Alex Borisov es un Don de la mafia rusa. Tenía un acuerdo de matrimonio cerrado con la italiana Caterina Colombo, cuando él alcanzaba la mayoría de edad y ella era apenas una adolescente. Una de las cláusulas de ese acuerdo era esperar a que Caterina cumpliera dieciocho años, y que ella solo supiera que tenía un prometido el día de la boda.
Los años pasaron, y Alex fue víctima de una trampa, obligándolo a casarse con la joven, con quien tuvo una hija. Fueron meses viviendo amargados, recordando que no deseaba ese matrimonio. Él, que siempre había sido serio, se cerró a todo, como una piedra inaccesible. Hasta que, misteriosamente, su esposa es asesinada.
Cuando queda viudo, decide ir en busca de su verdadera prometida en Italia. Caterina llega a la vida de Alex con toda su intensidad y persuasión, dispuesta a sacudir su mundo y, con su insistencia, promete romper la piedra que él puso en lugar de su corazón.
NovelToon tiene autorización de Josy Santos para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 24
Caterina
Alex parecía saber que había tenido un orgasmo. Mi clítoris palpitaba, mi cuerpo hormigueaba, mi corazón estaba acelerado y mis piernas temblaban. Apenas podía mantenerme en pie. Alex me tomó en brazos y me llevó a la cama, y cuando pensé que iba a continuar, simplemente se alejó.
—¿A dónde vas? —caminó hacia el baño.
—Necesito una ducha —dijo y entró al baño.
Pensé en ir tras él, pero solo me senté en la cama. Tal vez todavía estaba pensando en cancelar este matrimonio, por eso no quiso consumar el acto de inmediato. El primer día puede que me haya bloqueado, pero ahora, después de que él lograra tocarme, estaba lista para entregarme a él.
Me quedé sentada en la cama, él salió con una toalla atada a la cintura, directamente del baño hacia mí. Se sentó en la cama y su mano vino a mi muslo comenzando a acariciar. Crucé los brazos, él suspiró y quitó la mano de mí.
—¿Qué pasa ahora? Solo fui a ducharme. Ven aquí...
Quiso jalarme, pero me solté de él, me levanté de la cama y volví a cruzar los brazos.
—¿Qué pasa esta vez, Caterina? Solo quiero tener sexo con mi mujer, ¿será tan difícil que eso suceda?
Como siempre, ya se irrita. Este hombre de las cavernas.
—Me enojé cuando no creíste en mí y me dejaste sola, todavía no te he perdonado. Y ayer todavía dijiste que me ibas a devolver a mi padre y dormiste fuera.
Pasó las manos por el cabello, suspiró y me miró.
—Estaba resolviendo asuntos de la mafia, Caterina, pasé casi toda la noche en vela. Y reconocí mi error al no creer en ti e intenté corregirlo. Y sobre devolverte no hablaba en serio, pero ahora estoy empezando a considerar la idea, porque solo puedes haber venido con la misión de volverme loco.
Se acostó en la cama, estiró las piernas y colocó los brazos sobre la cabeza. Observé su abdomen definido, sus brazos musculosos. Se podía ver su miembro suspendiendo la toalla de tan erecto que estaba. Me senté en la cama, mirando el volumen, recordando su tamaño e imaginando si aquello cabría en mí. Respiré hondo, desvié la mirada por un instante, luego lo miré a él.
—Saliste de aquí de Rusia, para ir tras mí a Italia... —comencé y él me miró—. ¡No vas a cancelar ningún matrimonio! Yo estaba viviendo mi vida tranquilamente y fuiste allá, y me pediste a mi padre. Ahora vas a tener que aguantarme.
Se quedó solo mirándome, no dijo nada y fue su turno de cruzar los brazos. Me acerqué más, me puse de rodillas en la cama y fui hacia él y me senté en su regazo con una pierna a cada lado, coloqué las manos en su hombro. Él se acomodó y su mano vino a mi cintura.
—No juegues con fuego, Caterina.
—Tú fuiste tras mí, así que vamos a consumar este matrimonio de una vez, para que no tengas ninguna chance de querer cancelar. Vas a tener que aguantarme, toda la vida.
Él agarró mi nuca con fuerza, acercó su boca a la mía.
—Esta vez no voy a parar ni aunque supliques, diablita. —dijo en tono de promesa.
—No me llames diablita. —reclamé y él pasó la nariz por mi cuello. Todavía sentía mi cuerpo caliente por el orgasmo de algunos minutos. Me erice entera.
—Tu diablita con cuernos y cola. —dijo y esta vez no tuve cómo reclamar, pues él me besó, pareciendo que quería devorarme.
Gemí cuando su mano vino a mi seno y comenzó a palpar, luego abrió mi bata y la quitó, colocó uno de mis senos en su boca. Sentí un choque, el gemido salió. Yo estaba totalmente entregada, me sentía lista. Él comenzó a chupar mis senos, mientras su mano descendió nuevamente a mi intimidad y comenzó a masturbarme de nuevo.
Él paró de chupar mis pechos y me besó, continuó haciendo los movimientos en mi clítoris y esta vez el orgasmo vino aún más intenso, me temblé entera en su regazo.
Él me acostó en la cama y se quitó la toalla de su cintura. Miré su miembro grande, sabiendo que tendría que aguantar.
Él vino sobre mí, quedando entre mis piernas, apoyó uno de sus brazos en el colchón y con la otra mano, sostuvo su miembro, sentí cuando él tocó mi entrada y yo cerré los ojos.
—Abre los ojos, Caterina. Mírame. —él habló como una orden y yo abrí los ojos, viéndolo mirarme con intensidad.
Sentí que él comenzaba a empujar, y sentí arder, parecía que iba a rasgarme.
—Ay Alex, está doliendo mucho. —reclamé, pero yo no quería que él parara.
—Solo relájate, va a mejorar... —él dijo y me besó, y mientras me besaba él iba entrando y saliendo despacio, al principio la ardencia fue mucha, pero después fue mejorando, yo me excité y más mojada y la sensación fue quedando mejor.
Él continuó yendo despacio y cada vez yo sentía entrando más, hasta que sentí mi intimidad toda preenchida y él paró.
—Ahora no hay más vuelta atrás, esposa. Yo quité tu pureza y tú me perteneces hasta la muerte.
Él habló con tanta intensidad. Yo estaba gustando de la sensación de tener el calor de su cuerpo junto al mío, esparcí mis manos por su espalda, jalándolo para más cerca de mí.
—Continúa... —pedí, y él comenzó a moverse dentro de mí, aún ardía un poco, pero la sensación ya estaba muy gustosa.
Él aumentó los movimientos y yo comencé a gemir, aquella calentura volvió, el hormigueo, el escalofrío en el vientre. Sabía que tendría otro orgasmo, él comenzó a ir bien fuerte y mismo aún ardiendo por estar siendo mi primera vez, estaba gustoso. Era una sensación nueva, pero era una delicia sentir él entrando y saliendo. Tuve otro orgasmo y él aumentó aún más los movimientos, sentí su miembro palpitando dentro de mí, después él paró y soltó un gemido ronco y alto. Percibí que él también había gozado.
Él salió despacio de dentro de mí y se tiró a mi lado.