Alana se siente atrapada en una relación sin pasión con Javier. Todo cambia cuando conoce a Darían , el carismático hermano de su novio, cuya mirada intensa despierta en ella un amor inesperado. A medida que Alana se adentra en el torbellino de sus sentimientos, deberá enfrentarse a la lealtad, la traición y el dilema de seguir su corazón o proteger a aquellos que ama.
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Más de lo que imagine
Habían pasado tres días desde la graduación. Había estado saliendo con mi mejor amiga, y haciendo algunas cosas con mi madre.
Hoy planeaba verme a escondidas con Darian. Por ahora nadie debe saber que nos estamos viendo ni siquiera mi amiga porque se volvería loca.
La noche finalmente parecía estar a mi favor. El reloj marcaba las ocho en punto, y mi madre estaba a pocos minutos de salir para su turno nocturno. Era la oportunidad perfecta, y con el plan bien pensado, solo faltaba asegurarme de que ella se despidiera y de que todo estuviera en calma. La realidad es que mi corazón latía con fuerza, sabiendo que Darian estaba escondido en mi habitación. Él había escalado por la ventana poco antes, tal como lo habíamos planeado, y se encontraba aguardando con la misma mezcla de nervios y emoción.
Mi madre, impecable con su uniforme, revisaba por última vez que todo estuviera en orden. Observé desde la puerta de mi habitación cómo revisaba su bolso, se ajustaba las llaves en la mano y lanzaba una última mirada a la casa, asegurándose de no olvidar nada.
—¿Segura que estarás bien sola, si quieres llama a Laura? —preguntó, mirándome con la mezcla de dulzura y preocupación que siempre adoptaba antes de irse.
—Sí, mamá, todo bien —le respondí, tratando de mantener mi tono calmado y disimular la ansiedad en mi pecho—. No voy a salir ni a hacer nada, ya sabes que voy a dormir temprano.
Ella sonrió, tranquila y confiada. Me conocía lo suficiente para saber que no hacía falta insistir mucho más. Después de un último vistazo al salón, se dirigió a la puerta de salida, y baje las escaleras hasta la entrada, tratando de que se fuera de una vez para correr a mi habitación.
—Recuerda que cualquier cosa, puedes llamarme —añadió, ya con una mano en la puerta.
—Claro, mamá. Te prometo que estaré bien —respondí, devolviéndole una sonrisa.
Finalmente, salió por la puerta y escuché cómo cerraba detrás de mi. Solté un suspiro, aliviada. Por fin, toda la casa estaba en silencio, y no había ningún motivo para preocuparme. Subí las escaleras rápidamente y entré a mi cuarto, donde Darian se mantenía a la espera, con una expresión de satisfacción.
—Ya puedes bajar, todo está en orden —le susurré, sonriendo mientras cerraba la puerta.
Darian avanzó un par de pasos y se acomodó el cabello, como si hubiera estado esperando el momento perfecto. Pero antes de que pudiéramos decir o hacer algo, el sonido de la llave girando en la cerradura de la puerta de entrada resonó en la casa.
Mi madre estaba de vuelta.
Mis ojos se abrieron de golpe y Darian reaccionó rápidamente, aunque algo confundido. Sin pensarlo dos veces, lo empujé hacia el espacio entre la pared y la escalera, apenas lo suficientemente grande como para que pudiera esconderse sin que mi madre lo viera.
Escuché sus pasos acercarse mientras buscaba algo en la entrada.
—¡Ah! Se me olvidaron las llaves del auto —dijo en voz alta, rebuscando por la entrada.
Darian estaba prácticamente aplastado contra la pared, haciendo un esfuerzo monumental por no moverse ni hacer ruido. Apenas pude ver su expresión, que alternaba entre diversión y sorpresa. Tragué saliva y respiré hondo, manteniéndome lo más calmada posible mientras mi madre seguía revisando la entrada.
Finalmente, encontró las llaves y se giró hacia mí, con una sonrisa apurada.
—Bueno, ahora sí, cariño. No me esperes despierta. Que descanses.
—Claro, mamá. Descansa tú también —logré decir, reprimiendo la mezcla de nervios que me hacía temblar las manos.
Sin más, se fue y esta vez pude escuchar cómo el auto arrancaba y se alejaba por la calle. Solo entonces solté el aire que llevaba conteniendo y me giré hacia Darian, quien aún trataba de recuperar la compostura, mirándome divertido.
—¿Siempre será así de complicado? —preguntó en voz baja, conteniendo la risa.
—No te burles —le dije, aunque no pude evitar sonreír—. Esto no tiene ni una pizca de gracioso.
—Vamos, no es para tanto. Pero creo que deberías ser honesta conmigo, tal vez un poco te divierte el peligro —dijo, con una sonrisa traviesa mientras se acercaba.
Suspiré, dejando de lado mi preocupación y decidiendo que no iba a dejar que eso arruinara la noche.
Pasamos un buen rato en mi cuarto, hablando, compartiendo cosas triviales, desde comentarios sarcásticos hasta recuerdos de nuestros primeros encuentros, aquellos cuando apenas soportábamos estar en el mismo lugar. Era raro, pero de alguna forma había algo en su presencia que me hacía sentir cómoda, casi como si el tiempo pasara de forma diferente cuando estaba cerca.
