Alana Alvarado Blanco solía sentarse en un rincón de su pequeño cuarto en el orfanato y contar los huecos visibles en la pared, cada uno representando un día más sin la compañía de sus padres. En su mente infantil, imaginaba que cada uno de esos agujeros era un recuerdo de los buenos momentos que había compartido con ellos. Recordaba con cariño aquellos cinco años en los que su vida había sido casi perfecta, entre risas y promesas. La melodía de la risa de Ana Blanco, su madre, resonaba en su corazón, y la voz firme de Vicente Alvarado, su padre, aún ecoaba en su mente: “Volveremos por ti en cuanto tengamos el dinero, pequeña”. Sin embargo, ese consuelo se había transformado en una amarga mentira, la última vez que le repetían esas palabras había sido poco antes de que la pesada puerta de madera del Hogar de San Judas se cerrara tras ella, sellando a la fuerza su destino y dejando su vida marcada por la ausencia. En ese instante, la esperanza que una vez brilló en sus ojos comenzó a de
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capítulo 9
“Ella es un activo, Fernando,” decía una voz femenina, profunda y autoritaria. “Pero tienes que mantenerla bajo control. No podemos permitir que su ‘idealismo de orfanato’ interfiera con los negocios.”
Alana, sintiéndose como una sombra, se deslizó silenciosamente hacia la pared más cercana y se adhirió a ella, buscando pasar desapercibida. Esa voz poderosa pertenecía a la única persona que inspiraba más temor en Fernando que su propio padre: su tía, Helena Fuente, quien ocupaba la posición de Directora de Asuntos Legales de la corporación.
Lo sé, tía, contestó Fernando, con un tono que le sonaba inusualmente sumiso. Pero el acuerdo con Alana era la única forma de asegurar que los Alvarado votaran a nuestro favor en la próxima reunión del consejo directivo. Un matrimonio. Ellos nos respaldan con su voto, y nosotros a cambio le ofrecemos protección a su hija. Es un intercambio sencillo.
Alana sintió como si el suelo se desvaneciera bajo sus pies. Su corazón se aceleró y una mezcla de incredulidad y desesperación se apoderó de ella. La idea de un matrimonio arreglado, en el que su vida y su destino estaban atados a un trato político, le resultaba abrumadora. ¿Cómo podían tomar decisiones tan drásticas sin consultarle? La angustia la envolvió, mientras las palabras de Fernando resonaban en su mente.
¿Me estás diciendo que mi futuro está en manos de un acuerdo entre ustedes? ¿Que mi vida va a ser solo una moneda de cambio en este juego? Su voz tembló, cargada de emoción, mientras buscaba respuestas entre las miradas de los presentes. En su interior, el pánico creció, y la sensación de pérdida de control casi la paralizaba. Sin embargo, de repente, una chispa de determinación surgió en su interior. No podía permitir que otros decidieran su destino sin su consentimiento.
Fernando no contrajo matrimonio por amor, ni por un rescate, ni siquiera por motivos económicos. Su unión se debió a un voto en la junta directiva. El abandono de sus padres y la historia relacionada con el dinero eran solo una artimaña para convertir a ella, la hija de los Alvarado, en una pieza clave dentro de un juego corporativo. Su matrimonio era, en esencia, un contrato legal destinado a consolidar el poder de los Fuente en una votación.
La intensidad del dolor por la traición fue tal que Alana tuvo que apretar los puños para contener un grito.
El voto ya está garantizado, prosiguió Helena con voz seria. Sin embargo, ahora que ha crecido, representa un mayor riesgo para nosotros. Esto es aún más preocupante considerando que su hermana menor, Catalina, ha regresado al país. No queremos que Alana comience a relacionarse con ella o que ambas lleguen a descubrir la verdad detrás de los acuerdos que hemos establecido.
Catalina. La hermana que nunca llegó a conocer. Una nueva mentira más. Otro secreto que mantenemos oculto.
Ella no tendría el valor de ponerse en contacto con ella, comentó Fernando con un tono despectivo. Está demasiado asustada de caer de nuevo en la nada. Mientras siga creyendo que depende de mí, permanecerá en silencio. Solo asegúrate de que esa chica del departamento de marketing, Clara, mantenga la boca cerrada y que Sofía no se convierta en un problema.
Haré eso, respondió. Y tú encárgate de lo tuyo. Necesitas conseguir la copia de las cláusulas del divorcio antes de que tu padre decida utilizarlas en tu contra. Ya sabes lo que tienes que hacer, Fernando.
Alana prestó atención a los pasos de Helena, que se alejaban lentamente de la oficina. Era el momento de actuar. No podía seguir siendo únicamente una esposa traicionada; se sentía como una rehén en el mundo corporativo en el que estaba atrapada.
Mientras tanto, Fernando quedó solo en su espacio de trabajo. Alana oyó el sonido característico del clic de un teclado en funcionamiento, y poco después, un fuerte golpe resonó en la habitación, como si él estuviera cerrando un cajón con fuerza.
Era su oportunidad.
Con determinación, Alana se dirigió rápidamente hacia la Sala de Sistemas. Al entrar, notó que Carlos estaba distraído, absorto en su tarea. Aprovechando ese momento de descuido, se acercó sigilosamente al archivador marcado con el número '3'. Temblando de nerviosismo, introdujo la llave en la cerradura, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo.
El cajón se deslizó con un chirrido leve y penetrante, rompiendo el silencio en la habitación.
Dentro de él, además de una serie de papeles desordenados, se encontraba una pequeña caja fuerte de metal. La caja, con un acabado grisáceo y algunas abolladuras visibles, despertó la curiosidad de Alana. Al abrirla, su corazón se aceleró al descubrir en su interior una agenda de cuero negro, cuidadosamente colocada, que lucía un diseño sencillo pero elegante. En la portada, se destacaban las iniciales F.F., grabadas con letras doradas que reflejaban la luz tenue del lugar.
Sin dudarlo, Alana tomó la agenda y la abrió con urgencia, su mente llena de preguntas y su pulso latiendo con fuerza. Lo que encontró en sus páginas no era simplemente una lista de citas de negocios o anotaciones casuales, sino un meticuloso registro escrito a mano de los movimientos y actividades de alguien. Cada página estaba repleta de detalles, descripciones precisas y fechas que parecían formar un relato intrincado, revelando una historia que posiblemente estaba oculta a plena vista.
El 17 de octubre se llevó a cabo la firma del Contrato Matrimonial, lo que aseguraba el voto de Alvarado. Posteriormente, el 20 de noviembre, se realizó una visita de la niña del orfanato, identificada como Alana, al Dr. Zúñiga, quien se encargaría de realizar una evaluación de control. En el inicio del nuevo año, el 2 de enero, se programó una reunión con la tía H., conocida como Helena, para discutir las Cláusulas de Divorcio, que estaban detalladas en el Anexo A.
En el reverso de la última página de los documentos, se encontró un nombre junto con un número de teléfono. Este dato fue escrito con una caligrafía que era idéntica a la de Fernando, y el nombre que apareció fue el de Catalina Alvarado.