Emma jamás imaginó que amar a Andrew significaría estar condenada a huir. En un mundo donde humanos, brujos y cambiaformas coexisten bajo frágiles pactos, Emma, una joven común, se ve arrastrada al corazón de una guerra silenciosa tras enamorarse de Andrew, el heredero de una poderosa manada de licántropos. Su amor es puro, peligroso… y totalmente prohibido. Mientras la manada se tambalea y aliados inesperados caen uno por uno, Emma deberá encontrar la fuerza para sobrevivir, escapar y luchar por lo que ama. Pero no está sola: cada elección que haga resonará en un destino mayor, donde el sacrificio, la magia y la sangre van de la mano. Un amor prohibido. Un secuestro brutal. Una guerra inminente.
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Capitulo 7: Su nombre es Emma
Andrew
Estaba sentado al borde de la cama, con los codos apoyados en las rodillas y las manos enterradas en el cabello. Cada centímetro de mi cuerpo estaba tenso, y no podía sacarme a esa mujer de la cabeza.
Su rostro, su voz… y ese aroma.
Mi lobo rugía dentro de mí, inquieto, desbordado por lo que ella provocaba en nosotros.
Mía
No había nada en este mundo tan embriagador como su olor, y cuando había cerrado la puerta en mi cara, ese perfume había quedado flotando en el aire como una tortura.
Me levanté bruscamente, comenzando a caminar por la cabaña. La madera crujía bajo mis botas mientras iba de un lado a otro, tratando de calmarme, pero no servía de nada.
La recordaba allí, frente a mí, y la forma en que su cuerpo había reaccionado, sin que pudiera evitarlo. Podía percibir las feromonas que su piel liberaba, y era como un elixir imposible de resistir.
—Maldita sea… —gruñí, apretando los puños.
No podía perder el control tan rápido. Había decidido ser paciente. Ir despacio. Ella ni siquiera sabía quién o qué era yo, y ya la había asustado suficiente.
Mate
La palabra resonaba en mi mente como un eco, cada vez más insistente.
—¡Cállate! —le grité a mi lobo, como si estuviera frente a mí.
Él solo rio, disfrutando de mi frustración. Sabía que tenía razón, pero admitirlo solo complicaría las cosas. Ya había metido la pata una vez. Esta vez lo haría bien.
Cuando el sol alcanzó su punto más alto, no pude resistirlo más. Salí de la cabaña y seguí su rastro. Su aroma estaba, por todas partes, una mezcla de miel y algo salvaje que no podía identificar.
Mi lobo gruñía, reclamándola, mientras yo intentaba mantenerme enfocado.
Despacito, Andrew. Paso a paso.
La seguí hasta el pueblo, tratando de no acercarme demasiado. Su felicidad flotaba en el aire como un canto de sirena, y el simple hecho de saber que estaba contenta hacía que algo en mi pecho se aliviara.
La vi entrar a la tienda de Helen desde la distancia. Si entraba, ella lo notaría de inmediato, y no quería asustarla otra vez.
Me quedé fuera, observando. Su risa llegó hasta mí como una brisa cálida, y algo en mi interior rugió de placer al escucharla. Pero la paz no duró mucho. Vi cómo un hombre entraba en la tienda y la miraba de una manera que hizo que mi sangre hirviera. Al principio, intenté contenerme, pero luego lo vi acercarse demasiado. Cuando puso una mano en su cintura, perdí la cabeza.
Mi lobo tomó el control por un segundo, y el gruñido que salió de mi pecho fue tan profundo que incluso los pájaros en los árboles cercanos se dispersaron. No podía tolerar eso. Ella era mía.
Entré antes de que mi mente pudiera razonar las consecuencias. El tipo estaba inclinándose hacia ella, forzándola, y su miedo llenaba el aire como un golpe directo a mi pecho. En un parpadeo, lo aparté de ella con un movimiento que apenas requería fuerza.
El idiota cayó al suelo, y cuando trató de defenderse, lo silencié con una mirada que habría hecho temblar a un oso.
—¿Estás bien? —pregunte por encima de mi hombro tratando de controlar los impulsos.
—No quería… –Empezó a decir el idiota.
—Lárgate. Y si vuelves a tocarla, te arrepentirás.
Voltee a ver al pobre venado que tenía detrás de mí, sus ojos llorosos a punto de derramar lágrimas me mataron.
—¿Te hizo daño?
Ella negó con la cabeza enterrada en el suelo, extendí una mano esperando que ella la tomara, y así lo hizo. Él
—Estás a salvo ahora —dijo, su voz suave, casi un susurro.
Me volví hacia ella, mi lobo aullando en mi interior, queriendo consolarla, asegurarse de que estaba bien.
—¿Estás bien? —pregunté, más suavemente de lo que pensaba que era capaz en ese momento.
Cuando la vi temblar, algo en mí se rompió. Antes de darme cuenta, la había abrazado, acercándola a mí como si necesitara comprobar que realmente estaba a salvo. Su calor contra mi cuerpo era como un bálsamo, calmándome.
Ella soltó un jadeo en mi pecho que me hizo estremecer de pies a cabeza.
Fue entonces cuando recordé mi decisión. Solté un suspiro y me separé rápidamente, incómodo con lo fácil que había cedido a mis impulsos.
—Lo siento. Solo quería asegurarme de que estabas bien.
Ella me miraba con sorpresa, como si no supiera cómo reaccionar, pero antes de que pudiera decir algo, Helen apareció de la nada.
—¡Emma! ¡Mi niña! —gritó, abrazándola y rompiendo la tensión del momento.
Entonces su nombre es Emma…
Me quedé a un lado, observando cómo Emma se refugiaba en los brazos de Helen, su cuerpo todavía un poco rígido, pero más relajado. Mi lobo se calmó un poco al verla más tranquila, aunque la necesidad de protegerla seguía siendo abrumadora.
La señora Helen, con sus ojos bondadosos y su sonrisa cálida, me miró mientras Emma terminaba de explicarle lo que había pasado. La anciana se acercó y me dio una palmada en el brazo, algo que rara vez toleraba de otros humanos. Pero Helen siempre había sido diferente; su aroma no me incomodaba y su manera de ser me recordaba a una madre loba protegiendo su territorio.
—Gracias, Andrew. No sé qué habría hecho Emma si no hubieras estado aquí. —Su tono era genuino, y pude sentir su gratitud como si flotara en el aire.
—No fue nada, Helen. —Intenté restarle importancia mientras me pasaba una mano por el cabello.
Helen siempre había sido una de las pocas humanas que soportaba. Quizás porque nunca había invadido mi espacio ni me miraba como si fuera una criatura extraña. Cada vez que necesitaba algo del pueblo, iba a su tienda, aunque odiara interactuar con los demás. Si había una humana que podía decir que me agradaba, era ella.
Cuando salimos de la tienda, el silencio entre nosotros era casi tangible. Emma caminaba en silencio junto a mí, con los brazos cruzados como si tratara de protegerse del aire fresco que corría entre los árboles. Sentía su incomodidad, y aunque mi lobo no entendía por qué ella parecía tan distante, yo sabía que tenía que ir con cuidado.
Ya veo venir el giro que tomara la trama
Digo, no es normal que ella como humana pueda sentir el aroma de Andrew, se supone que es entre especies.
Es eso o tiene muy buen olfato mi chica Emma 😂😂😅
Necesito mi dosis diaria de Andrew