Tras una traición que marcó su vida, Aurora Madrigal, una joven empresaria y madre soltera, lucha por sacar adelante la empresa que su padre le dejó antes de morir. Su mundo parece desmoronarse hasta que aparece Félix Palacios, un misterioso inversionista con un pasado que nadie conoce y un poder que pocos se atreven a enfrentar.
Lo que comienza como una alianza de negocios, pronto se transforma en un vínculo profundo, intenso e inevitable. Pero el amor entre ellos se ve amenazado por una red criminal liderada por Fabiola Montero, una mujer que arrastra un oscuro pasado con Aurora y está dispuesta a destruirla a cualquier costo.
Mientras las traiciones salen a la luz, los enemigos se acercan y las pasiones se desbordan, Aurora y Félix deberán luchar no solo por el éxito de su empresa… sino por su propia vida y por el amor que jamás pensaron encontrar.
Una historia de romance, venganza, secretos, traición y redención.
¿Hasta dónde llegarías por proteger a quien amas?
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CAPÍTULO 09
CAPÍTULO 09
NARRADOR.
El cambio en Arturo solo perduró unos pocos días. Tras esa cena romántica, la atención que le brindaba desapareció como si no hubiera existido jamás. Las llegadas tardías regresaron, acompañadas de las mismas justificaciones de siempre:
—Estoy en el trabajo…
—Las cosas mejorarán pronto…
—Solo ten paciencia, querida…
Aurora, cada vez más cansada, ya no encontraba alivio en esas palabras vacías. Su cuerpo empezaba a reflejar el peso del abandono y la incertidumbre. Había perdido el apetito desde hacía varias semanas y, esa mañana en particular, despertó sintiéndose mal, como si su cuerpo le advertía algo que su mente se negaba a aceptar.
Las náuseas comenzaron en cuanto puso un pie fuera de la cama. El mero contacto con el cepillo de dientes le causó vómitos incontrolados. Se apoyó en el lavabo, pálida y temblando. Al salir del baño, buscó a su esposo. Quería pedirle que la llevara a urgencias, pero solo encontró el leve aroma de su perfume en el aire. Arturo se había ido sin decir adiós. De nuevo.
Con resignación, llamó a su madre.
Adela contestó en el segundo timbre.
—¿Aurora? ¿Qué sorpresa que me llamas tan temprano? ¿Estás con tu papá?
—No, aun no estoy en la empresa.
—¿Entonces pasa algo?
—Sí… pero prométeme que no se lo dirás a papá.
—Lo prometo. ¿Qué necesitas?
—Desperté sintiéndome muy mal. Creo que la cena me hizo daño. ¿Puedes acompañarme a urgencias? No quiero estar sola…
—¡Claro que sí, hija! ¡Por supuesto! ¿cómo es posible que estés así? Iré por ti de inmediato.
—No es necesario. Te enviaré la dirección de la clínica. Te espero allí.
—Iré enseguida… Pero dime, Aurora, ¿dónde está tu esposo?
—Se fue a trabajar. No sabe que no me encuentro bien. No quería preocuparlo por un simple malestar estomacal.
—Ay, hija… Espero que todo esté bien. Sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites.
—Gracias, mamá. Nos vemos en la clínica.
Aurora se puso ropa cómoda y llamó a un taxi. No tenía fuerzas para manejar. Al llegar frente a la clínica, vio a su madre esperándola en la puerta.
—Mamá, ¿cómo llegaste antes que yo?
—Conduje rápido, hija. Vamos. Un médico amigo mío ya te está esperando.
Adela la llevó con firmeza, como una madre decidida a no dejar a su hija al azar. El médico la atendió inmediatamente, ordenó análisis de sangre y le recomendó que descansara mientras llegaban los resultados. Aurora le comentó que sentía náuseas y que sospechaba de la comida china que había cenado la noche anterior, ya que estaba demasiado cansada para cocinar.
Mientras tanto, Adela no se separó de su hija en ningún momento. Miraba a su hija con preocupación, mostrándose atenta. Era evidente que había perdido peso, con marcas oscuras bajo los ojos y un semblante triste. Algo no estaba bien. Más allá de su malestar físico, su hija había cambiado.
El suero y el medicamento comenzaron a hacer efecto. Poco a poco, Aurora se fue sintiendo mejor. Cerró los ojos y se quedó dormida, vencida por la fatiga acumulada de semanas sin un buen descanso.
