Con Miedo Amar

Me despierto con un sueño terrible, no dormí nada. Cada vez que cerraba los ojos, sentía otra vez ese maldito beso.

Me levanté con la misma mezcla horrible de rabia, vergüenza… y ganas.

Sí, ganas y no lo voy a negar.

Me miré al espejo y parecía un desastre:

ojeras marcadas, ojos hinchados y la mente hecha un caos. Menos mal hoy no tenemos ensayo, porque no estoy para ver a nadie… y mucho menos a él.

Le escribo a Caro.

Ann: Hola nena, ¿a que no sabes qué me faltó ayer?.

Y como si hubiera estado esperando mi mensaje, me respondió al segundo.

Caro: Ann, justo te iba a escribir.

Caro: Cuéntame qué te pasó.

Caro: O no, mejor vamos a relajarnos a un spa y allá me cuentas 🧘🏽‍♀️.

Un spa.

Suena perfecto.

Algo que me relaje y me desconecte de mi cabeza un rato.

Ann: Me parece perfecto 😌.

Caro: Paso por ti en 10 minutos.

Fin de chat con Caro.

Me voy corriendo a bañarme, al salir me pongo unos shorts de algodón, una camiseta de tiras y tenis blancos; quiero ir lo más cómoda posible y me dejó el cabello suelto.

Ann: David, voy a salir con Caro. Te quedas solo.

David: Bueno… pero me traes algo.

Sonreí apenas, hombres y su obsesión por la comida.

Justo cuando iba saliendo, me llega un mensaje de Caro: “Estoy en la esquina.”

Salgo y la veo con su sudadera negra, top morado y tenis del mismo color.

Lleva el cabello suelto con ondas perfectas y me espera con esa sonrisa cálida que siempre me tranquiliza.

Caro: ¡Ann! ¿Cómo estás?

Ann: Hola nena… digamos que bien, tengo tanto que contarte.

Caro: Déjame adivinar… ¿Tiago?

Ann: Qué comes que adivinas.

Soltamos una carcajada y nos vamos al spa, queda a unos 25 minutos, así que tomamos un taxi.

Al llegar nos encontramos con una spa enorme y moderno, al entrar la luz tenue y cálida me envolvió como un abrazo. El mostrador de madera, sencillo pero elegante, reflejaba la serenidad del lugar. Un aroma sutil a hierbas frescas flotaba en el aire, invitándome a relajarme.

Antes de pagar, nos hicieron un pequeño recorrido.

La primera habitación me dejó sin palabras, una bañera de hidromasaje rodeada de exuberante vegetación y velas parpadeantes. Las batas blancas y suaves parecían esperarme para sumergirme en un mundo de confort.

Más adelante, una piscina tranquila brillaba bajo la luz suave, rodeada de tumbonas acogedoras. El sonido suave de una cascada creaba una atmósfera de paz y tranquilidad.

En ese instante, supe que había encontrado un refugio perfecto para desconectar del mundo y consentirme. ¡Qué ganas de empezar mi día de spa!.

Regresamos a la recepción, pagamos el servicio y nos dieron toallas para cambiarnos y elegir lo que quisiéramos usar primero.

Obviamente, empezamos tomándonos fóticos. Y claro, las subimos a nuestros estados. Nuestro más grande error… porque lo que venía después iba a ser de locos.

Caro: ¿Lista para desconectar?

Ann: Lista para fingir que mi vida no es un desastre.

Caro se ríe y me pasa un brazo por los hombros.

Caro: Hoy no existe ni Tiago, ni Isabella, ni tus ataques de ansiedad. Hoy solo existimos tú, yo y un montón de mujeres que cobran por quitarnos el estrés.

No pude evitar reírme, la verdad necesitaba esto más de lo que creía.

Entramos a la sala de vapor primero, el calor envolvió mi piel al instante, abriendo mis poros y aparentemente mis pensamientos también, cerré los ojos y me dejé caer en el asiento frío.

Caro: A ver… ¿piensas contarme qué pasó o vas a esperar a que se me derrita la cara para hablar?

Ann: ¡Ay ya ya! —suspiro— Se besó conmigo Caro.

Ella abre los ojos exageradamente, como si el vapor no fuera suficiente impacto visual.

Caro: ¡¿Qué?! ¿Pero cómo que se besó contigo? ¿Él se lanzó o tú te lanzaste o…?

Ann: Él, yo todavía estoy tratando de procesar cómo pasó.

Caro: ¿Y te gustó?

La miré de reojo, pero Caro ya sabía la respuesta y yo también.

Ann: Demasiado… y ahí está el problema.

Caro suspira, se acerca y me aprieta la mano.

Caro: Amiga tú tienes derecho a sentir, nadie puede culparte por eso. Pero...también mereces claridad y él está jugando en un terreno raro.

Ann: Y yo estoy cayendo.

Salimos de la sala de vapor y fuimos directo a los masajes. Las masajistas nos guiaron a una habitación con luces bajas y música que parecía sacada del cielo, me acosté boca abajo mientras sentía cómo mis pensamientos seguían corriendo más rápido que sus manos.

Mientras me masajeaban la espalda, me descubrí mordiendo mi labio, recordando ese instante… ese beso.

La presión en mis hombros no era nada comparada con la presión que tenía en el pecho.

¿Por qué él?

¿Por qué ahora?

¿Por qué así?

Caro, desde la camilla de al lado, suspira profundamente.

Caro: Esto está tan rico que me dan ganas de renunciar a todo y vivir aquí.

Ann: Yo también… aunque dudo que acepten pagarnos con traumas amorosos.

Las dos soltamos una carcajada que por primera vez en horas, me hizo sentir ligera.

Por un momento, solo un momento, el mundo dejó de pesar.