"Después de un accidente devastador, Leonardo Priego se enfrenta a una realidad cruel: su esposa está en coma y él ha quedado inválido. Con su hija de 4 años dependiendo de él, Leonardo se ve obligado a tomar una decisión desesperada; conseguir una sustituta de su esposa. Luna, una joven con una vida difícil acepta, pero pronto se da cuenta de que su papel va más allá de lo que imaginaba. Sin embargo, hay un secreto que se esconde en la noche del accidente, un secreto que nadie sabe y que podría cambiar todo. ¿Podrá Leonardo encontrar el amor y la redención en esta situación inesperada? ¿O el pasado y el dolor serán demasiado para superar? La verdad sobre aquella fatídica noche podría ser la clave para desentrañar los misterios del corazón y del destino".
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Matrimonio legal y sin amor.
Llegamos a la casa y me bajé molesta. Entré a la habitación y ya había tomado la decisión. Si él quería que fuera así, entonces yo también tendría mis propias decisiones. Recibí un mensaje de Limber.
—Hola, ¿qué pasa? —le dije a Limber por mensaje de texto.
—Necesito hablar contigo en el bar —me respondió.
—Sí, iré —le dije y borré el mensaje.
No me pensaba dejar, no me dejaría ni de mi tía ni de mi prima. Me iba a andar dejando ahora de él.
Lo escuché entrar y me metí a bañar. Tardé en el baño y salí hasta que me dio la gana. Tomé unas sábanas y él solo me observó. Caminé a la sala y los sillones eran muy cómodos. Puse la alarma en mi celular en un par de horas, tenía que ir a trabajar. Me acosté, no sin antes prender la televisión, y me quedé dormida viéndola.
Me giré, pero sentí un cuerpo a mi lado. Me sentí muy cansada que ni los ojos podía abrir hasta que escuché la alarma. Me desperté en la cama y me levanté de golpe, viendo que no eran las 10 pm, sino las 10 am. Me sentí confundida, ya que no soy de cambiar las alarmas. Solo las apago y prendo, no he modificado nada. Tenía varias llamadas de mi jefe y de Limber. Se suponía que lo vería en el bar, miro la cama y se supone que me quedé dormida en el sillón, ¿como llegué aquí?
Miro a los lados y no está él. Me aseo y cambio de ropa. Lo pienso y eso haré. Iré a buscar a Leonardo a exigirle el acta y si no la hay, me iré. ¿Por qué no tenemos nada que hacer juntos si ni siquiera estamos casados? Eso es lo más probable. Él no sé en qué está metido y ahora hasta yo corro peligro.
Le marqué y respondió al segundo tono.
—¿Qué ocurre? —me preguntó.
—¿Dónde estás? —le pregunté, y se escuchaba como interferencia.
—Alguien tiró mi celular y por eso se escucha así. Mandare a mi chófer para que te traiga —me dijo sin más y colgó.
Vaya, hasta que estamos de acuerdo en algo. Me terminé de arreglar y en mi bolso metí mis cosas.
Tocan la puerta y cuando salgo, es un sujeto que tiene abierta la puerta del auto.
—Me envió el señor Leonardo —me dice.
Asiento y subo. Nos sigue una camioneta por detrás. Llegamos a un edificio enorme. Me abren la puerta y bajo, entrando al edificio que tengo enfrente.
—¿Tiene cita? —me preguntan, y yo niego.
—Me llamo Luna Carpio y... —No me deja terminar, diciéndome que suba y me dice que número es de nivel, o sea, el último.
Subo al elevador, apretando el botón del último piso, y las puertas se cierran subiendo rápido. Llegó y cuando las puertas se abren, salgo. Las oficinas son transparentes, y diviso a Leonardo en la más grande. Está en una silla principal y su silla de ruedas no se dónde está. Me mira cuando entro. Las personas que están con él salen, excepto uno con lentes.
—Soy el abogado con el que habló por teléfono hace días. Mucho gusto —me dice, extendiendo su mano.
—Ah, sí. Lo siento. Mucho gusto —le digo, dándole la mano.
—Mi cliente, el señor Leonardo, me comentó que necesitaba una copia del acta, al parecer —me dice, sacando una carpeta de su maletín.
—Sí —le digo, agarrando la carpeta.
