Alex Borisov es un Don de la mafia rusa. Tenía un acuerdo de matrimonio cerrado con la italiana Caterina Colombo, cuando él alcanzaba la mayoría de edad y ella era apenas una adolescente. Una de las cláusulas de ese acuerdo era esperar a que Caterina cumpliera dieciocho años, y que ella solo supiera que tenía un prometido el día de la boda.
Los años pasaron, y Alex fue víctima de una trampa, obligándolo a casarse con la joven, con quien tuvo una hija. Fueron meses viviendo amargados, recordando que no deseaba ese matrimonio. Él, que siempre había sido serio, se cerró a todo, como una piedra inaccesible. Hasta que, misteriosamente, su esposa es asesinada.
Cuando queda viudo, decide ir en busca de su verdadera prometida en Italia. Caterina llega a la vida de Alex con toda su intensidad y persuasión, dispuesta a sacudir su mundo y, con su insistencia, promete romper la piedra que él puso en lugar de su corazón.
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Capítulo 9
Alex
Bajé las escaleras, pensando en la mierda que acabo de hacer. No suelen desobedecer mis órdenes, y la terquedad de Caterina me volvió loco, fuera de mí. ¿Qué la hizo pensar que yo mandaría usar la ropa de mi difunta mujer? Hace tres meses que Deise murió, y yo mandé deshacerme de todo lo que era de ella en la primera semana.
En cuanto llegué al salón, vi a mi hermana con la cara cerrada y los brazos cruzados, pareciendo que quería matarme.
—Es un hecho que eres un ogro ambulante, pero me gustó mi cuñada, y no voy a aceptar que la trates mal —dice, y yo no le doy importancia.
—No sabes nada.
—Hasta los empleados oyeron su grito y el estruendo de la puerta, solo que no se pudo oír más porque tu habitación tiene aislamiento de sonido. ¿Qué le hiciste?
Mi padre entra por la puerta, con los padres y el hermano de Caterina, y yo camino hasta ellos, dejando a mi hermanita atrás sin respuesta.
—Señor y Señora Colombo, es un placer recibirlos aquí —digo, saludándolos, y ellos hacen lo mismo.
—Nos acomodaron muy bien en la casa de atrás. ¿Dónde está mi hija? —pregunta él.
—Ya debe estar bajando, se está arreglando.
—No la pusiste en la misma habitación que la tuya, ¿verdad? Sabes que... —cuestiona como un buen padre preocupado.
—No se preocupe, señor Colombo, respetaré a su hija hasta el día de la boda, que es pasado mañana. Ella está en la habitación principal para irse acostumbrando, yo estoy en otra habitación por ahora.
Me mira desconfiado. Pero probablemente no duda de mi palabra, solo está preocupado por su hija, lo cual es normal para un padre.
—Los consejeros ya están llegando —avisa mi padre, y yo solo asiento con la cabeza.
Nos acomodamos en el salón, para esperar a Caterina y a los dos consejeros. Unos minutos después, oigo los pasos en la escalera, luego Caterina aparece con un vestido color vino, es bonito, pero no es el que le pedí que se pusiera, no es ninguno de los que hay en el armario, probablemente es uno de los que trajo en la maleta. Reforzando su frase de que no usaría nada de otra mujer.
Doy una sonrisa disimulada, es terca y será un placer domarla y hacer que sea bien obediente. Voy a dejar que crea que la ropa es de la difunta un poquito más, será divertido. Si se fijara mejor, vería que casi todas tienen etiqueta todavía. Buena parte la elegí yo, principalmente los camisones y la lencería que estoy ansioso por verla usando.
La veo pasar e ir a saludar a sus padres, sin siquiera mirarme. Nos levantamos y yo la presento a mi padre.
—Ya debe haber conocido a mis hermanos, este es mi padre, Alexandre Borisov.
—Un placer conocerlo, señor —saluda a mi padre con educación, pero cuando me mira a mí, frunce el ceño.
No le doy importancia a eso. Después de unos minutos más, los consejeros llegan y nos dirigimos todos a la mesa, yo tomo la mano de Caterina, y la dirijo hasta la silla a mi lado. Ella me fulmina con la mirada, pero se sienta con postura y elegancia.
Fue criada en este medio, sabe comportarse y es lista. Con seguridad no me haría pasar vergüenza delante de otras personas. Incluso estando visiblemente enojada conmigo ahora.
El almuerzo sigue tranquilo, presento a Caterina a los consejeros que la aprueban. Ellos ya conocen a sus padres y a la mafia Colombo, saben que son buenos y justos.
Después de terminar, nos quedamos un poco en el salón y luego ellos se van. Los padres de Caterina dicen que van a descansar un poco del viaje, mis hermanos y mi padre también van a resolver sus cosas, dejándonos a solas.
Caterina se levanta para salir también, pero yo la jalo del brazo haciendo que se siente de nuevo.
—¡Oye, suéltame! Actúas como un hombre de las cavernas. ¡Pareces un bruto, que cree que puede hacer lo que quiera conmigo!
No suelto su brazo y la jalo hacia mí, haciendo que se siente en mi regazo de lado. Ella abre los ojos como platos, e intenta salir, yo con una mano aseguro sus piernas y con la otra aseguro su rostro, acercándolo al mío.
—No lo creo, puedo hacer lo que yo quiera —digo, y ella se queda callada, nuestros rostros están cerca y su mirada vacila hacia mi boca.
Sujeto su barbilla y pego mis labios a los de ella. La primera vez sintiendo sus labios suaves. Profundizo el beso metiendo mi lengua en su boca y ella corresponde, lo que me deja sorprendido, parece que ella misma se perdió en el intento de tratar de resistirse.
Me alejo con un beso corto, y ella me mira, coloca dos dedos en los labios, me empuja y se levanta de mi regazo de un salto.
—¿Por qué me besaste?
—¿Cuál es el problema con eso?
—No di permiso para que me besaras, eso es demasiado invasivo.
Me acerco a ella, llegando cerca de su oído.
—Pronto estaremos casados, las parejas se besan y cuando te tenga debajo de mí, gimiendo, un beso no será nada comparado con todo lo que voy a hacer contigo.
Hablo bajito y ella me mira sin reacción. Parece haberse quedado sin palabras.
—Con permiso.
Se gira y sube las escaleras rápidamente. Olvidé hasta que iba a pedir disculpas por más temprano.