En un mundo donde los ángeles guían a la humanidad sin ser vistos, Seraph cumple su misión desde el Cielo: proteger, orientar y sostener la esperanza de los humanos. Pero todo cambia cuando sus pasos lo cruzan con Cameron, una joven que, sin comprender por qué, siente su presencia y su luz.
Juntos, emprenderán un viaje que desafiará las leyes celestiales: construyendo una Red de Esperanza, enseñando a los humanos a sostener su propia luz y enfrentando fuerzas ancestrales de oscuridad que amenazan con destruirla.
Entre milagros, pérdidas y decisiones imposibles, Cameron y Seraph descubrirán que la verdadera fuerza no está solo en el Cielo, sino en la capacidad humana de amar, resistir y transformar la oscuridad en luz.
Una historia épica de amor, sacrificio y esperanza, donde el destino de los ángeles y los humanos se entrelaza de manera inesperada.
NovelToon tiene autorización de Tintared para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Entre el destino y el deseo
La ciudad respiraba la calma ruidosa de la noche, un murmullo persistente de tráfico y neón. Seraph, sin embargo, no podía descansar. El aire, denso y cargado de emociones humanas, vibraba con la presencia cercana de Cameron, y cada risa, cada suspiro que él percibía, atravesaba su corazón como un filo invisible de anhelo.
Esta vez no buscaría el parque, pues la regularidad era predecible. Seraph sabía que Cameron, la correctora de estilo en la editorial universitaria, acababa de terminar su turno. Jhon, el diseñador gráfico freelance, solía cerrar su jornada de trabajo en una cafetería cercana antes de volver a casa.
Seraph, desde un punto de vigilancia invisible en la azotea de un edificio, percibió a Jhon. Estaba saliendo de la cafetería con su laptop y una taza de café en mano, su rostro más pensativo que de costumbre.
Cameron, con una pesada bolsa de manuscritos, caminaba hacia la parada del autobús. Seraph ajustó su esencia: no guiaría, sino que alinearía la probabilidad. Hizo que el aire vibrara de una manera casi musical, atrayendo subconscientemente a Jhon a girar en la esquina exacta y a Cameron a detenerse para revisar un mensaje en su teléfono justo en el camino.
El encuentro fue perfecto en su imperfección. Jhon, inmerso en sus pensamientos, tropezó levemente al girar y chocó contra Cameron, derramando un poco de café en el lateral de su abrigo.
—¡Oh, Cameron! ¡Lo siento muchísimo! —exclamó Jhon, la vergüenza tiñendo su rostro al ver a la mujer que ya conocía.
—Jhon, no te preocupes, de verdad —dijo ella, intentando sonreír a pesar de la mancha, este contacto físico inesperado elevó la tensión.
Seraph sintió un dolor intenso. Era la primera vez que su interferencia lograba un toque directo, y sin embargo, cada gesto de disculpa de Jhon hacia Cameron le atravesaba como un filo caliente. Celos y deseo coexistían, recordándole que, aunque podía ser el arquitecto de su destino, no podía ser parte de él.
Para asegurarse de que el encuentro se prolongara, Seraph manipuló el campo de sonido, haciendo que el claxon de un coche cercano sonara de forma persistente. Esto forzó a Jhon a guiar a Cameron a un pequeño rincón tranquilo de la acera para conversar.
—En serio, déjame pagarte la limpieza de esto —insistió Jhon, señalando la mancha en el abrigo.
—Es solo café, Jhon. Tú te disculpaste. Mejor cuéntame, ¿sigues corrigiendo el mundo visual? —preguntó Cameron, refiriéndose a su trabajo de diseñador.
—Sí, sigo creando paisajes que no existen en la realidad, como un escape —dijo Jhon, con una sonrisa más genuina—. Mi gran proyecto de la semana es un logo para una pastelería. Es un trabajo solitario, por eso estoy siempre buscando cafeterías. ¿Y tú, sigues lidiando con la gramática de los académicos?
