El maltrato que sufrió Alessandro en toda su niñez se verán opacada cuando un chico de otra ciudad, lo empieza a tratar de una manera distinta.
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Capítulo 9 Flor y dibujo
Ya en la mañana, cuando desperté, logré ver a Lucas muy cómodamente mientras me abrazaba. Su respiración era tranquila y suave, lo que me hacía sentir en paz. No podía evitar mirarlo; sentía una paz que me llenaba. Su cabello estaba desarreglado y sus brazos eran bastante grandes; su cabello desordenado y su mandíbula muy marcada... me reí en silencio.
En el momento en que intenté levantarme, no pude. No obstante, Lucas me atrajo más a él y suspiró en mi cara. Me reí fuerte y él logró cesar su sueño para mirarme directamente; esos ojos azules, cabello morrón claro, casi amarillo, piel clara y pestañas grandes... me quedé anonadado por lo que veía.
El silencio se rompió en la habitación.
—Buenos días— susurró Lucas.
No podía hacer nada; ni siquiera le presté atención a lo que me dijo. Él me miró con incertidumbre y otra vez me dio los buenos días.
—Buenos días, Lucas—.
Miré su rostro, en el cual se le formaba una sonrisa. Lucas se apartó un poco y se levantó de la cama, buscó su calzado y fue a su ropero, sacó unas prendas y me dio a elegir la que yo quería usar.
Esta vez también me levanté de la cama y miré hacia allá; veo una camisa blanca, jeans celestes y zapatillas blancas. Las tomé y se las mostré; él aceptó con la cabeza.
Me dejó que usara el baño primero; cuando salí, él entró y tardó unos diez minutos en salir. Yo ya estaba cambiado; él quedó petrificado o algo así porque me miraba sin apartar la vista de mí.
Me sentí raro y me miré también.
—¿Qué? ¿Estoy feo?—
Miré a Lucas y se acercó a mí.
—Sí o no— pregunté.
—Sos lo más perfecto que pude haber visto—. Hizo una pausa—. Y una última cosa: jamás digas que si sos feo o no; sos una locura y no te das cuenta—.
Terminó de decir Lucas mientras guiaba a la puerta y bajaban para desayunar.
Llegamos a la mesa y, cuando nos sentamos, no podía dejar de mirar a Alessandro; estaba tan hermoso con mi ropa. Yo estaba tan feliz que sonreía como un tonto.
—Desayunen bien y después se cepillan los dientes; hoy es domingo—. Paró mi mamá mientras servía el desayuno.
—¿Van a salir a algún lugar, Lucas, Alessandro?—. Nos mira y nos da el plato a cada uno.
—Sí, quiero ir al cementerio con Alessandro; prometí llevarlo y eso haremos hoy—. Decía Lucas con la boca llena.
—Terminá de masticar y digerir el alimento primero antes de hablar—. Dijo Azur, mi mamá.
Mi hermano, Arturo, se reía junto a mi hermana, Flor. Mi papá, Antonio, también se reían.
Alessandro se sentía tan vacío y fuera de lugar que no podía masticar. Se levantó de la mesa y se disculpó para irse.
—Voy a buscar algunas cosas a mi casa; después vuelvo. ¿Más tarde vamos a ir, Lucas?—. Preguntó ya cuando estaba saliendo.
Lucas se apuró y casi se atragantó. Tomó agua y salió detrás de Alessandro.
Miró hacia la calle, pero no vio a Alessandro. Corrió hasta la casa, encontró la puerta abierta y entró. Llamó a Alessandro.
—Ale, estás aquí—.
Miraba alrededor y podía notar algunas cosas. Caminó hacia una repisa y vio una foto de la mamá de Alessandro. La tomó.
La guardó en su ropa y subió. Llegó a una habitación con la puerta abierta.
—Voy a pasar, Ale—. Golpeó la puerta y entró; vio a Alessandro juntando algunas cosas. Observó el cuarto y vio que estaba lleno de dibujos y pinturas.
—Tenés talento—. Dijo en el aire, esperando ver la reacción de Alessandro.
—No sé si es talento, pero creo que es mucho empeño y trabajo duro—. Miró a Lucas.
—Mi papá siempre decía que dibujar era solo de mujeres, que era muy poco hombre por dibujar—. Pasó al lado de Lucas.
—Vamos, ya tengo lo que quería—. Dijo Alessandro.
Lucas miró otra vez el cuarto.
—¿No vas a llevar tus cuadros y dibujos?—
Preguntó.
—No, solo ocuparán espacio en tu casa—. Dijo Alessandro.
—¿Por qué decís eso?—. Se preguntó Lucas; se acercó a los cuadros y los agarró, también los dibujos y libros.
—Esto en mi casa se queda—. Dijo mientras salía con todo eso en las manos.
—¿Pero por qué los llevás?—. Decía Alessandro.