Klaus Glendson Cassano es el primogénito de la familia más temida de Manchester. CEO de una gran empresa y Don de una de las mafias más influyentes, es conocido por su frialdad, su inteligencia aguda y una brutalidad sin límites. Entre noches llenas de fiestas y una vida de poder absoluto, Klaus vive bajo la constante presión del consejo para cumplir un deber que insiste en postergar: el matrimonio.
Tras años evitando compromisos, el consejo decide intervenir y pone en riesgo su título como Don. Obligado a elegir una esposa entre las herederas de la mafia, Klaus se niega a ser manipulado. Acepta casarse… pero con una condición: la elección será suya, y solo suya.
Entre amenazas veladas, alianzas políticas y juegos de poder, Klaus inicia su propia cacería. Pero lo que era solo una obligación estratégica puede convertirse en un desafío aún mayor cuando la mujer equivocada —o demasiado correcta— cruza su camino.
Porque, en el mundo de Klaus Cassano, amar es debilidad. Y él no acepta flaquear.
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Capítulo 4
Otra vez esa misma sensación, siento su mirada repugnante sobre mí y sentir eso es como un cuchillo en mi garganta. Miro alrededor de la habitación, las ventanas están cerradas con llave y la puerta también, pero siento que me está observando.
Mi pecho subía y bajaba, no consigo controlar mi respiración, me inclino y cojo el cuchillo que dejé en la mesita de noche, oigo pasos en dirección a la puerta, miro por debajo y veo que hay alguien al otro lado de ella, trago saliva, sujeto con firmeza el cuchillo y salgo de la cama sigilosamente.
Escondo el cuchillo detrás de la espalda y con la otra mano, sujeto el pomo con recelo. En cuanto abra la puerta, pondré fin a esta sensación angustiosa, a todas las noches que me quedo despierta con miedo de él. En este momento mi mano tiembla como vara verde y mi corazón parece que va a explotar en cualquier momento. En cuanto me armo de valor, abro la puerta.
- Alana, ¿ya estás despierta? Aún son las 5:50 de la mañana.
Dice la hermana Fátima, una monja que cuida de mí desde mis 15 años.
Pongo una sonrisa forzada y sigo con el cuchillo detrás de la espalda, ¡Jesús! Casi mato a la única persona que se preocupa por mí.
- ¿Alana?
Salgo de mis pensamientos cuando ella me llama.
- ¿Eh? ¿Qué?
-Mi niña, andas tan distraída.
Dice tocando mi rostro.
- Disculpa, hermana Fátima, no quería despertarla, tuve una pesadilla y no conseguí volver a dormir.
Miento y ella sigue acariciando mi rostro.
-Mi niña, si quieres puedo quedarme aquí contigo, aún es muy temprano.
-Sí quiero, usted es un ángel en mi vida, hermana Fátima.
Digo y ella me abraza, por un descuido el cuchillo cae al suelo, pero rápidamente lo empujo con el pie debajo de la cama.
-¿Qué ruido fue ese?
Pregunta alejándose del abrazo y mirando al suelo.
-Algo debió caer, pero no debe ser nada importante. Ahora, ¿podemos acostarnos? Tengo sueño.
Ella pone una sonrisa.
-Tienes toda la razón, no debe ser nada. Claro, mi amor, vamos a acostarnos.
Caminamos hasta la cama, nos acostamos y ella sonríe.
-Recuerdo cuando tenías 17 años, siempre tenías pesadillas y te despertabas gritando, entonces yo me acostaba contigo y solo así conseguías dormir tranquilamente.
La hermana Fátima no lo sabe, pero fue exactamente en ese período que aquel monstruo comenzó a "visitarme" mientras dormía, yo siempre fingía que estaba durmiendo, pero cuando él comenzaba a tocarme, yo gritaba y cuando abría el ojo, no había nadie, Fátima siempre corría para acá y yo decía que era una pesadilla, pero la ventana de la habitación siempre estaba abierta, lo que era extraño, ya que cuando yo dormía, siempre la cerraba.
Como no tengo pruebas, yo solo finjo que tengo pesadillas, pero el olor asqueroso de su perfume exhala mientras finjo dormir.