Cuando despertó, ya había pasado la tarde, eran más de las cuatro. En la habitación, además de su madre, estaba su padre, Clemente, sentado al borde de la cama.
—¿Papá? ¿Qué haces aquí? ¡Mamá, te pedí que no se lo dijeras!
Adela levantó las manos.
—No le dije nada. Pero cuando no me encontró en casa, este viejo loco salió a buscarme. ¿No ves que no puede estar sin mí?
Los tres rieron por la broma.
—¿Cómo te sientes, hija? —preguntó Clemente, acercándose a su cama.
—Mucho mejor. Gracias por venir, papá.
—Eres mi hija. En cuanto supe que tu mamá estaba en una clínica, vine corriendo. Pero nunca pensé que tú fueras la que estaba enferma.
—Ya lo dije. No es nada serio. Solo algo que me cayó mal.
—No puedes pedirnos que no estemos preocupados, Aurora —respondió Adela con cariño—. Somos tus padres.
En ese instante, el médico entró en la habitación sonriendo.
—Qué bueno que estás despierta. Tengo los resultados de tus exámenes.
—¿Qué tiene, doctor? —preguntó Adela con nerviosismo.
—Nada serio. De hecho, su hija está embarazada. Felicidades.
El mundo se detuvo por un momento.
Aurora abrió los ojos, sorprendida.
—¿Embarazada? Pero… yo me estaba cuidando. Arturo y yo no habíamos hablado de tener hijos…
—Los métodos anticonceptivos no son infalibles —explicó el médico—. Pero debes tener cuidado. Tienes un poco de anemia, así que necesitaremos monitorearte de cerca.
—Yo me encargaré de eso, doctor —interrumpió Adela, sonriendo con entusiasmo—. ¡Voy a ser abuela!
—Gracias, doctor. Aseguro que cuidaremos bien de nuestra hija —añadió Clemente, todavía procesando la noticia.
Cuando quedaron solos, Adela fue la primera en hablar.
—Ahora más que nunca, me ocuparé de ti. Porque sinceramente, siento que tu esposo no lo está haciendo. ¡Mira que hemos estado todo el día aquí y tu celular no ha sonado ni una vez! ¿Acaso no le importa?
—Mamá, no exageres. Te dije que no le avisé que me sentía mal. No quería preocuparlo…
—No es exageración, hija —intervino Clemente con tono serio—. No puede ser que no esté atento a ti. Necesito hablar con Arturo. Y más ahora que estás embarazada.
—Papá, no. Por favor. Arturo trabaja mucho. Yo hablaré con él.
Adela la miró fijamente.
—¿Nos estás ocultando algo? ¿Tienen problemas?
—No, mamá. Solo te pido… déjame darle la noticia a mi manera, ¿vale?
Ambos padres exhalaron un suspiro. Eran conscientes de que había un problema, pero por el momento decidieron no insistir.
Clemente liquidó la factura y la llevaron de vuelta a su hogar. Adela compró una gran cantidad de comida saludable y abasteció su alacena.
—Enviaré a la chef de la casa mañana. Es eso. . . o me traslado a tu hogar —advirtió.
Aurora trató de oponerse, pero su madre fue firme.
—La chef es para mi nieto, ¿me entiendes? No discutas, o me quedaré aquí.
Con un sentido de resignación, Aurora aceptó. En el fondo, se sentía agradecida de que estuvieran cerca.
Cuando al fin se encontró sola, se sentó en la sala, mirando hacia el espacio vacío. Con una ligera sonrisa, acarició su abdomen, llena de emoción.
—Una vida está creciendo dentro de mí… —dijo en voz baja.
No tenía idea de cómo se lo revelaría a Arturo. No sabía si él se alegraría o si eso sería una nueva razón para distanciarse. Sentía miedo.
Pero también sentía amor. Ese bebé ya ocupaba el lugar más importante en su vida.
—Tal vez se sienta contento al enterarse, ¿verdad? —dijo suavemente, con la mano sobre su abdomen—. Es nuestro hijo… ya sea planeado o no, es el resultado de nuestro amor.
Y en ese instante, mientras su corazón latía con una nueva fuerza, Aurora entendió que, sin importar lo que sucediera, nunca volvería a estar sola.
Te felicito Autora por tan bella novela gracias por compartir ese talento con todas tus lectoras Dios te bendiga siempre 🫂😘🙏🇻🇪💐