La vida de Loreta Rosietti, cambiara por completo de un día para el otro, cuando siendo ella la única testigo en presenciar el asesinato de su jefe tiene que buscar al hijo ilegitimo de este, para que se haga cargo de la compañía y le brinde su protección. Con el pasar de los días ella descubrirá que el señor O'Connor no solo era un ceo importante sino el jefe de la mafia y todo lo que parecía ser legal era solo una fachada para ocultar su verdadera identidad. Sin embargo no solo se verá envuelta en varios infortunios a medida que conoce a su protector si no que ni siquiera se imagina que el destino la pondrá de nuevo frente a un hombre que por años intentó olvidar y por el cual guarda mucho rencor o al menos eso cree.
Con tal de vengarse de su ex prometido ella hará una alianza con su nuevo jefe, pero los sentimientos que despiertan ambos hombres en ella hará que caiga en una red de confusión de la que es muy difícil salir.
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Capítulo N°9
Dimitrio recorrió las calles de Roma, con tranquilidad a pesar de su angustia y que en su cabeza había miles de pensamientos, dudas y preguntas, su andar era lento y pausado. Él era muy prudente al volante, sabía que un vehículo era un arma mortal, ya que en un accidente de tránsito lo despojaron de lo que más amaba en este mundo, su madre, por lo tanto desde que aprendió a conducir respetaba muchísimo las leyes de tránsito.
La mansión estaba ubicada en una zona privilegiada de la ciudad y muy pocas veces tuvo la posibilidad de visitar ese lugar, a pesar de la insistencia de su padre para que viviera en la casa, él se negaba, porque reconocía el dolor en la mirada de Fátima cada vez que estaban juntos.
Al llegar estacionó el auto en la entrada principal y suspirando hondo descendió del vehículo, guardó sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón y caminó sin ánimo hasta la puerta. Sabía perfectamente que una vez que crucé el umbral lo esperaría un calvario, pero debía apoyar a la mujer de su padre y cuidar de su débil salud.
Con pesar tocó la campanilla y espero ser atendido.
El mayordomo y fiel asistente de Lewis abrió la puerta, en su semblante se podía apreciar el cansancio y en su mirada una gran tristeza.
— Buenas noches joven, pase por favor —saludó con amabilidad y se hizo a un lado para darle permiso.
— Buenas noches —respondió con amabilidad.
— Permítame darle mis condolencias —habló haciendo una pequeña reverencia.
— Gracias.
Dimitrio ingresó a la sala, la casa estaba en silencio absoluto, podía escuchar sus pasos al caminar, entonces girando su rostro miró al hombre a su lado y preguntó
— ¿Cómo está la señora Fátima ?
— La señora durante el día no se encontraba muy bien y al enterarse de la noticia entró en una crisis espantosa, no dejaba de llorar, gritar, maldecir y pedirle a Dios que acabara con su vida de una vez por todas, así que se levantó de la cama se arrancó sus vías e intentó tirarse por el balcón.
— ¡¿Qué?!¡¿Por qué no me llamaron?!—preguntó visiblemente preocupado.
— Señor, no lo queríamos involucrar, la policía estaba en la casa y por ahora nadie sabe de su existencia.
— ¡Eso no importa! ¡Fátima es mi responsabilidad y cualquier cosa que le pase tengo que saberlo!
— Lo lamento, no sabia que hacer—se disculpó visiblemente angustiado.
— Descuida, ¿ y ahora cómo se encuentra?
— Está mucho mejor, sin embargo para lograr que vuelva a la cama y se tranquilice debieron inyectarle un calmante y un somnífero, eso la durmió de manera inmediata —explicó con pena—. Ahora se encuentra en su cama descansando.
Dimitrio caminó unos pasos, se llevó la mano a la nuca y frotó con fuerza su cuello, entonces con más calma habló intentando suavizar el momento de tensión que se había formado en el ambiente.
—Es comprensible que reaccione así, ella pensaba que se iría primero, no él.
— Así es, ella siempre lamentaba tener que dejarlo solo, sin imaginar que él partiría antes.
— Son treinta años a lado de un hombre, con defectos y virtudes que amo sin condiciones.
— Sí, son muchos años de un amor tan sincero y unido que creo que va a ser muy difícil que se reponga de la pérdida de su padre.
— Iré a su cuarto a ver cómo se encuentra.
— Está bien joven.
— Puedes retirarte, ve a descansar, mañana será un día muy difícil —ordenó
— Gracias y joven realmente lamento la pérdida del señor —repitió y entonces mirando los ojos de su nuevo amo continuo—. Señor, permítame ser indiscreto y decirle algo.
— Dime.
— Él no merecía morir así y espero que su muerte no sea en vano y los malditos que se atrevieron a asesinar a mi amo paguen por todo, estoy seguro que esto tiene que ver con sus otros negocios y si es así busque en las familias italianas, sus padre se ganó muchos amigos en ese mundo pero un par no soportaron que un extranjero sea el líder del país, sospeche de todos pero más de los italianos.
— Gracias por el consejo y te aseguro que la muerte de mi padre no quedará en el olvido. Personalmente me encargaré de esos malditos y cobraré venganza en su nombre —respondió y se alejó del mayordomo.
Dimitrio subió las escaleras, conocía a la perfección ese lugar, desde el primer día que conoció la mansión se grabó cada detalle en su mente y no necesitaba que nadie lo guíe.
