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Los Juegos De La Corona: Intrigas, Deseo Y Traición

Los Juegos De La Corona: Intrigas, Deseo Y Traición

Status: En proceso
Genre:Mujer poderosa / Matrimonio entre clanes / Secretos de la alta sociedad / Batalla por el trono / Edad media / El Ascenso de la Reina
Popularitas:1.9k
Nilai: 5
nombre de autor: noirstoryteller

En un reino donde el poder se negocia con alianzas matrimoniales, Lady Arabella Sinclair es forzada a casarse con el enigmático Duque de Blackthorn, un hombre envuelto en secretos y sombras. Mientras lucha por escapar de un destino impuesto, Arabella descubre que la verdadera traición se oculta en la corte, donde la reina Catherine mueve los hilos con astucia mortal. En un juego de deseo y conspiración, el amor y la lealtad se convertirán en armas. ¿Podrá Arabella forjar su propio destino o será consumida por los peligrosos juegos de la corona?

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Capítulo 18: La Red Se Cierra

El cuerpo de Lord Edmund había sido descubierto hace tan solo unas horas, pero ya la noticia se propagaba como un incendio. Los corredores del castillo eran un hervidero de murmullos y especulaciones, y cada mirada lanzada a Arabella y Alexander estaba cargada de dudas y sospechas. Ellos sabían que no tenían tiempo para llorar la pérdida del comandante; si querían detener a los conspiradores, debían actuar rápidamente, antes de que sus enemigos sellaran su destino.

En el silencio de la habitación de Arabella, ambos se enfrentaban al peso de la situación. La luz del amanecer apenas comenzaba a filtrarse por las ventanas, arrojando un tenue resplandor sobre sus rostros cansados.

—Lo han matado para dejarnos sin apoyo —dijo Arabella con voz baja, tratando de procesar lo que había ocurrido—. Sabían que Lord Edmund era nuestra única oportunidad de levantar un ejército leal. Ahora nos han dejado solos.

Alexander se frotó el rostro con las manos, tratando de despejar el agotamiento. —No estamos completamente solos. Lord Edmund pudo no ser el único aliado que teníamos. Si la reina se entera de lo que hemos descubierto, aún podríamos salvar la situación.

Arabella sacudió la cabeza. —No podemos confiar en nadie de la corte. No sabemos quién más está involucrado, y si tratamos de hablar directamente con la reina, podríamos estar entregándonos a los traidores.

El silencio se extendió entre ellos, mientras ambos consideraban la gravedad de su situación. Sabían que sus movimientos eran vigilados, y cualquier paso en falso podría resultar en su arresto… o algo peor. Pero quedarse de brazos cruzados no era una opción.

—Hay algo más —dijo Alexander después de un momento—. En el estudio de Lord Edmund encontré esto. —Sacó un pequeño libro de cuero, desgastado y con las esquinas dobladas. Lo abrió y reveló una serie de anotaciones escritas apresuradamente.

Arabella lo tomó con cautela, sus ojos escaneando las páginas. —Son nombres y ubicaciones —murmuró—. Parece que Lord Edmund tenía su propia red de informantes. Quizás alguno de ellos aún pueda ayudarnos.

Los nombres no eran familiares para ella, pero uno destacó: Sir Henry Blakemore, un viejo consejero retirado que había servido a la familia real durante décadas. Arabella había escuchado historias sobre él, un hombre cuya lealtad al reino era incuestionable, aunque hacía tiempo que se había alejado de la política. Si había alguien que pudiera proporcionarles la ayuda que necesitaban, sería él.

—Debemos encontrar a Sir Henry —dijo Arabella con una chispa de esperanza en su voz—. Tal vez sepa más sobre la conspiración o pueda conectarnos con otros aliados.

Alexander asintió, su rostro endureciéndose con determinación. —Entonces no perdamos más tiempo. Esta noche, cuando la corte se sumerja en la confusión del baile, nosotros iremos en busca de Sir Henry. Es nuestra mejor oportunidad para ganar tiempo y reunir la información que necesitamos.

La noche cayó rápidamente sobre el castillo, trayendo consigo la anticipación de la gran celebración en honor a la reina. Las salas resplandecían con el brillo de las candelas, y el aire se llenaba con las notas vibrantes de la música y el murmullo excitado de los nobles. Era una noche para el deleite y la diversión, pero para Arabella y Alexander, el glamour y la alegría no eran más que un telón que ocultaba una red de traición.

