Nadie recuerda cómo comenzó, pero en los viejos cuentos se dice que Sombravelo era un reino bañado en luz dorada, donde las estrellas brillaban en el día y la magia fluía como el agua en los ríos. Sin embargo, algo oscuro se apoderó del reino. Una sombra antigua, nacida de los miedos más profundos de la humanidad, comenzó a extenderse, transformando a sus habitantes en figuras retorcidas y grotescas. Este mal, llamado La Niebla Devora-Sueños, era invisible para el ojo humano, pero dejaba marcas en el alma.
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Capítulo 16: El Regreso al Mundo Real
El portal brillaba frente a Elías, su resplandor pulsante como un latido, esperando llevarlo de vuelta al lugar del que había partido. Se detuvo un momento, mirando hacia atrás, hacia el Árbol del Origen que ahora emanaba una luz serena, y hacia Nox, quien se mantenía en silencio sobre una rama cercana, observándolo con ojos sabios. El viaje había sido largo, y Sombravelo había cambiado no solo su visión del mundo, sino también su percepción de sí mismo.
—“No temas al regreso, joven viajero,” dijo Nox, rompiendo el silencio. —“Aunque el mundo que dejaste parezca haber perdido su brillo comparado con este lugar, recuerda que la magia que has encontrado aquí vive en ti ahora. Todo lo que has aprendido puede iluminar incluso los rincones más oscuros de la realidad.”
Elías asintió. Sentía una mezcla de alivio y tristeza al saber que dejaría atrás las maravillas y los misterios de Sombravelo, pero también entendía que su verdadera vida lo esperaba al otro lado. Con un último suspiro, dio el paso final y atravesó el portal, sintiendo la misma corriente de energía que lo había llevado a este mundo en primer lugar.
El aire frío del desván de su casa le golpeó la cara cuando abrió los ojos. De nuevo, estaba rodeado de las mismas cajas polvorientas y objetos olvidados. El espejo, ahora apagado, se encontraba frente a él, su superficie reflejando únicamente la imagen de un niño diferente al que había partido. Elías sabía que, aunque el entorno no había cambiado, él sí lo había hecho. Había encontrado su valentía, enfrentado sus miedos y descubierto que el poder para cambiar su destino estaba dentro de sí mismo.
El silencio en la casa era total. Bajó las escaleras con el corazón todavía acelerado, sintiendo un extraño desasosiego, como si la línea entre el sueño y la realidad no estuviera completamente trazada. Al llegar al salón, encontró a su abuela sentada en su viejo sillón, como si lo hubiera estado esperando todo el tiempo. Ella lo miró con esos ojos cálidos y comprensivos que siempre habían sido un refugio para él.
—“Bienvenido de vuelta, Elías,” dijo su abuela, con una voz suave que mostraba un entendimiento profundo. —“Sabía que Sombravelo te llamaría un día. Ese lugar tiene una manera particular de encontrar a aquellos que lo necesitan.”
Elías se quedó sin aliento por un momento. Su abuela sabía de Sombravelo, más de lo que él había imaginado. Siempre había sospechado que sus historias contenían algo más que fantasía, pero ahora comprendía que habían sido su forma de prepararlo para la aventura que acabaría viviendo.
—“¿Tú también estuviste allí?” preguntó Elías, sintiendo que su mundo se expandía una vez más con nuevas preguntas.
Su abuela asintió lentamente, sus ojos brillando con un conocimiento antiguo. —“Sí, hace mucho tiempo. Todos en nuestra familia han tenido una conexión especial con Sombravelo. Es un lugar donde los corazones valientes son llamados a descubrir lo que realmente son capaces de lograr. Cada uno de nosotros ha enfrentado nuestras propias pruebas allí.”
Elías se sintió abrumado por una ola de emoción. La idea de que su abuela había caminado por el mismo camino que él, enfrentado sus propias sombras, lo hacía sentir más conectado con ella que nunca. Pero había algo más en su mirada, un dejo de preocupación que no podía pasar por alto.
—“Elías, cuando la Niebla Devora-Sueños intentó corromper el Árbol del Origen, dejó una huella en ti. Aunque la hayas vencido, parte de su oscuridad quedó marcada en tu corazón. Deberás ser cuidadoso, porque esas sombras pueden intentar volver a surgir.”
El niño apretó los labios. Había sentido la oscuridad en lo profundo de sí mismo, un eco distante de la Niebla, pero también sabía que había encontrado la fuerza para resistirla una vez y que podría hacerlo de nuevo si fuera necesario.
—“No dejaré que la oscuridad gane, abuela,” respondió con determinación. —“Aprendí en Sombravelo que incluso las sombras pueden ser derrotadas si uno no deja de luchar.”
Su abuela le sonrió con orgullo, y le hizo un gesto para que se acercara. Abrió un pequeño cofre de madera que estaba sobre la mesa y sacó un objeto que parecía haberse guardado allí durante años: una piedra cristalina que brillaba con un tenue resplandor dorado, muy similar al que emanaban las hojas del Árbol del Origen.
—“Esto es para ti,” le dijo, entregándole la piedra. —“Es un fragmento de luz que traje conmigo cuando regresé de Sombravelo. Puede ayudarte a recordar lo que aprendiste allí cuando más lo necesites. Es un recordatorio de que la magia de ese mundo siempre estará contigo.”
Elías tomó la piedra en sus manos y sintió el calor familiar del poder fluir por sus dedos. Apretó la piedra con fuerza y se sintió más seguro de lo que había estado en mucho tiempo. Era el símbolo de su transformación y la promesa de que, aunque la vida en el mundo real pudiera ser difícil, siempre llevaría consigo el coraje que había encontrado en Sombravelo.
A partir de ese día, Elías volvió a la rutina de su vida diaria, pero todo parecía diferente. Los días grises del pueblo ya no le parecían tan opresivos, pues veía la belleza oculta en cada rincón. Aunque el mundo exterior era el mismo, Elías había cambiado, y con ese cambio, el mundo le parecía lleno de nuevas posibilidades. Seguía siendo el mismo niño que había subido al desván en busca de algo diferente, pero también era un viajero que había cruzado los umbrales del miedo y regresado con una luz que brillaba en su interior.
Y aunque nunca habló abiertamente con los demás sobre Sombravelo, siempre se encontró a sí mismo contando historias a otros niños, historias que sonaban a fantasía pero que, en lo más profundo, sabía que eran reales.
Cada noche, antes de dormir, colocaba la piedra cristalina en su mesilla de noche, donde su suave resplandor lo acompañaba en la oscuridad, recordándole que, incluso cuando las sombras se acercaban, siempre habría luz en su corazón para enfrentarlas.