Parado frente a la puerta del cuarto principal dio un suave golpecito a la fina madera de roble rosa y esperó impaciente hasta que la enfermera lo atendió abriendo solo unos centímetros la puerta y se sostuvo de ella.
— Señor, buenas noches —dijo con timidez bajando la mirada, ya que la joven estaba interesada en ese hombre frío e indiferente que ni siquiera recordaba su nombre.
— Buenas noches, ¿Puedo pasar? —preguntó al ver que le impedía el paso.
— Sí, perdón —respondió y sus mejillas se tiñeron de rojo.
— ¿Cómo sigue?
— Está mucho más calmada, pero en sueños llama a su esposo y llora con desesperación.
— Quiero estar a solas con ella —dijo y la enfermera asintió, saliendo con decoro de la habitación.
Dimitrio hacía mucho tiempo que no visitaba a Fátima y su sorpresa fue enorme al ver el estado en que se encontraba, ahora entendía la tristeza y frustración de su padre por no poder ayudar a la mujer que amaba.
Fátima estaba recostada sobre la cama conectada a varios monitores que no dejaban de sonar y sus luces titilaban incansablemente haciendo que la habitación principal parezca un simple cuarto de hospital. En sus débiles y delgados brazos habían marcas de varios moretones, algunos recientes y otros más antiguos de tantas veces que debían colocarle las vías para su medicación e hidratación. Su rostro poco a poco iba perdiendo su belleza y cada día la enfermedad consumía más sus facciones, ya no quedaba mucho de la hermosa y arrogante mujer que conoció de adolescente, ahora era una débil anciana esperando la hora de su muerte. Su cabello, el cual siempre lucía suave, sedoso, brillante y de un color caoba, ahora estaba debilitado y cubierto en canas por falta de mantenimiento. Sus ojos permanecían cerrados y ahora se encontraban inflamados, señal de que había derramado miles de lágrimas por su difunto esposo. De repente de sus labios se escapó un sonido extraño, eran los suspiros que estaban reprimiendo su agonía y conteniendo su tristeza entonces al ser liberado su cuerpo se removió en un pequeño espasmo.
Dimitrio sintió mucha pena y lamentaba no haberla visitado en otras circunstancias, así que con cuidado y sin hacer ruido acercó una silla y se sentó a su lado y sin saber porque tomó su mano entre las suyas y murmuró.
—Tranquila, no estás sola, te juro que cuidaré de ti.
Fátima en sueños oía esas palabras, como un bálsamo que curaba su maltrecho corazón y la llenaba de esperanza, entonces haciendo un inmenso esfuerzo se aferró a la mano del joven y lentamente abrió sus ojos.
—Hola —saludó Dimitrio al ver esos ojos opacados por la tristeza y que eran el reflejo de un alma buscando consuelo y con pesar susurró—. Descansa, yo me ocuparé de todo y no te dejaré sola, te lo prometo..
Ella movió la cabeza asintiendo y por su mejilla rodó una lágrima, entonces aclarando su garganta habló.
— Nunca podré verte como un hijo, jamás lo voy a aceptar, sin embargo si acabas con esos malditos juro que ya no te odiaré como te odio —sus palabras eran hirientes pero su tono suave y reclamando justicia le indicaron a Dimitrio que solo estaba intentando ser la mujer ruda de siempre.
Dimitrio tomó su mano la llevó hasta sus labios y depositando un suave beso en ella respondió.
— Yo también te odio, pero por ahora te propongo que tengamos una tregua para vengar la muerte de mi padre, luego arreglaremos nuestras diferencias o nos mataremos en el intento —propuso acariciando tiernamente la mano de su madrastra—. Me haré cargo del clan, acabaré con todos esos malditos y cuando sea el momento te necesitaré a mi lado para que tú seas la que mires a los ojos al que ideó este plan y le claves un puñal en su corazón. Ambos acabaremos con la vida de ese miserable ¿Tenemos un trato?
— De acuerdo —murmuró casi sin aliento y mirando a hijo bastardo de su marido con orgullo, al fin de cuentas era un hombre decente que se estaba haciendo cargo de un infierno sin siquiera imaginarlo.
— Ahora descansa, porque necesito a la señora Fátima O'Connor, a la mujer que eras antes, esa víbora siniestra que hacía que mis días sean una pesadilla. No a esta mujer débil que se conmueve con un beso—habló con una media sonrisa en sus labios.
Fátima por un momento sintió la necesidad de responder de manera hiriente pero se contuvo. Ambos ya estaban sufriendo demasiado y a pesar de todo con el tiempo entendió que ese hombre que ahora solo sostenía su mano era solo la consecuencia de un error de su marido y él era tan víctima como ella de la traición de Lewis, así que simplemente cerró sus ojos, se soltó de su agarre y dijo.
—¡Vete a hacer tu trabajo, ¿o debo enseñarte como se hace?!—intentó ser ruda, pero su dulce voz la traicionó..
— De acuerdo. Nos vemos pronto.
Dimitrio salió de la mansión y a pesar que la muerte de su padre le afectaba estaba sonriendo, al fin después de muchísimos años sintió calidez en el corazón de Fátima y pudo acercarse un poco, no como un hijo, eso tenía más que claro que jamás lo seria pero si como un aliado al que no odia ni detesta.
hay ese hombre, aunque me pegue me embarace y me abandone esta rebueno