—Así es. Corrijo el mundo de la palabra —explicó Cameron—. A veces es frustrante, pero me gusta pulir las ideas de otros. Me permite vivir muchas vidas sin salir de la silla.
—Es fascinante. Es gracioso, tú y yo nos complementamos —dijo Jhon, la idea de la conexión brillando en sus ojos—. Me encanta dibujar la sensación que dejan los libros de misterio que me gustan, con esos finales inesperados.
—¡Me encantan los misterios! —confesó Cameron, su rostro iluminado—. Pero mi escape real son las películas viejas y los libros con finales felices. La realidad es ya bastante oscura, ¿no crees?
Seraph, invisible, se acercó, sintiendo el dolor compartido de los mortales. Su corazón se encogió al escuchar la verdad simple de sus pérdidas. En ese momento, Seraph fue un faro de consuelo silencioso, absorbiendo parte de la tensión. Estaban conectados, y su intervención había dado fruto.
Pero entonces, Jhon, sintiéndose valiente por la conexión emocional y los gustos compartidos, intentó acercarse un poco más, su cuerpo buscando una proximidad natural.
Cameron, sensible como siempre a la esencia angélica, sintió esa presencia familiar e intensa.
—Siento… que alguien está cerca —murmuró, deteniéndose en medio de la acera.
—¿Otra vez con tu protector invisible? —preguntó Jhon, con una mezcla de diversión y cariño.
—No sé, Jhon. Es una sensación muy fuerte. Es como si alguien quisiera cuidarme… pero no sé quién.
El ángel se detuvo en seco, casi dolorido por la intensidad de la sensación. Sus celos aumentaron al escucharla hablar de su “protector invisible”, sabiendo que era él, pero que todavía no podía ser reconocido.
Al final de su breve caminata, Jhon se sintió impulsado a intentar tomar su mano para despedirse. Seraph lo vio venir y, a pesar de sus sueños de advertencia, no pudo resistir.
Con un esfuerzo de voluntad, no movió el aire, sino que hizo que un pequeño grupo de pájaros, asustado por un ruido que solo Seraph podía percibir, se levantara de un árbol cercano, volando directamente hacia la cabeza de Jhon. El hombre se agachó por instinto, perdiendo el contacto que buscaba.
Cameron frunció el ceño, confundida.
—Es raro… todo se detiene o se interrumpe justo cuando estamos a punto de…
—Sí —dijo Jhon, rascándose la nuca—. Tal vez deberíamos ir a un lugar con menos pájaros.
Seraph se sintió agotado por el esfuerzo. La tensión de la doble misión —guiar y celar— se volvió insoportable. Tenía que respirar, no el aire de la Tierra, sino el vacío del cielo.
Mientras Cameron y Jhon se despedían, Seraph se impulsó hacia arriba con una velocidad vertiginosa. Una escapada furtiva, pero ahora, limitada. Atravesó la capa de nubes, el ruido de la ciudad se convirtió en un susurro. Se detuvo justo en la línea donde la atmósfera se adelgaza, mirando la Tierra. Ya no podía llegar tan lejos como antes de su caída; su límite era la estratosfera.
Su huida fue tensa. Los sueños regresaron de inmediato, resonando en la atmósfera helada:
“Seraph… hijo de la Luz… la huida es la mayor desobediencia. Tu prisión está en la Tierra. Lo que hoy guías, mañana determinará destinos. No te alejes por miedo… o perderás tu corazón y la misión.”
El ángel se encontró de vuelta en el callejón de siempre, sudoroso y agitado, sin saber cómo había regresado tan rápido. Comprendió que su papel se había vuelto aún más restringido.
Seraph cerró los ojos y susurró:
—Haré lo que pueda… aunque cada gesto me duela. Aunque el cielo me observe y me advierta… no puedo alejarme. Mi prisión es mi amor.
En la noche silenciosa, comprendió que la prueba apenas comenzaba: el amor humano era más poderoso que cualquier mandato celestial, y él estaba destinado a sentirlo, sufrirlo… y protegerlo, sin importar que fuera para otro.