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MI VECINO ES MI EX

MI VECINO ES MI EX

Status: En proceso
Genre:Comedia / Padre soltero / Amor-odio / Malentendidos / Romance de oficina / CEO
Popularitas:8.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Yazz García

Cuando Seraphine se muda buscando paz, jamás imagina que su nuevo vecino es Gabriel Méndez, el arquitecto que le rompió el corazón hace tres años… y que nunca le explicó por qué.

Ahora él vive con un niño de seis años que lo llama “papá”.
Un niño dulce, risueño… e imposible de ignorar.

A veces, el amor necesita romperse para volver a construirse más fuerte.

NovelToon tiene autorización de Yazz García para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

De vuelta a la oficina

...CAPÍTULO 16...

...----------------...

...SERAPHINE DÍAZ ...

El lunes llego con esa sensación idiota de “nuevo inicio” que solo aparece cuando una parte de ti aún no ha procesado que cometió un error de proporciones olímpicas… o varios, si contamos los que involucraban alcohol, labios, abrazos prohibidos y un niño de seis años que te despertó con los ojos a diez centímetros de tu cara.

Todo muy normal, realmente.

Llegué a la oficina antes que todos. Era raro. El edificio estaba tan silencioso que se podía escuchar el mal humor de Gabriel resonando desde dondequiera que estuviera conduciendo.

Encendí mi computador, respiré hondo y me repetí mentalmente, como si fuera un mantra:

“Amigos. Solo amigos. Nada más.”

Cinco minutos después ya lo odiaba.

Porque la puerta principal se abrió de golpe, y Gabriel entró como si la vida le debiera dinero: el cabello ligeramente despeinado, la corbata torcida, la camisa arremangada a la mitad del antebrazo…Cara de hombre que tuvo que perseguir a su hijo para que se pusiera los zapatos para ir a la escuela.

—Días —murmuró, dejando su maletín sobre su escritorio con un golpe seco.

Seguirá con ese jueguito…¿eh?

—Buenos días —respondí, sin mirarlo directamente. Amigos, Sera. Amigos.

Gabriel me lanzó una mirada. No era un vistazo casual. No. Fue una mirada rápida, directa… y luego un desvío abrupto como si hubiera tocado una hornilla caliente.

Perfecto. Incómodo para ambos. Maravilloso.

El resto del equipo fue llegando en oleadas, con café en mano y niveles diversos de vitalidad. Hoy tenía la esperanza inútil de que los demás estuvieran igual de productivos.

Adivinen…

No.

Primero, Fernando intentó servir café mientras bostezaba y terminó cayéndole encima la manga entera del filtro.

—Dios…qué día de mierda.

—Eso te pasa por dormir tres horas —respondió Adriana.

—¡Estaba editando los planos!

—Fernando, estabas jugando videojuegos —dijo Diego, sin levantar la mirada del portátil.

Luego, Sebastián tropezó con el cable del proyector. El golpe fue tan fuerte que todos levantamos la cabeza… excepto Gabriel, que no levantó la cabeza pero sí murmuró:

—Si ese proyector se rompe, rompo al que lo rompió.

—¡Estoy bien, gracias por preguntar! —gritó Sebastián desde el piso.

Cada tanto, Gabriel y yo nos cruzábamos la mirada. Y cada vez se formaba una tensión rara, como dos imanes que intentan repelerse después de haber estado muy pegados.

Hubo un momento particularmente ridículo:

Se me cayó un lápiz. Gabriel, que estaba pasando cerca, se agachó al mismo tiempo que yo para recogerlo.

Chocamos cabezas.

Ambos soltamos un “¡ay!” sincronizado. Él tomó el lápiz primero. Yo extendí la mano. Y él… lo soltó. Literalmente lo dejó caer en mi palma desde diez centímetros arriba.

—Gracias —dije con la mandíbula tensa.

—De nada —respondió, igual de tenso.

Sebastián, a tres metros, murmuró:

—Dios mío, qué nivel de amor pasivo-agresivo. Ni mis padres en su divorcio.

Gabriel carraspeó.

Yo me atraganté con mi propio aire.

