Un grupo de extraños, atraídos por razones misteriosas a un pueblo olvidado en las montañas, descubre que el lugar oculta más de lo que parece. El pueblo, en apariencia inofensivo, está marcado por una tragedia oscura de la que nadie habla. Poco a poco, cada miembro del grupo comienza a experimentar visiones y fenómenos que erosionan su sentido de la realidad. Mientras luchan por descubrir si todo es producto de sus mentes o si una entidad maligna acecha, enfrentan la posibilidad de que quizá nunca podrán escapar de lo que desataron.
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Capítulo 13: El Sacrificio del Cristal
El altar parecía brillar más intensamente con cada paso que Erika daba hacia él. Sus piernas temblaban no solo por el frío, sino por el miedo que le recorría cada fibra de su ser. Sabía que lo que estaba a punto de enfrentar era más peligroso que cualquier cosa que hubiera visto antes. Las figuras encapuchadas avanzaban lentamente hacia ella, sus movimientos sincronizados y mecánicos, como si fueran marionetas controladas por una fuerza invisible.
La esfera de cristal en el altar era su único objetivo. De alguna manera, sabía que destruirla era la clave para detener todo esto, pero también sentía que hacerlo no sería tan fácil. El aire en la sala era gélido y pesaba sobre ella como una losa. Cada respiración que tomaba era un recordatorio de la gravedad de la situación.
—Debo ser rápida… —murmuró para sí misma, tratando de convencerse de que tenía alguna posibilidad.
Con un último impulso de valentía, corrió hacia el altar. Pero antes de que pudiera llegar a la esfera, una figura encapuchada se interpuso en su camino. Erika se detuvo en seco, casi chocando contra la figura que se levantaba imponente frente a ella.
—No puedes escapar de tu destino —dijo la figura, con una voz cavernosa y profunda que resonaba en la sala.
Erika retrocedió un paso, mirando a su alrededor. Las demás figuras estaban acercándose, cerrando el círculo a su alrededor. El terror la invadió nuevamente, pero esta vez no se dejó paralizar. Tenía que hacer algo, y rápido.
—No voy a cumplir con ningún destino que tú dictes —respondió, con una voz que intentaba sonar más firme de lo que realmente se sentía.
La figura encapuchada levantó una mano. De sus dedos salieron finos hilos de oscuridad, que comenzaron a envolver el altar y la esfera. El cristal comenzó a brillar con una luz más intensa, como si estuviera absorbiendo la energía oscura que lo rodeaba. Erika sintió un tirón en su interior, como si una fuerza invisible la estuviera atrayendo hacia el altar. Era como si esa luz estuviera robando su propia voluntad.
Las figuras encapuchadas comenzaron a acercarse más. Sus pasos resonaban en la sala, pero eran tan silenciosos que parecía que se deslizaban sobre el suelo. Erika no tenía más opción. Si no actuaba ahora, todo estaría perdido.
—¡No me detendrán! —gritó, y con un último grito de desafío, corrió hacia la figura encapuchada.
La figura intentó detenerla, pero Erika ya no tenía miedo. Esquivó sus brazos con una agilidad que no sabía que tenía, y en un movimiento rápido, levantó una piedra del suelo y la lanzó directamente hacia la esfera de cristal.
El impacto fue inmediato.
La esfera estalló en mil pedazos, y un destello de luz cegadora llenó la sala. Erika cerró los ojos, protegiéndose del brillo. El sonido del cristal rompiéndose resonaba como un eco interminable en el aire, y entonces, el silencio. Un silencio absoluto y profundo, como si todo hubiera sido absorbido por el vacío.
Cuando finalmente abrió los ojos, las figuras encapuchadas estaban inmóviles. Parecían congeladas en el lugar, como si la destrucción de la esfera hubiera cortado los hilos que las controlaban. Erika respiró aliviada, pero sabía que esto no había terminado. El frío seguía presente, más intenso que nunca. Y en el centro del altar, donde había estado la esfera, algo oscuro y retorcido comenzaba a formarse.
—No puede ser… —murmuró, su voz temblando.
El aire en la sala comenzó a vibrar, y un rugido bajo y gutural resonó desde las profundidades de la oscuridad que había dejado la esfera. Era como si el cristal hubiera sido un sello, y al destruirlo, algo mucho más grande y peligroso hubiera sido liberado.
Una sombra gigantesca emergió del altar, tomando forma frente a Erika. Era una figura indescriptible, una amalgama de oscuridad y fuego que se retorcía y cambiaba constantemente, como si no tuviera una forma fija. Pero lo más aterrador eran sus ojos: dos pozos incandescentes que ardían con una intensidad que atravesaba el alma de Erika.
—Has liberado a lo que no podías comprender —dijo una voz profunda y resonante, proveniente de la criatura.
Erika retrocedió, su corazón latiendo a mil por hora. Sabía que estaba en peligro, pero no podía moverse. La presencia de la criatura la había atrapado en su lugar, y ahora todo dependía de lo que hiciera a continuación.
—Debes ser valiente… —se recordó a sí misma, tratando de calmar el pánico que amenazaba con consumirla.
Pero la criatura avanzó. Su mera presencia hacía que el aire se ondulara a su alrededor, como si la realidad misma estuviera distorsionándose. Erika sintió el suelo temblar bajo sus pies, y con cada paso que daba la criatura, las paredes parecían agrietarse, como si el mundo a su alrededor estuviera colapsando.
Sabía que no podía luchar contra algo así. Era demasiado poderoso, demasiado grande. Pero también sabía que no podía huir. Si huía, esto no terminaría. El monstruo seguiría, destruyendo todo a su paso. Tenía que encontrar una forma de detenerlo, aunque no supiera cómo.
En un arranque de desesperación, Erika miró a su alrededor buscando algo, cualquier cosa que pudiera usar. Y entonces lo vio. En las paredes de la sala, las marcas extrañas que había visto al principio ahora brillaban con una luz tenue. Eran símbolos antiguos, inscripciones que parecían latir con una energía propia.
—Los símbolos… —susurró, una idea formándose en su mente.
Corrió hacia una de las paredes, con la criatura siguiéndola de cerca. Sabía que estaba arriesgando todo, pero no tenía otra opción. Si había algo que podía detener a esa cosa, tenía que ser esos símbolos.
Con sus manos temblorosas, tocó uno de los símbolos, y al hacerlo, una corriente de energía atravesó su cuerpo. Era como si los símbolos estuvieran conectados a algo mucho más grande, una fuerza que Erika no comprendía pero que podía sentir profundamente. La luz que emanaba del símbolo se extendió por toda la sala, y la criatura retrocedió, gruñendo furiosa.
—¡No me detendrás! —gritó Erika, y con un último esfuerzo, activó todos los símbolos a su alrededor.
La luz se intensificó, llenando la sala con un resplandor cegador. La criatura rugió, pero su forma comenzó a desintegrarse, consumida por la energía de los símbolos. Erika observó, asombrada, mientras la oscuridad era desterrada de la sala, y la criatura desaparecía en el aire, dejando solo el eco de su rugido.
Finalmente, el silencio volvió a reinar. Erika se desplomó en el suelo, agotada pero aliviada. Había logrado detenerlo, al menos por ahora. Pero sabía que esto solo era el comienzo. El abismo aún estaba ahí, esperando, y el verdadero desafío aún no había comenzado.
con tal no le pase nada
Desde el primer instante me tiene al filo de la butaca.
Solo una duda que pasa con el hermano de Erika desde el momento en en qué liberan al ser de luz deja de salir en la trama del libro.
Y que pasa con los compañeros que van con Erika a la expedición.