Vestidos para la ocasión, se movían entre la multitud con una habilidad que habían perfeccionado en estos días de incertidumbre. Cada gesto y cada palabra estaban cuidadosamente calculados para evitar levantar sospechas mientras se acercaban sigilosamente a la salida. Sin embargo, justo cuando estaban a punto de dejar el salón, una voz los detuvo.

—Lady Arabella, Lord Alexander, ¿ya os marcháis? —Era Lady Catherine, su rostro adornado con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Arabella sintió su corazón latir con fuerza en su pecho. —Oh, no, mi señora —respondió con una risa nerviosa—. Simplemente necesitaba un poco de aire fresco antes de regresar a la fiesta.

Lady Catherine los miró con ojos que parecían perforar sus almas, y por un momento, Arabella temió que sus verdaderas intenciones fueran descubiertas. Pero la mujer solo asintió y se alejó, su risa resonando como un eco helado.

Sin perder más tiempo, Arabella y Alexander se escabulleron a través de un pasaje lateral que los llevó fuera del castillo. Una vez en la oscuridad de la noche, se dirigieron a caballo hacia la residencia de Sir Henry, ubicada en un pequeño feudo a varias millas del castillo.

Cuando llegaron a la casa de Sir Henry, la mansión antigua parecía abandonada, sus paredes cubiertas de musgo y sus ventanas opacas. Sin embargo, había una luz tenue en el interior, lo que indicaba que no estaba completamente desierta. Arabella llamó a la puerta con urgencia, y después de un breve momento de silencio, la pesada puerta se abrió, revelando a un hombre anciano con el rostro marcado por arrugas profundas y el cabello blanco como la nieve.

—¿Quién va? —preguntó con voz áspera, sus ojos examinando a los intrusos con cautela.

—Soy Lady Arabella Crawford, y este es Lord Alexander —dijo Arabella rápidamente—. Venimos en nombre de Lord Edmund. Necesitamos vuestra ayuda.

Al oír el nombre de Edmund, el anciano frunció el ceño. —Entrad —dijo, abriendo la puerta un poco más—. Pero hablad bajo. Aquí no hay oídos seguros.

Una vez dentro, Sir Henry los llevó a una pequeña sala de estar, donde una chimenea débilmente iluminaba la habitación. Se sentaron en silencio mientras Arabella explicaba la situación: la muerte de Lord Edmund, la lista de conspiradores, y los rumores de un golpe durante el baile en honor a la reina.

—Siempre supe que Lady Catherine tenía ambiciones peligrosas —murmuró Sir Henry, mirando las llamas danzarinas—. Pero no imaginé que se atrevería a tanto. El reino está en un momento crítico. Sin la ayuda de Lord Edmund, vuestra situación se ha vuelto mucho más complicada.

—Por eso necesitamos vuestra ayuda —insistió Alexander—. Lord Edmund confiaba en vos. Si conocéis a alguien más que pueda apoyarnos, cualquier información que tengáis podría salvar la vida de la reina.

Sir Henry asintió lentamente, como si considerara sus opciones. —Hay pocos en quienes podríamos confiar en este momento —dijo finalmente—. Pero conozco a algunos hombres que todavía mantienen su lealtad al trono. Sin embargo, necesitaréis más que aliados para ganar esta batalla. Necesitaréis una prueba contundente que revele la traición de Lady Catherine y sus cómplices.

Arabella se inclinó hacia adelante, su mente trabajando rápidamente. —Entonces, debemos encontrar esa prueba. ¿Sabéis dónde podríamos obtener algo así?

—Hay un lugar —respondió Sir Henry, su voz reducida a un susurro—. En los archivos secretos de la corte, existe un registro de todas las comunicaciones entre los nobles. Si Lady Catherine ha estado intercambiando mensajes con sus conspiradores, esos documentos lo confirmarán. Pero acceder a esos archivos será extremadamente peligroso.

El silencio se apoderó de la habitación mientras las implicaciones de sus palabras se asentaban en la mente de Arabella y Alexander. Tenían una nueva misión, una que los llevaría al mismo corazón del peligro. La única forma de derrotar a los traidores sería infiltrarse en los archivos secretos y sacar a la luz la verdad.

—Lo haremos —dijo Arabella, su voz firme como el acero—. Por la reina, por el reino… y por Lord Edmund.

1
Martha Espinosa
Excelente
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