—¿Necesita algo más? Con gusto puede decírmelo. Si es todo, me retiro —me dice, mirándome y luego a Leonardo.
—¿Tienes alguna duda? Aprovecha que está el abogado —me dice Leonardo.
—No —le digo, negando con la cabeza.
El abogado sale y yo suspiro con la carpeta.
—Esa hoja no la puede ver cualquiera, así que ten cuidado con quién la llevas —me dice Leonardo, sacando algo de una gaveta.
Desliza un sobre en su escritorio y solo lo miro.
—Ábrelo —me dice.
Así lo hago. Me tenso cuando veo que es la invitación para la boda de mi prima.
—Es una invitación para mí y para mi esposa. Si quieres ir, házmelo saber —me dice.
Aprieto el sobre rompiendolo y tirandolo a la basura.
—Si hay mejoría en su esposa, hágamelo saber. Es lo único que me interesa —le digo, saliendo.
Cuando paso por una oficina, veo al abogado sentado en una silla y riéndose fuerte. Nada que ver con la persona seria que me habló hace rato. Ni siquiera lentes tiene. Me mira y se pone serio.
Subo al elevador rápido y cuando llego a la planta baja, salgo rápido llamando al número de Limber.
—Por favor, necesito hablar con tu abogado —le digo.
—Claro, si quieres te doy la ubicación de su despacho. ¿Ocurre algo? —me pregunta.
—No, solo que mi prima se casa y quiero saber cómo siguen las cosas —le respondo.
—Sobre eso, invitaron a Yesenia y quiere que la acompañe —me dice.
—Ve, no te preocupes —le digo.
—Ya le dije que no iré —me responde.
—Ve con ella, si es por mí no te preocupes —le digo.
Me da la dirección y detengo un taxi. Subo y llego al despacho. Me recibe el señor muy amable.
—Hola, ¿en qué puedo ayudarte? —me pregunta.
—Quiero saber si esta acta es real, o sea, si es legal —le respondo.
—Lo que quieres saber es si el matrimonio es real, si está registrado en el libro de actas —me dice.
Asiento y él agarra la hoja viéndola. Abre su computadora y no sé qué tanto escribe para después ver la hoja y a mí.
—Señorita, esta acta es válida —me dice.
—Creo que no me expliqué bien. Disculpe, pero el hombre está casado, o sea, su esposa está en coma. Creí que quizás esta acta sea de mentira, o cómo alguien puede estar casado con dos —le digo.
—Señorita, eso sería bigamia, y es ilegal. Si así fuera, el segundo matrimonio, en este caso el de usted, sería anulado de inmediato —me dice.
Sonrío, ya que eso estaría perfecto.
—¿Entonces usted puede anularlo? —le pregunto.
—No, solo es así. Necesito hacer una investigación y en base a eso ya se saca la conclusión —me responde.
—¿En cuánto tiempo sería? —le pregunto.
—En unas horas. Déjeme su número y ya yo le mando la información —me dice.
Escribo mi número en un papel y me da una cuenta para depositarle. Salgo de su despacho, suspiro y siento que todo empieza a mejorar.
Llego a su casa y empiezo a empacar. En cuanto el abogado me diga lo que ya sé, me iré de aquí. Termino de empacar y bajo a la cocina a cocinar algo. Cómo mientras le escribo a mi jefe que me disculpe por lo de ayer, pero que hoy me presentaré normal. Busco rentas de casas y encuentro una. Pregunto por la mensualidad y deposito.
Transfiero el pago al abogado y sigo viendo la casa cuando entra una llamada.
—Hola, señorita —me dice el abogado.
Voy por mis maletas, feliz y con el teléfono en la oreja.
—Ya le envié el pago —le digo.
—Sí, ya lo recibí. Señorita, me llegaron los resultados y efectivamente el señor estuvo casado, pero se divorció legalmente. Luego contrajo nupcias con la señora Luna Carpio, legalmente. Me imagino que es usted a su que si, matrimonio es válido y no hay nada de malo en ello. Todo está en regla —me dice.
Dejo las maletas en su lugar, sentándome en la cama, ya que no puedo pronunciar ninguna palabra.
En lo único que puedo pensar en que estoy casada con un hombre sin amarlo y puedo ver en sus ojos que me odia como si le hubiera hecho algo.