-Gracias por ser la única persona que se preocupa por mí, hermana Fátima.
Digo y ella me mira con pena.
-No digas eso, tu padre y tus hermanos se preocupan por ti, niña.
-Claro, se preocupan tanto que me abandonaron en este fin del mundo.
Digo tirando de la cobija hacia mí.
-Querida...
-Vamos a dormir, por favor.
Digo cerrando los ojos, ella suspira y yo acabo durmiéndome.
Me despierto con la claridad incomodando mis ojos, miro a la pared y veo que ya son las ocho, levantándome, me ducho y hago mi higiene personal, me pongo un vestido floreado y bajo, en cuanto llego a la cocina siento un olor delicioso.
-Buenos días, hermana Fátima, ¿qué olor maravilloso es ese?
Pregunto sonriendo.
-Buenos días, mi querida. Hice un desayuno especial hoy.
Dice contenta.
-¿Por qué especial?
-¿Olvidaste que hoy es el día que tus hermanos vienen a visitarla?
¡Verdad, me había olvidado completamente! Ellos son los únicos que aún vienen a verme.
Sin darme tiempo de responder a Fátima, oigo una voz familiar.
-¡Hola, hermanita!
Miro rápidamente y veo a Leon todo elegante con una sonrisa, corro hacia él y lo abrazo.
-¡Hermano! Tenía tantas ganas de verte.
Él retribuye el abrazo y acaricia mi cabello.
-Yo también, hermanita.
Me alejo sonriendo y miro a los lados.
-¿Dónde está Guxta? También tengo ganas de verlo.
Pregunto y Leon pasa la mano por los cabellos.
-Guxta no pudo venir, tuvo que quedarse cuidando de un asunto, pero mandó abrazos y decir que él está con ganas de verte.
Yo cruzo los brazos.
-Imagino ese "asunto", continúan matando personas, ¡eso es crimen y pecado!
Digo y Leon ríe.
-Convives tanto con Fátima que estás comenzando a volverte monja.
-Debe ser eso mismo, ya que ella es lo más cercano que tengo a una "familia" ya que tú, Guxta y nuestros padres me abandonaron aquí.
Digo y él suspira.
-Alana, ya he dejado claro que es para tu bien. No quiero discutir sobre eso contigo.
-Tu hermano tiene razón, es mejor que se sienten y tomen este café que acabo de servir.
Dice hermana Fátima y es exactamente lo que nosotros hacemos. La mañana pasó bien rápido, yo y Leon nos divertimos mucho, paseamos en la pequeña ciudad e hicimos compras que darán para el próximo mes.
Yo estaba con recelo, pero necesito hablar para alguien lo que sucede cuando la noche llega, yo y Leon andábamos en frente de los guardias de seguridad que sujetaban las bolsas.
-¿Leon?
-Sí.
-Eh...tengo una sensación extraña mientras duermo, como si alguien me observara y a veces hasta me tocara, yo-
-Deben ser alucinaciones.
Dice sin importarle.
-¡No lo es! ¿Será que podrías reforzar la seguridad de la casa?
Pregunto y él pasa la mano en el rostro.
-Ya hay hombres suficientes, debe ser solo impresión tuya.
-Pero-
-Basta de ese asunto, Alana.
Aún con rabia, yo resuelvo callarme, mis ojos arden con las lágrimas a punto de rodar, pero solo trago el llanto.
Él almorzó con nosotros y después se fue, dijo que iría a una fiesta y como el viaje es largo, él necesitó irse luego. Yo fui para la pequeña terraza de la habitación, cogí un cuadro, mis pinceles, las pinturas y comencé a dibujar el paisaje, ese es mi principal pasatiempo, ya que solo puedo salir si es para la iglesia con Fátima.
¡Jesús! Es tan sofocante ser el "secreto" de la familia, intenté por años arrancar de Fátima el motivo de haberme mandado para acá, pero ella nunca responde, siempre cambia de asunto. Y como si no bastase eso, Leon no creyó en nada de lo que yo dije, pero tengo certeza que Guxta habría creído en mí.
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Alana Rossi Martineli.
22 años, una niña dulce, simpática y muy alegre.