Me volví a sentar en el escritorio. Tenía que hacer un banner para redes que necesitaba entregar antes de las 10.

Justo cuando estoy acomodando mis audífonos, ocurre la desgracia del lunes:

El proyector Bluetooth emite un bip, se conecta automáticamente con mi laptop, y proyecta mi playlist en pantalla gigante:

“Canciones para ignorar a mi ex y no caer en tentación — Vol. 3”.

Sebastián soltó un grito de delfín.

—¿Vol. 3? ¿Cuántos volúmenes hay?

Me puse roja. Sudé. Fallecí por dentro. Luciana estaba cerca al proyector y le dije:

—Luciana… ¡APÁGALO! Por fi.

—¡Solo desconecta tu bluetooth!

—No sabía que un estabas sufriendo tanto, Sera —habló Sebastián fingiendo preocupación.

¿Por qué no estudié veterinaria? Los animales no te juzgan tus playlists.

A las tres en punto, Gabriel golpeó el escritorio para llamar la atención.

No fue fuerte.

Sólo lo suficiente para que todos dejaran de fingir que trabajaban, chismearan o tratar de no dormirse.

—Bien —dijo, poniéndose de pie con una carpeta en la mano—. Necesito anunciar algo importante sobre el proyecto del alcalde.

Todos hicieron un ruido de queja simultáneo. El proyecto del alcalde era una pesadilla logística de tamaño industrial.

—La próxima semana tendremos la salida de campo —continuó él.

Un silencio pesado cayó sobre la oficina.

Diego fue el primero en romperlo:

—¿Salir… al sol?

—Sí, Diego. Al sol.

—Pero… carajos. Creo que necesitaré llevar mi bloqueador.

—Lleva lo que quieras, no me importa —respondió Gabriel.

—¿Cuánto tiempo? —preguntó Luciana.

—Tres días.

Todos se lamentaron.

—Tenemos que revisar las condiciones del terreno, confirmar las medidas, verificar el avance de la obra previa, coordinar con el ingeniero local y documentar todo para la presentación final—enumeró Gabriel.

Yo asentí, tomando notas.

Hasta que Gabriel añadió:

—Y Seraphine vendrá con nosotros.

Todos voltearon a mirarme. Incluyéndome a mí misma por reflejo.

—¿Yo? —pregunté.

Gabriel asintió.

—Necesitamos documentación visual para el informe: bitácoras ilustradas, renders preliminares basados en mediciones reales, fotografías profesionales y el material para la presentación ante la alcaldía. No puedo mandar a un externo porque hay cláusulas de confidencialidad. Así que vienes tú.

—Pero… yo soy diseñadora, no arquitecta.

—Precisamente —respondió él, sin pestañear—. Nadie documenta mejor que alguien que observa las cosas de manera distinta.

No supe si sentirme halagada o manipulada… así que me quedé callada.

—Además —añadió Gabriel con un tono demasiado casual—, necesitamos a alguien que no se asuste si se cae una tabla, o si un ingeniero decide improvisar.

—¿Y por qué asumo que estás mirando a Sebastián cuando dices eso? —preguntó Luciana.

—Porque… estoy mirando a Sebastián—respondió Gabriel.

Sebastián levantó las manos.

—¡Una vez! ¡UNA VEZ se me cayó una tabla encima!

Luciana lo miró con calma.

—Sebastián, te han caído mínimo siete cosas encima solo este mes.

La oficina explotó en risas.

Incluso Gabriel sonrió.

Pero esa sonrisa se borró en cuanto nuestras miradas se cruzaron.

Otra vez ese tirón incómodo.

Yo aparté la vista primero.

Obviamente.

La reunión terminó, todos se dispersaron y yo me puse a organizar mis archivos para la salida de campo. Todavía tenía la cabeza hecha un nudo por la tensión con Gabriel y claro, como si el universo dijera “¿Quieres más? Aquí tienes.”, la puerta del piso se abrió con ese sonido agudo que siempre anuncia problemas.

Adelina.

Entró caminando como si el edificio fuera suyo: tacones de aguja, bolso enorme, pelo perfecto y cara de “vengo a supervisar porque todos son inferiores”.