De vez en cuando escuchábamos un ruido en la casa, lo cual nos hacía detenernos por un segundo, ambos mirando hacia la puerta en caso de que hubiera alguna sorpresa, pero siempre resultaban ser imaginaciones mías, producto de la situación.
Mientras hablábamos, me di cuenta de lo mucho que había cambiado mi percepción de Darian desde aquellos primeros encuentros. Lo recordaba como alguien arrogante y burlón, siempre dispuesto a molestar y a hacerme sentir incómoda. Pero en ese momento, mirándolo a los ojos y escuchando su voz baja mientras compartía alguna anécdota, sentí que el muro que siempre había erigido entre nosotros se había desmoronado sin que me diera cuenta.
En un momento de silencio, Darian me miró fijamente, con esa intensidad suya que parecía desarmarme cada vez que la usaba. Podía ver en sus ojos algo más que diversión; era una mezcla de complicidad y ternura que no había notado antes.
—¿Qué pasa? —le pregunté, tratando de romper la tensión que empezaba a llenarlo todo.
—Nada —respondió, con una sonrisa apenas visible— Solo que eres hermosa, Alana.
Esas palabras, dichas en un tono casi susurrante, hicieron que me pusiera nerviosa de nuevo. No sabía qué responderle, y por primera vez en la noche, sentí cómo el ambiente entre nosotros se llenaba de algo más que risas o comentarios casuales.
El tiempo pasó y, sin darme cuenta, la noche se había hecho más oscura. La hora de despedirnos se acercaba, y aunque en mi interior sabía que lo más lógico era pedirle que se fuera antes de que mi madre regresara, una parte de mí deseaba que el momento se alargara un poco más.
—Es tarde —dije finalmente, rompiendo el silencio y mirándolo con un deje de tristeza.
—Lo sé —respondió él, bajando la mirada por un instante antes de alzarla de nuevo y mirarme directamente—. Pero creo que esa es precisamente la parte que hace todo esto tan emocionante.
No pude evitar sonreír. Aunque tratara de disimularlo, sabía que sus palabras tenían un toque de verdad. Había algo en esa mezcla de peligro y complicidad que hacía que el tiempo junto a él fuera... diferente.
Darian se levantó y me miró un segundo más antes de dirigirse a la ventana, dispuesto a salir de la misma forma en la que había llegado. Pero antes de hacerlo, se giró hacia mí una última vez.
—Hasta la próxima —murmuró, y sus palabras tenían un tono de promesa, como si esa despedida no fuera la última.
Darian me observaba con una intensidad que me hacía querer retroceder y, al mismo tiempo, acercarme. Sus ojos me sostenían, y el silencio entre nosotros comenzaba a sentirse menos incómodo, como si ambos comprendiéramos que estábamos atrapados en un instante que ambos queríamos prolongar.
Él inclinó ligeramente la cabeza, esbozando una sonrisa apenas perceptible. Ese gesto siempre me desarmaba. Y antes de que pudiera pensar en algo racional para decir, lo escuché murmurar, en un tono bajo y cargado de significado:
—¿Estás segura de que quieres que me vaya?
La pregunta era simple, pero sentí que mi corazón se aceleraba al escucharla. ¿Quería realmente que se fuera? Había algo en él que lograba desconcertarme de una forma tan extraña, que apenas sabía cómo actuar en su presencia. Recordaba cada mirada que nos habíamos cruzado, cada palabra que habíamos intercambiado con doble intención, y sabía que todo eso nos había llevado hasta este momento. Pero, ¿y después?
Mis labios se movieron en un intento de responder, pero mi voz apenas era un susurro.
—No lo sé…
Podía escuchar mi propia respiración y noté cómo mis ojos descendían hacia su boca sin siquiera darme cuenta. Era como si su cercanía tuviera un magnetismo que me resultaba imposible de ignorar. Darian, sin decir nada más, dio un paso hacia mí, y sus dedos rozaron mi mejilla con una delicadeza que me erizó la piel.
Mi corazón latía con tanta fuerza. Estábamos tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo, y el pequeño espacio que quedaba entre nosotros parecía hacerse cada vez más estrecho. Sentí que sus labios se acercaban, y mis pensamientos se disolvieron por completo.
Entonces, en un movimiento suave, casi como si quisiera comprobar si realmente estaba allí, Darian presionó sus labios contra los míos. El primer contacto fue apenas un roce, una prueba, como si quisiera asegurarse de que no me apartaría. Sentí un cosquilleo recorrerme desde el estómago hasta los pies, y mis manos, como si tuvieran vida propia, se deslizaron hasta su cuello, queriendo mantenerlo cerca.
Lo que comenzó como un simple roce fue tornándose más profundo, como si ambos nos hubiéramos dado permiso para explorar lo que realmente sentíamos. Su mano, firme en mi cintura, me atrajo hacia él, y de alguna manera me encontré respondiendo a ese beso, sintiendo cómo la presión de sus labios aumentaba poco a poco. Era un beso pausado, como si ambos quisiéramos prolongarlo, saborear cada instante, y cada segundo que pasaba hacía que el mundo se desvaneciera a nuestro alrededor.
