tristeza con ésta niña, que sea feliz y amada"
--Nieta de mi corazón tú romperas el lazo.
Virginia, tomó a su pequeña y le cantó arrullandola con cariño.
Mirándola le dijo: " Tu padre nunca supo de ti, no sé si hubiera estado contento de conocerte, pero nunca podrá negarte, eres igual a él".
-Ana será tu nombre.
Tres días la amamantó. Y con una carta se despidió.
Apareció al otro día flotando en el río.
Mi abuela no podía contener las lágrimas, al leer su carta.
"Mamita, fuiste maravillosa nunca tuve de ti una mala palabra, si no hubieses estado jamás hubiera dejado a mi Anita. Pero no puedo con este dolor. Es tan grande mi humillación, un día toqué las estrellas en el cielo, mi amor por ese hombre era tan grande que no podía dejar de pensar en él. Y un mes después estaba en un pozo oscuro, sin poder salir. La angustia brota por todos los poros de mi piel.
El me dejó y engañó.
Soy una cobarde, perdón, pero estoy segura que no le haría bien a mi niña, estoy marcada. Esta tristeza es demasiado. La idea de partir de este mundo comenzó hace mucho, hasta que me dijiste que llevaba el fruto de mi amor en mi vientre, eso me detuvo, no tenía derecho a llevarme conmigo a mi bebé.
Yo decreto como tú lo hiciste un día conmigo que mi Anita será una mujer fuerte y valiente no como su madre, será como tú mamá.
Cuéntale que la amé.
Mamita perdón, y que ojalá ella me perdone algún día. Las amo..."
Esa carta me la dió mi abuela antes de morir.
En los dieciocho años que viví con mi abuela jamás ví una sonrisa en la boca de ella. Nunca me pegó, ni me maltrato con palabras, la comida y la ropa tampoco me faltaron. Pero sabía que ella estuvo conmigo por cumplir con su hija.
Cuando Virginia se ahogó no solo se fue de este mundo, también se llevó a Morelia, yo solo me quedé con el cascarón.
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