Y justo en ese momento, Sebastián estaba sentado sobre el borde del escritorio de Luciana, comiéndose una gelatina con cuchara —no pregunten— mientras le contaba a Diego una historia que, por la mímica, involucraba contorsionismo y probablemente no era apta para el horario laboral.

Cuando la vio entrar, Sebastián se quedó congelado un segundo. Luego, con una sonrisa tan falsa que debería haber ganado un Oscar, dijo en voz alta:

—Uuuuyyyy, llegó la abeja reina del chuzo.

Yo bajé la cabeza fingiendo que revisaba mi pantalla, pero en realidad estaba viviendo.

Adelina ni lo miró.

Pasó de largo directo hacia la oficina de Gabriel, con su perfume llenando el pasillo como si fuera un arma química de alta gama.

La oficina de Gabriel no tenía esas paredes completamente herméticas y cuando digo que se escuchaba todo, es porque se escuchaba TODO.

Primero, el tono dulzón de Adelina:

—Cariño, vine porque quedamos en revisar lo del contrato…

Sebastián, sin ningún respeto por la privacidad humana, abrió los ojos enormes y me miró desde su escritorio, moviendo las cejas como diciendo

“¡Escucha, escucha!”

Yo lo miré horrorizada, negando con la cabeza.

Él me hizo un gesto con la mano como si fuera un presentador de televisión diciendo “en vivo y en directo, mija”.

Desde la oficina:

—No, Adelina, ya revisé eso. No hacía falta que vinieras. —dijo Gabriel con un tono exasperado pero intentando ser diplomático.

—¿Cómo que no hacía falta? Dijiste que—

—Adelina, estoy trabajando.

Yo cerré los ojos despacio.

Sebastián, en cambio, estaba disfrutando esto más que una telenovela turca. Se sentó en mi escritorio, sin pedir permiso, con la gelatina en la mano.

—¿Quieres? —me susurró, ofreciéndome la cucharita con gelatina temblando.

—No, gracias —respondí en el tono más muerto del mundo.

—Pues deberías, te estás quedando sin azúcar mientras escuchas el drama de tu ex— dijo, dándome un golpecito en el hombro.

Desde la oficina:

—Es que no entiendo, Gabo. No me estás dedicando tiempo últimamente. El domingo me ignoraste por completo.

—Adelina, no estamos… saliendo. No es mi obligación dedicarte tiempo.

Yo parpadeé.

Sebastián parpadeó.

Los dos nos miramos como si acabáramos de presenciar un accidente automovilístico.

Sebastián me susurró:

—Ay, no. No, no, no. Esto se va a poner bueno.

—Sebas, deja de escuchar. Vete a tu escritorio.

—¿Cómo me pides eso? ¡Si esto es oro puro! O sea, ¿tú si tienes derecho escuchar u yo no?

Luego me hizo un gesto con la mano indicándome “acércate”.

Yo negué.

Él insistió.

Le dije que no con la mirada.

Él abrió la boca dramáticamente y señaló la oficina, como diciendo: “¡Mujer, cómo no vas a escuchar si están hablando de TI indirectamente!”

Yo cedí.

Un poco.

Me moví apenas dos centímetros.

Sebastián sonrió satisfecho, como un gato diabólico.

Dentro de la oficina:

—Gabo, cariño, tú y yo tenemos algo especial. No puedes simplemente… ignorarlo.

—Adelina, no tenemos nada. Nunca lo tuvimos. No sé cuántas veces tengo que repetirlo.

Sebastián se llevó una mano al pecho.

—Se lo dijo. Ah, no. Esto es mejor que Netflix.

Yo enterré la cara en mis manos.

Luciana, que sí era decente, murmuró desde su escritorio:

—Sebastián, para.

—I’m sorry, honey, pero yo me alimento del caos—respondió él.

En ese momento, Adelina subió la voz:

—¿Y tiene algo que ver con la diseñadora?

Mis ojos se abrieron como platos.

Sebastián se atragantó con su propia saliva.

—Ay, Dios… —susurró, golpeándose el pecho.

Gabriel respondió con un tono seco:

—No tiene nada que ver con nadie. Simplemente no estoy interesado en algo más allá, contigo.

