Luigui Cardona hijo adoptivo de Cardona el encargado de la mafia Italiana.
Enamorado de Emma Greco Alvarez una de las hijas menores de Giacomo Greco y Soledad Alvarez .
Emma es la menor de las trillizas y es la última de los hijos de esta familia .
Es la más parecida en la forma de ser a Soledad pero tiene la fuerza , fortaleza de Giacomo.
Enamorada de Luigui en la cual le declara su amor a él siendo rechazada , eso le rompe el corazón a la pequeña Emma , pero no le impide después de cinco años aprovechar la situación y obligarlo a casarse con él así cumpliendo las palabras que le dijo ese día.
Luigui aceptará ese gran amor que siente por Emma desde el primer día en que la conoció .
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CAPITULO 9
Emma salió de su apartamento con paso decidido. Su vestido negro, ceñido a su figura, ondeaba levemente con la brisa nocturna mientras descendía las escaleras hasta el estacionamiento. Su largo cabello negro estaba perfectamente peinado, y sus tacones resonaban contra el pavimento. Subió a su auto, encendió el motor y arrancó con determinación. En menos de diez minutos, llegó a un majestuoso teatro iluminado por luces doradas que anunciaban el gran evento de la noche: El baile de los cisnes.
Aparcó con precisión y bajó del auto con la elegancia natural que la caracterizaba. Sus ojos recorrieron la imponente fachada del teatro y, sin dudarlo, avanzó con un porte inquebrantable. Sabía exactamente a quién buscaba.
Al cruzar las puertas, la música clásica la envolvió, mezclándose con murmullos de los asistentes. Avanzó con paso seguro, y su mirada se fijó en el escenario, donde un grupo de pequeñas bailarinas ensayaba sus movimientos con delicadeza. Y entonces la vio.
A Ángela.
La niña giraba sobre sus pies con gracia infantil, su vestido blanco flotando a su alrededor. Su risa suave llenaba el aire, inocente y puro a la vez. Emma sintió una calidez en el pecho al verla, una emoción desconocida que le revolvió el alma.
Decidida, caminó con una sonrisa cálida hasta la orilla del escenario y, con la naturalidad de quien ha estado allí desde siempre, se sentó en el borde.
—Hola, hermosa —saludó Emma, observando a la niña con una dulzura que rara vez mostraba.
Ángela se detuvo en seco y la miró con curiosidad. Su pequeña cabeza se ladeó, sus rizos oscuros enmarcando su rostro angelical.
—Hola —respondió con voz cantarina antes de sentarse a su lado—. ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas?
La ternura en su mirada desarmó a Emma por completo.
—Me llamo Emma Greco —contestó, extendiendo una pequeña caja de terciopelo hacia la niña.
Los ojitos de Ángela se iluminaron con curiosidad.
—¿Qué es esto? —preguntó, acariciando la caja con sus pequeños dedos.
—Es un regalo para ti —susurró Emma, sintiendo su corazón latir con fuerza. Había algo en esa niña que la hacía sentirse... diferente.
Ángela destapó la caja con cuidado y sus labios se separaron en un gesto de asombro. Dentro, una delicada cadena de oro brillaba bajo la luz del teatro, con un colgante en forma de mariposa de varios colores.
—Es hermosa —susurró la niña, con los ojos brillando de emoción.
Emma sonrió, inclinándose para colocar la joya en el cuello de la pequeña.
—¿Tú eres la novia de mi padrino? —preguntó de repente Ángela, con una inocencia tan genuina que tomó a Emma por sorpresa.
Emma arqueó una ceja, divertida.
—¿Cómo sabes que soy la novia de tu padrino?
— Porque se lo escuché a mis tíos Franco, Gabriel y Ethan el otro día en el despacho de papá—dijo con una sonrisa traviesa—. Además, eres mi madrina.
Emma parpadeó.
—¿Cómo que soy tu madrina?
Ángela infló el pecho con orgullo.
—Mi padrino no dejó que tuviera una madrina el día de mi bautizo. Dijo que eras tú. Eso se lo escuché a mi mamá cuando hablaba con mis tías.
Emma no pudo evitar reír suavemente.
—Entonces soy tu madrina.
La niña asintió con entusiasmo y, sin previo aviso, la abrazó con fuerza.
Emma sintió un nudo en la garganta. No estaba acostumbrada a ese tipo de muestras de cariño, pero Ángela se había metido en su corazón sin pedir permiso en solo un instante.
—Tengo que irme, pero ¿puedes hacerme un favor?
—Sí, madrina —respondió la niña con una gran sonrisa.
Emma sacó un sobre de su bolso y se lo entregó.
—Dáselo a Luigui, pero no le digas que es de mí parte. Solo dile que se lo dejó una mujer.
Ángela asintió con determinación.
—Así lo haré, madrina.
Emma le dio un beso en la mejilla y otro abrazo antes de ponerse de pie. Salió del teatro con una sonrisa de victoria en los labios.
Exactamente una hora después
Luigui entró al teatro con su presencia imponente. Su porte elegante y la manera en que su traje oscuro se ajustaba a su cuerpo atrajeron miradas de inmediato. Caminaba con seguridad, su expresión seria y sus ojos explorando el lugar hasta encontrar lo único que le importaba.
—¡Padrino! —la voz emocionada de Ángela resonó en el teatro.
La pequeña corrió hacia él, su vestido blanco ondeando con cada paso. Luigui se agachó y la atrapó en un abrazo fuerte.
—Pensé que no vendrías a ver mi baile de los cisnes —dijo con un leve puchero.
Luigui sonrió, acariciándole la mejilla con ternura.
—Nunca te fallaría, princesa.
Ángela lo miró con emoción.
—¿Dónde está la familia?
Él frunció el ceño y miró a su alrededor.
—Están allá, padrino —señaló Ángela con su dedo pequeño.
Luigui asintió, pero cuando iba a caminar hacia ellos, la niña lo detuvo.
—¡Padrino!
Luigui se giró y vio que Ángela extendía una carta hacia él.
—Una mujer hermosa me pidió que te la diera —explicó con una sonrisa traviesa antes de salir corriendo hacia el escenario.
Luigui frunció el ceño y tomó la carta con cierta desconfianza. La abrió y leyó en silencio.
"Te mueres de celos porque sé que me amas, pero nunca lo aceptarás. Así que esta niña te olvidará por un rato."
"De: Emma Greco Álvarez"
"Para: El capo italiano y el hombre más estúpido del mundo. Recuerda que serás mío: mi amante, mi esposo y el padre de mis hijos. Mientras pasa esto, me divertiré con otro. Te mando un beso, imbécil."
Luigui cerró los ojos, su mandíbula se tensó. Emma siempre sabía cómo provocarlo, cómo tocar sus fibras más sensibles y hacerle perder el control.
Con rabia contenida, dobló la hoja con fuerza y caminó hasta su asiento. Se sentó al lado de Bady, quien lo miró con una media sonrisa.
—Pensé que no llegarías —susurró con tono burlón—. Tu mocosa ya estaba por llorar.
Luigui la miró, y su expresión se relajó levemente.
Samuel, sentado al otro lado de Bady, tomó su mano con suavidad y le dio un beso en los labios.
—Te amo para siempre —murmuró con ternura.
Luigui sentía un torbellino dentro de sí. Rabia, celos, frustración… y miedo.
El miedo de perder a su enana. A Emma.
Se obligó a respirar hondo mientras observaba a Ángela bailar sobre el escenario. Pero su mente estaba en otra parte.
Emma.
Siempre Emma...
Continuara...
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