Isabella, una chica que creció entre la pobreza después de perder a su mamá una noche, viviendo entre las sirvientas conoce a Alessandro un hombre poderoso y peligroso que le enseñará el arte del amor.
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Dante
Rubén tenía claro en su mente la ubicación de Isabella; no era que no la hubiera buscado, simplemente había optado por no hacerlo. Sin embargo, había escuchado rumores sobre ella que le llamaron la atención. Se decía que Isabella era una mujer de una belleza deslumbrante y con una ética de trabajo admirable. Esa información, sin duda, resultaba muy atractiva para Rubén y podría beneficiarlo de alguna manera.
Después de unos días de reflexión, Rubén empezó a concebir un plan que le permitiera acercarse a su hija Isabella. Su intención era persuadirla, incluso forzarla, a que se casara con el hijo del mafioso. Este matrimonio era su única esperanza para liberarse de las deudas que lo atormentaban y que amenazaban con destruirlo. Con determinación, Rubén se propuso encontrar la manera de llevar a cabo su estrategia, sin importar las consecuencias que pudiera acarrear ni los sentimientos de su hija.
Una mañana soleada, Rubén llegó a bordo del automóvil de Dante y se detuvieron justo frente al dispensario en el que Isabella trabajaba.
—¡Vamos, Rubén! Baja ya y muéstrame a la mujer que va a saldar todas tus deudas! —exclamó Dante con una mezcla de entusiasmo y burla, mientras sus hombres empujaban a Rubén hacia fuera del vehículo.
Rubén salió del automóvil y se dirigió hacia el dispensario. Cuando Isabella lo vio, quedó paralizada en el lugar, como si se hubiera encontrado con un demonio. Deseó con todas sus fuerzas poder ocultarse, pero ya era demasiado tarde para eso.
Rubén se acercó y la abrazó con fuerza, mientras le decía:
—Hija mía, te he estado buscando.
Isabella, aunque intentaba reprimirse, temblaba de miedo. Era como si todos los recuerdos y traumas de su niñez volvieran a su mente en cuestión de segundos, atormentándola y llenándola de angustia.
Isabella, me gustaría hablar contigo un momento, por favor. Pero preferiría que fuera afuera, ya que no quiero causar molestias aquí, dijo Rubén, mientras tomaba suavemente del brazo a Isabella y la guió hacia la calle, con la intención de que Dante pudiera observarla.
Que es lo que quiere.!_ dijo Isabella con la voz temblorosa.
Soy consciente de que esto puede parecer inesperado, pero después del fallecimiento de tu madre, descubrí que ella había estado relacionada con personas muy peligrosas que, lamentablemente, fueron responsables de su muerte. Hace unos días, estos individuos regresaron y me han estado presionando para que cumpla con lo que tu madre había prometido. Dijo Rubén, tejiendo una narración completamente falsa.
No entiendo, mi mamá no salía de casa eso es mentira.!_ dijo Isabella.
Eso también pensé en su momento; creí que tu madre era una santa. Sin embargo, esos hombres me afirmaron que tu madre prometió que te casarías con uno de ellos al cumplir los veinte años, dijo Rubén, mirando a Isabella mientras sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.
Eso es una mentira, ¡vete!, exclamó Isabella, disgustada.
No estoy mintiendo. Y si no me crees, solo espera y lo verás. Ellos me amenazaron con matar a una mujer llamada Inés. No sé quién es, pero me dijeron que la harían sufrir de tal manera que te arrepentirías de no cumplir con lo que tú madre prometió dijo Rubén.
El corazón de Isabella se vio invadido por una profunda angustia en el momento en que escuchó el nombre de Inés. Para ella, Inés era como una figura materna, casi una abuela, una persona a la que había querido y respetado con todo su ser. La idea de que pudiera sucederle algo malo era simplemente insoportable. Isabella se quedó paralizada por un instante, con una sensación de desasosiego que le atenazaba el pecho, incapaz de imaginar un mundo en el que Inés no estuviera presente, llenando su vida de amor y sabiduría.
Por qué haces esto padre, Inés no tiene nada que ver ella es inocente.!_ dijo Isabella limpiando sus lágrimas.
No fui yo, fue tu madre quien provocó toda esta situación. Ella te entregó a esos hombres; no sé qué tipo de deudas tenía, pero ahora me están exigiendo que te cases con uno de ellos en tan solo dos días. Si no lo haces, esa pobre mujer sufrirá las consecuencias. Debo irme, pero piénsalo bien... dijo Rubén, dejando a Isabella desconsolada, llorando y temblando de miedo.
Rubén se acomodó de nuevo en el asiento del automóvil de Dante, quien lucía una amplia sonrisa en el rostro.
—Eres un miserable, ¿dar a tu hija a cambio de saldar tus deudas? —exclamó Dante, con cierto desdén.— La chica es ideal para mi hijo. Una vez que se celebre la boda mañana, estarás completamente libre de tus obligaciones financieras.
—¿Mañana? —preguntó Rubén, atónito.
—Así es, mañana. Asegúrate de que tu hija esté lista y en el altar a mediodía con mi hijo. ¿Hay algún problema, acaso? —inquirió Dante, con una mirada desafiante.
—No, para nada, señor —respondió Rubén, intentando ocultar su nerviosismo.
por otro lado Isabella tienes que ser más fuerte deja de lamentarte de que el este con otra y no te mire a ti que si lo hace pero se hace el pendejo por Dios date tu lugar y que seas la esposa no necesariamente debes estar encerrada comí dices tú te gustaba atender a las personas busca empleo en el hospital no necesariamente debes estar en casa
por que si caía ahorita ante el ya te jodiste
ALEZZANDRO.....🤭