—Aja… —murmuró Adelina, claramente no creyéndole.

Yo estaba roja.

Literalmente.

Podía sentir el color subiendo desde el cuello hasta las orejas.

Sebastián me miró y abrió las manos como diciendo “¿vas a permitir esto?”

Yo lo fulminé con la mirada.

Adelina siguió:

—Pues qué bien. Porque necesito que vengas conmigo al evento del sábado.

—No puedo.

—¿Por qué no?

—Tengo planes.

—¿Con quién?

Sebastián se ahogó otra vez.

Esta vez Diego tuvo que golpearle la espalda.

La respuesta de Gabriel fue un silencio largo.

Muy largo.

Yo dejé de respirar.

Sebastián también, porque me agarró la mano sin darme tiempo a negarme.

Y por fin Gabriel dijo:

—Con Oliver.

La sala en general suspiró colectivamente.

Sebastián me soltó la mano y dijo:

—Pues… se salvó con esa. Pero no por mucho.

Un minuto después, Adelina salió de la oficina con una sonrisa forzada, el mentón levantado y la dignidad parchada con cinta adhesiva invisible.

Cuando pasó frente a Sebastián, él sorbió su gelatina exageradamente fuerte.

Adelina lo miró.

Sebastián sonrió.

Ella siguió de largo.

Y cuando se fue, Sebastián se dejó caer en mi silla, suspirando profundamente.

—Bueno… si esto es el caos de un lunes en la oficina, yo no quiero saber qué nos depara la salida de campo.

1
Nancy Parraga
una mujer que no se valora y permite que un hombre la veo como objeto sexual es deprimente y mal ejemplo para las mujeres
Nancy Parraga
Adelina no se respeta ese hombre la he dicho tantas veces que no tienen nada y ella sigue de arrastrada
Nancy Parraga
creo que ella estuvo embarazada y perdió al bebé y el idiota la llama madre frustrada que odioso
Nancy Parraga
creo que ella estuvo embarazada y perdió al bebé y el idiota la llama madre frustrada que odioso
Nancy Parraga
no estarán bien hasta que no saquen lo que sea que lesxpaso
Nancy Parraga
es claro que hay un ciclo sin cerrar y algo que no terminan de culminar
Nancy Parraga
por tus miedos la rompiste la dejaste en sus peores momentos y ahora eso se llama cobardía
Nancy Parraga
Que el hijo se escapara y fuera donde Sera no es culpa de ella es tuya por imbécil y ya le jodiste la vida una vez la dejaste y ahora la culpas le pones sobrenombre no la respetas y todavía te crees con derecho a acusar
Nancy Parraga
🤭🤭🍿🎵
Nancy Parraga
Dios dale respiro a la pobre mujer
Nancy Parraga
Por eso es todo el lío creo yo
Nancy Parraga
Creo que algo de ella al parecer no puede tener bebé o perdió cuando estuvo el el cínico de Gabriel
Nancy Parraga
Será podrá ser un desastre pero no es ninguna mustia como el idiota de Gabriel
Nancy Parraga
Gabriel alejate no le hagas mas daño por qué aquí tu eres el único desastre en la vida de Sera
Nancy Parraga
Todas creen que Sera esta loca, pero no es así, es Gabriel que sabiendo lo que ocultan el es el culpable por qué la provoca si el sabe que el fallo como ex hasta por respeto si aún entre ellos hay tensión debe de ser más precavido y no idiota
Nancy Parraga
Sera alejate de tu ex ya has experimentado su egoísmo por qué te gusta torturarte
Nancy Parraga
Gabriel es un idiota de primera
💞Agustina Intriago 💕🌙
Creo que ellos tienen mucho dolor hasta resentimiento en uno al otro creo que necesitan una buena charla o un psicólogo para que superen todo lo que vivieron y no resolvieron
💞Agustina Intriago 💕🌙
Creo que ya bastante daño le ha hecho a Sera para que ella tenga que aguantar a semejante idiota, cínico descarado
💞Agustina Intriago 💕🌙
No hay hombre más cínico que Gabriel, el es el responsable es su hijo y va a reclamar cuando el no tiene derecho ni autoridad moral para reclamos
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