Sara García siempre fue la "oveja negra" de su familia, una joven callada y tímida que creció entre las humillaciones de sus padres y las burlas de sus compañeros. Mientras el resto de la prestigiosa familia García brillaba en los eventos sociales de España, Sara era relegada a las sombras, ridiculizada incluso por su propia madre, quien le repetía que jamás sería más que una chica "fea y torpe".
Pero todo cambió cuando conoció a Renata, una joven rebelde y brillante en la universidad, quien le enseñó a confiar en sí misma. Juntas, desarrollaron NeuroLink, una tecnología revolucionaria capaz de conectar mentes humanas para compartir pensamientos y emociones en tiempo real. Decididas a demostrar su valía, patentaron el proyecto en secreto y amasaron una fortuna que mantuvieron oculta para protegerse de quienes siempre las subestimaron.
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El Interés de Jorge
El clima de los negocios no tardó en teñirse con un matiz más personal. La gala había terminado, pero las interacciones de esa noche dejaban rastros difíciles de ignorar. Sara, que había deslumbrado a todos, se encontró inesperadamente en el radar de dos hombres muy diferentes: Jorge, el arrogante seductor, y Rodrigo, el sabio empresario que parecía ver en ella un potencial único.
Jorge no podía sacarse a Sara de la cabeza desde aquella noche en la gala. Había algo en ella, algo distinto que no lograba entender. Tal vez era su belleza sencilla pero impactante, o tal vez era el hecho de que, por primera vez, la fea se convirtió en cisne, pero lo que más le dolía que por primera vez una mujer no había caído rendida a sus encantos.
En los días siguientes, comenzó a buscar pretextos para hablar con ella. La casualidad parecía forzada. La encontraba en los pasillos de la universidad, en las reuniones con otros empresarios, incluso en la cafetería más concurrida de la universidad.
—Sara, ¿verdad? dijo una tarde mientras ella revisaba su correo en su laptop.
Sara levantó la vista, confundida.
—Sí, Jorge. ¿Necesitas algo?
Jorge sonrió con la confianza que lo caracterizaba.
—No, solo quería saludarte. Me sorprende verte aquí tan seguido.
Ella arqueó una ceja.
—Es un espacio que forma parte de la universidad. No debería ser tan sorprendente.
Jorge soltó una carcajada, fascinado por su tono directo.
—Tienes razón. Pero me gusta tu forma de hablar. Directa y segura.
Sara no supo qué responder. Había algo en él que le incomodaba. No era solo su reputación como mujeriego, sino también la sensación de que sus palabras carecían de profundidad.
Mientras Jorge intentaba cortejarla con pequeños encuentros y comentarios halagadores, Rodrigo ocupaba un espacio completamente distinto en la vida de Sara. Después de la gala, él había mostrado un interés genuino por conocer más sobre ella y su proyecto.
Un día, la llamó para invitarla a almorzar en su oficina.
—Quiero hablar sobre cómo podemos impulsar tu proyecto dijo Rodrigo al otro lado de la línea.
Sara aceptó, intrigada.
Cuando llegó a la oficina de Rodrigo, quedó impresionada por la vista panorámica de la ciudad y el ambiente elegante pero acogedor del lugar. Rodrigo la recibió con una sonrisa cálida y un par de cafés.
—He estado investigando más sobre NeuroLink dijo mientras le ofrecía una carpeta con gráficos y estadísticas. Es una idea brillante, Sara. Pero también será un desafío posicionarla en un mercado tan competitivo.
Sara asintió, agradecida por el apoyo.
—Renata y yo hemos trabajado mucho en esto, pero sabemos que aún nos falta experiencia en el mundo empresarial.
Rodrigo inclinó la cabeza, pensativo.
—Ahí es donde puedo ayudarte. Verás, cuando tenía tu edad, también intenté desarrollar una idea innovadora, pero fracasé porque no tenía la guía adecuada. No quiero que pases por lo mismo.
Sara lo escuchó atentamente mientras él compartía historias de sus primeros años en el mundo de los negocios. Hablaba con sinceridad, revelando los errores que lo habían llevado a convertirse en el hombre exitoso que era hoy.
—Si estás dispuesta, puedo ser tu mentor ofreció Rodrigo. Puedo ayudarte a evitar algunos de los errores que yo cometí.
Sara se sintió honrada.
—Gracias, Rodrigo. Realmente aprecio tu apoyo.
Mientras hablaban, Rodrigo comenzó a abrirse más sobre su vida personal. Le habló de su esposa fallecida, de cómo había sido el amor de su vida y de lo difícil que había sido criar a Jorge solo.
—Jorge es un buen chico, pero aún tiene mucho que aprender sobre la vida y el respeto hacia los demás admitió con un suspiro.
Sara notó la tristeza en sus ojos, y algo en su interior se conmovió. Rodrigo no era solo un empresario poderoso; era un hombre con cicatrices profundas, alguien que había vivido tanto pérdidas como triunfos.
Mientras Sara comenzaba a construir una relación profesional y genuina con Rodrigo, las intenciones de Jorge se volvían cada vez más evidentes.
Un día, Jorge apareció en su oficina con un ramo de flores.
—Pensé que esto alegraría tu día dijo, colocándolas sobre su escritorio.
Sara, sorprendida, levantó la vista.
—Gracias, pero no era necesario.
Jorge se sentó en el borde de su escritorio, ignorando su tono distante.
—Vamos, Sara. Sé que no empezamos con el pie derecho, pero me gustaría conocerte mejor.
Ella se levantó, tratando de mantener la calma.
—Jorge, agradezco el gesto, pero estoy muy ocupada.
Él sonrió, como si no hubiera escuchado su rechazo.
—Siempre hay tiempo para un café.
Sara suspiró, frustrada.
—Lo siento, Jorge. No estoy interesada.
Jorge parecía confundido, como si no pudiera comprender cómo alguien podía rechazarlo.
—Está bien, Sara. Solo quería intentarlo. Pero si cambias de opinión, ya sabes dónde encontrarme.
Esa noche, mientras revisaba su día con Renata, Sara no pudo evitar comparar a Jorge y Rodrigo.
—Es increíble cómo dos personas tan diferentes pueden ser padre e hijo comentó.
Renata, siempre rápida con sus ocurrencias, respondió:
—Bueno, querida, no todos los mangos caen cerca del árbol. Rodrigo es un caballero, y Jorge... bueno, él es un mango verde que aún necesita madurar.
Sara rió, pero en el fondo sabía que la diferencia entre ambos era más que superficial. Rodrigo era alguien en quien podía confiar, alguien que veía más allá de su apariencia y su género para valorar su inteligencia y dedicación. Jorge, en cambio, parecía estar interesado solo en lo que podía ver a simple vista.
Con una sonrisa decidida, Sara concluyó:
—Rodrigo es un verdadero aliado. Y Jorge... bueno, él tendrá que aprender que no todo se consigue con una sonrisa y flores.