Sara García siempre fue la "oveja negra" de su familia, una joven callada y tímida que creció entre las humillaciones de sus padres y las burlas de sus compañeros. Mientras el resto de la prestigiosa familia García brillaba en los eventos sociales de España, Sara era relegada a las sombras, ridiculizada incluso por su propia madre, quien le repetía que jamás sería más que una chica "fea y torpe".
Pero todo cambió cuando conoció a Renata, una joven rebelde y brillante en la universidad, quien le enseñó a confiar en sí misma. Juntas, desarrollaron NeuroLink, una tecnología revolucionaria capaz de conectar mentes humanas para compartir pensamientos y emociones en tiempo real. Decididas a demostrar su valía, patentaron el proyecto en secreto y amasaron una fortuna que mantuvieron oculta para protegerse de quienes siempre las subestimaron.
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Primeros Ingresos
Sara y Renata no podían ocultar su emoción mientras organizaban la primera reunión con potenciales inversionistas. Habían trabajado incansablemente en la última fase de desarrollo de NeuroLink y, aunque todavía faltaba mucho para perfeccionar el dispositivo, habían decidido abrirlo a pequeños inversionistas interesados en financiar su producción inicial.
La reunión tendría lugar en un café elegante de la ciudad, un ambiente relajado pero profesional. Renata, como siempre, se ocupó de los detalles, asegurándose de que cada presentación estuviera pulida y que las proyecciones financieras fueran convincentes. Sara, por otro lado, se concentró en preparar las demostraciones y los argumentos técnicos.
—Sara, relájate un poco dijo Renata mientras acomodaba los materiales en una carpeta negra. Te estás comiendo las uñas otra vez.
Sara se detuvo al instante, sonriendo nerviosamente.
—Es solo que… esta es nuestra oportunidad de demostrar que podemos hacerlo. ¿Y si no están interesados?
Renata la miró con una sonrisa confiada.
—Sara, créeme, cuando vean lo que tenemos que ofrecer, estarán rogándonos que aceptemos su dinero.
El pequeño salón privado del café pronto se llenó con seis inversionistas, entre ellos empresarios locales y entusiastas de la tecnología. Renata abrió la reunión con su carisma habitual.
—Gracias por acompañarnos hoy. Sara y yo creemos que lo que estamos a punto de mostrarles no solo es una oportunidad de negocio, sino también una manera de transformar vidas.
Con un movimiento fluido, proyectó una animación en la pantalla que explicaba el concepto de NeuroLink de manera sencilla pero impactante. Luego, Sara tomó la palabra, con la misma precisión y calma que había demostrado en su primera presentación.
—NeuroLink es mucho más que un dispositivo. Es la puerta de entrada a una nueva forma de interacción entre humanos y tecnología. Ya hemos probado su capacidad para ayudar a personas con discapacidades motoras, pero las aplicaciones son prácticamente ilimitadas. Desde la medicina hasta la educación y el entretenimiento, el potencial es inmenso.
Uno de los inversionistas, un hombre de mediana edad con expresión inquisitiva, levantó la mano.
—Entiendo que el dispositivo es prometedor, pero ¿cómo planean garantizar que sea accesible y no solo un lujo para unos pocos?
Renata respondió rápidamente, con el tono firme que usaba siempre para disipar dudas.
—Ese es precisamente nuestro objetivo. Nuestro modelo de negocios está diseñado para mantener los costos bajos, utilizando materiales accesibles y procesos de producción eficientes. Además, planeamos destinar parte de las ganancias a subvencionar dispositivos para comunidades vulnerables.
La respuesta pareció satisfacer al hombre, quien asintió en silencio.
Cuando llegó el momento de la demostración, Sara sintió un leve nudo en el estómago. Había preparado el dispositivo durante toda la noche, asegurándose de que no hubiera errores.
—Vamos a mostrarles cómo NeuroLink puede ser usado para controlar una interfaz simple, como una pantalla táctil, sin necesidad de contacto físico explicó mientras colocaba el prototipo en la cabeza de Renata.
Renata, siempre dispuesta a ser la voluntaria, cerró los ojos y se concentró. En cuestión de segundos, la pantalla frente a ellos comenzó a responder a sus pensamientos. Con un leve movimiento de su cabeza, Renata seleccionó opciones en un menú virtual, movió un cursor y escribió una palabra simple: Futuro.
Los inversionistas quedaron boquiabiertos. Uno de ellos incluso soltó una exclamación de asombro.
—Esto es increíble. ¿Están diciendo que cualquiera puede aprender a usarlo en cuestión de minutos?
—Exactamente dijo Sara, con un destello de orgullo en sus ojos. Hemos diseñado NeuroLink para ser intuitivo y adaptable a las necesidades de cada usuario.
Después de la presentación, Renata y Sara se sentaron con los inversionistas para hablar sobre los términos. Dos de ellos mostraron un interés inmediato y propusieron una inversión conjunta.
—Estamos dispuestos a aportar $50,000 cada uno para cubrir los costos de producción inicial dijo uno de ellos, un joven empresario con experiencia en startups tecnológicas. Pero queremos un porcentaje razonable de las ganancias y la oportunidad de reinvertir en el futuro.
Sara intercambió una mirada con Renata, quien sonrió levemente. Era una oferta justa y, aunque sabían que esto significaría compartir parte del control, era el impulso que necesitaban para comenzar.
—Aceptamos dijo Renata, extendiendo la mano para sellar el trato.
Esa noche, Sara y Renata celebraron con una cena sencilla en su departamento. Habían recibido un depósito inicial de $100,000, suficiente para iniciar la producción de los primeros cien dispositivos.
Renata levantó su copa de vino, con una sonrisa radiante.
—A nuestro primer éxito… y a los muchos que vendrán.
Sara chocó su copa con la de su amiga, sintiendo por primera vez en mucho tiempo que todo su esfuerzo había valido la pena.
—A nosotras.
Mientras las dos se reían y recordaban los momentos difíciles que las habían llevado hasta ahí, Sara no podía evitar pensar en todo lo que aún les esperaba. Este era solo el comienzo, pero estaba lista para enfrentar lo que viniera. Por primera vez en su vida, no solo tenía una visión clara de su futuro, sino también la confianza para alcanzarlo.