Era extraño cómo esa cercanía, que tanto había temido, se había vuelto una necesidad, algo inevitable. Sentí que todo en mi vida se resumía a ese instante, como si nada más existiera. Pero, después de un rato que no supe medir, nuestros labios se separaron. Ambos quedamos mirándonos, con el aliento entrecortado y sin saber realmente qué decir.
Él parecía tan sorprendido como yo, aunque en sus ojos podía ver algo que lo hacía parecer decidido, como si en algún nivel él hubiera estado esperando este momento.
—Supongo que esto no estaba en los planes —murmuró, con una sonrisa torcida, esa que tanto me desconcertaba.
Quise decir algo, cualquier cosa que rompiera la intensidad del momento, pero lo único que pude hacer fue devolverle la sonrisa, aunque me temblaban los labios. No tenía idea de cómo continuar, de cómo procesar lo que acababa de pasar, pero tampoco quería que el momento terminara.
—Nada de esto estaba en mis planes, Darian —respondí finalmente, casi en un susurro.
Él me miró por un instante, estudiando mis palabras, y su expresión cambió, suavizándose. Había algo vulnerable en sus ojos, como si lo que acababa de suceder entre nosotros lo hubiera desarmado de alguna forma. Y, en ese instante, supe que este Darian, el que tenía frente a mí, no era el mismo que todos creían conocer. Él tenía más profundidad de la que dejaba ver, y de alguna manera, me sentía tentada a descubrir cada parte de él.
Pasaron unos segundos, y me di cuenta de que aún no habíamos roto nuestra cercanía. Mi mano seguía sobre su cuello, y él mantenía su brazo en mi cintura, como si ambos tuviéramos miedo de que al alejarnos, la magia de ese momento se disipara.
—Entonces… ¿ahora qué? —preguntó él, sin apartar su mirada de la mía.
La pregunta era directa, pero noté que en su tono había una pizca de inseguridad. Era como si, en el fondo, temiera mi respuesta. Supe entonces que no solo yo estaba nerviosa; él también estaba exponiéndose, revelando algo que probablemente prefería mantener oculto.
Tomé una respiración profunda, buscando las palabras adecuadas. Quería ser sincera con él, con lo que sentía, pero el miedo a lo desconocido me atenazaba.
—No sé, Darian. No sé qué significa esto… —admití, bajando la mirada un segundo antes de volver a encontrarme con sus ojos—. Pero tampoco quiero que termine.
Mis palabras parecieron darle un poco de tranquilidad, y su mano en mi cintura me atrajo un poco más hacia él. No dijo nada, pero su mirada decía mucho más de lo que las palabras podrían expresar.
En ese momento, ambos sabíamos que nuestras vidas iban a cambiar de alguna manera. Y aunque el futuro me parecía incierto, también había una emoción nueva, una expectativa que me llenaba de algo que no podía identificar pero que me hacía sentir viva.
Pasamos lo que pareció una eternidad en silencio, solo disfrutando de nuestra cercanía. Después de un rato, sin embargo, solté una pequeña risa nerviosa.
—Creo que nunca imaginé que terminaría así esta noche —dije, tratando de romper la tensión, aunque sabía que nada podría realmente deshacer el ambiente que habíamos creado.
—Supongo que yo tampoco —respondió él, con una sonrisa ligera—. Pero me alegro de que haya pasado.
Sin pensarlo, asentí, sintiendo una calidez en el pecho que me hacía olvidar cualquier reserva. Era como si el Darian que tenía enfrente hubiera desmoronado todas mis defensas, y aunque todavía no entendía del todo lo que sentía, sabía que era algo más profundo de lo que había querido admitir.
Finalmente, después de un rato, ambos nos separamos un poco, aunque el calor del momento seguía envolviéndonos. Darian miró hacia la ventana y luego de vuelta a mí, con un brillo en los ojos que no lograba descifrar del todo.
—Bueno… creo que debería irme si no terminare amaneciendo aqui—dijo, aunque su tono era suave, como si realmente no quisiera marcharse.
Me mordí el labio, dudando. No quería que se fuera, no después de todo lo que habíamos compartido.
—Está bien… —respondí, aunque en el fondo deseaba detenerlo de nuevo.
Él asintió, y antes de darme cuenta, sus labios se posaron en mi frente, en un gesto tierno y protector que hizo que mi corazón se acelerara una vez más. Era como si, con ese beso, sellara algo importante, algo que ambos habíamos prometido de forma silenciosa.
— Oye, por cierto ¿Por que no puedo ir por la puerta? Pregunto.
— Porque mi madre tiene cámaras. Dije un poco avergonzada.
Darian se dirigió hacia la ventana y me lanzó una última mirada, con una sonrisa suave que me dejó sin palabras. Luego, desapareció en la noche, dejándome sola en el silencio de mi habitación, pero con el corazón latiendo más fuerte que nunca.