En las áridas tierras de Wadi Al-Rimal, donde el honor vale más que la vida y las mujeres son piezas de un destino pactado, Nasser Al-Sabah llega con una misión: investigar un campamento aislado y proteger a su nación de una guerra.
Lo que no esperaba era encontrar allí a Sámira Al-Jabari, una joven de apenas veinte años, condenada a convertirse en la segunda esposa de un hombre mucho mayor. Entre ellos surge una conexión tan intensa como prohibida, un amor que desafía las reglas del desierto y las cadenas de la tradición.
Mientras la arena cubre secretos y el peligro acecha en cada rincón, Nasser y Sámira deberán elegir entre la obediencia y la libertad, entre la renuncia y un amor capaz de desafiar al destino.
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El regreso de la cabra
Mariana se encontraba en el jardín cuando su madre ingreso.
— Muy bien dime que paso.
— ¿Porque debería haber pasado algo?, pregunto Mariana.
— Tienes treinta y tres años, podría contar con una mano las veces que tu padre se ha disgustado contigo y me sobrarían dedos comento Amira.
—¿ No es gracioso eso?, si en treinta y tres años yo contará cuantas veces lo disgusto usted, no me alcanzarían los dedos de las manos ni los pies exclamó Mariana
Amira se rio.— Es que tu padre es un gruñon.— Mariana se estaba riendo cuando escuchó una dulce voz.
— Tía Mariana, abuelita grito Rania corriendo hacia ellas.
Su hermano Malek caminaba junto a sus otros hijos detras.
Mariana abrazo a su sobrina mientras Amira tomaba en brazos a Zahira su pequeña nieta tenía dos años y era igual a Malek.
— Iremos al cumpleaños de Ghada, comento Rania.
Rayan y Rafiq saludaron a su abuela y tia...
Una hora después se encontraban comiendo en familia, Malek miro a su hermana.— ¿ Que sabes de Jalil?, pregunto.
— Que no lo he hecho llevar al desierto para que lo azoten hasta que madure, comento Mariana.
— Pues no sé que esperas, se comporta peor que un adolescente con sus hormonas alborotadas, esta peor que Asher en sus años y eso ya es mucho decir, comento Olivia su cuñada.
Mariana comenzó a reirse.— Lo que quiere decir que no hay esperanzas de que se regenere.
Khalil ingreso en ese momento, miro a su hija y se acercó, le ofreció sus manos.— Solo espero que todo salga bien, porque no quiero verte con ese cargo de conciencia.
— Lo se papá exclamó Mariana tomando las manos de su padre mientras se las llevaba al corazón.
Esa noche Mariana pensaba en lo que le había dicho su padre, si bien su plan parecía perfecto, por supuesto algo podía salir mal.
A la mañana siguiente Mariana se reunio junto a Kamal, quien le entregó las pocas peticiones que se habían hecho.
Mariana miro los sobres si habia diez sobres era mucho, lo cual era extraño.
Wadi Al-Rimal tenía una población cien personas según el último censo que había sido seis años atrás.
Mariana escuchaba a la asistente que había acompañado a los médicos.— Tenemos una población de quinientas personas, no hemos podido ver a los varones puesto que estaban en los colegios, las niñas estaban todas ahi.
— ¿De cuantas estamos hablando?, pregunto Khalil.
— Entre pediatría y ginecologia han atendido a 80 mujeres de hasta veintidós años. Ninguna ha pisado un colegio jamás sentenció la mujer.
— El estado de salud, pese a las privaciones es bueno en general comento Kamal.
Mariana abrió varios sobres y se los dio a su padre.
Khalil frunció el ceño, las peticiones eran de un heredero hombre.
Mariana leyó el papel solo había una petición para ella.