Ella creyó en el amor, pero fue descartada como si no fuera más que un montón de basura. Laura Moura, a sus 23 años, lleva una vida cercana a la miseria, pero no deja que falte lo básico para su pequeña hija, Maria Eduarda, de 3 años.
Fue mientras regresaba de la discoteca donde trabajaba que encontró a un hombre herido: Rodrigo Medeiros López, un español conocido en Madrid por su crueldad.
Así fue como la vida de Laura cambió por completo…
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Capítulo 18
— ¿Puedo entrar?— preguntó Rodrigo, en un tono casi autoritario.
Laura, desconcertada, apenas le dio paso. Los hombres que lo acompañaban, se quedaron afuera, en el pasillo.
Rodrigo entró, miró alrededor, vio a la niña jugando con sus muñecas en la alfombra de la sala. Su mirada se suavizó. Se acercó a la niña, se agachó.
— ¿Cómo estás, pequeña?
Duda levantó los ojos y sonrió al ver quién estaba a su lado. De un salto, se arrojó en sus brazos, colgándose de su cuello.
— ¡Volviste! Y estás más oloroso...
— ¿Entonces no tenía un olor bueno?— Rodrigo sonreía con la sinceridad de la niña.
— Incluso apestoso, me gustabas...
— Pequeña...— dijo, dándole un beso sonoro en su mejilla.
Él se dirigió a Laura, respiró hondo y dijo:
— Necesito hablar contigo. A solas.
Doña Zuleide comprendió la situación y llevó a Duda al cuarto. Laura cruzó los brazos, desconfiada.
— ¿Qué está sucediendo?
Rodrigo se acercó, más calmado que nunca.
— Laura... Tengo una propuesta para hacerte. Una propuesta que puede cambiar la vida de tu hija.
Ella no respondió. Solo lo encaró con atención.
— Soy Rodrigo López. No llevo una vida simple, como pudiste percibir.— la miró fijamente.— Los dos tenemos problemas y, si nos unimos, tal vez uno pueda ayudar al otro.
— No estoy entendiendo...
Laura se apoyó en la pared, sin saber qué esperar.
— Simple. Maria Eduarda necesita tratamiento con urgencia, sola no lo conseguirá. — él colocó las manos en el bolsillo del pantalón mientras hacía la propuesta. — En España, soy de una familia importante y allá mi influencia podrá salvar a Duda.— sus ojos verdes, parecían penetrar en Laura intentando captar su reacción — Por otro lado, yo necesito una esposa.
Rodrigo pudo ver el momento en que ella entendió lo que él le proponía.
— No es como estás pensando. Puedes estar tranquila, será un contrato con inicio y fin.— su mirada se oscureció y su voz se tornó firme.— Mi abogado redactó un contrato. Tendría valor por un año. Después de ese plazo, cada uno sigue su vida como bien entienda.
Él hizo una pausa, para que ella comprendiera lo que él decía y también, para evaluar su reacción. Después continuó:
— Yo te daría una compensación, que podrá mantenerte a ti y a tu hija, bien por mucho tiempo. Compraré una casa donde tú elijas, cuidaré de dar un futuro para ustedes.
— ¿Por qué estás haciendo esto?— Laura quiso saber.
— Simple. Salvó mi vida.— Rodrigo sonrió— Y Duda... ella es una niña dulce... yo no dejaría que sufriera nuevamente por falta de médicos.
Viendo que ella aún estaba indecisa Rodrigo continuó:
— No te preocupes. Será un matrimonio de fachada. El contrato será de un año. Ya lo redacté, puedes leerlo con calma, después... Durante un año, tú, Duda y hasta la señora Zuleide, quedan en Madrid, bajo mi protección. Allá, Maria Eduarda tendrá acceso a los mejores médicos, exámenes, todo lo que necesite para que ella continúe saludable y feliz. Así, mi abuela irá a parar de presionarme para casarme con algunas de las socialités que ella elige.
— ¿Un matrimonio... de fachada?— ella repitió, atónita.
Sí. Sin obligaciones. Apenas un acuerdo. Yo cuido de la Salud de tu hija y, a cambio, tú ayudarás con mi familia yo te ofrezco seguridad, estabilidad, confort...
Laura miró para el suelo. Su corazón estaba acelerado. Rodrigo no era un hombre común. Ella lo sabía. Pero ahora, entrar en su mundo... Eso sería bien más complicado. Delante de todo aquello, sentía que su vida estaba dando un vuelco.
— Tal vez yo no combine con tu mundo...— Laura levantó la mirada— Yo no soy ninguna santa.— murmuró — Y tú tampoco eres ningún ángel, Rodrigo.
— Yo no vine a buscar ninguna santa. — él respondió — En mi mundo, ellos "cenan" a las santas. Tú eres decidida y fuerte... sabrás imponerte.
El silencio se extendió. Las palabras de Rodrigo aún resonaban en su mente como si el tiempo se hubiera parado alrededor.
Laura sabía lo que la propuesta de él incluía. Todo sería una escenificación. Para ella no sería difícil, ella fue bien educada por su madre, antes de perder a sus padres, su vida era bien más que "estable".
El problema sería mantenerse en un personaje por tanto tiempo...
No era solo la propuesta, era lo que venía con ella. Rodrigo era un extraño. Un hombre envuelto en secretos, con dinero, poder y un pasado que ella aún no conocía. Y, aún así, él estaba allí, ofreciendo lo imposible: esperanza.
Pensó en Duda. En el cansancio de correr detrás de exámenes, en las puertas cerradas de los hospitales públicos, en las miradas de pena que ella recibiría. Pensó en el futuro. Un futuro donde su hija tuviera chances, donde tal vez viviese sin limitaciones, donde la enfermedad no fuese una sentencia.
Pero... ¿y ella? ¿Ser esposa de mentira de un hombre con aquel? ¿Mudarse para otro país? ¿Colocar la propia vida y la de su hija en las manos de él?
Miró para Rodrigo. Él parecía calmo. Pero había algo en los ojos de él que decía más de lo que las palabras: él hablaba en serio. Y no era un juego.
Tal vez rehusar fuese arriesgado. Pero aceptar... Tal vez fuese aún más.
Se acordó de su pasado, en cómo quedó desestabilizada con la muerte de los padres. En cómo su vida tomó un rumbo catastrófico cuando resolvió confiar en su novio, el padre de su hija.
Él consiguió en menos de un año, acabar con la empresa de mediano porte de la familia y desapareció dejándola sin casa, sin dinero, apenas con la pequeña vida que crecía en su vientre.
Por ella... sí, ella aceptaría para salvar la única cosa buena que ella tenía en este mundo.
Ella erigió la cabeza y, mirando en el fondo de aquellos ojos verdes, respondió sin ni un poco de incertidumbre.
— Acepto.
— ¿Mismo?— Rodrigo intentó disimular su contentamiento.
— Por ella... por mi hija yo haría cualquier cosa. Pero no puedo dejar a doña Zuleide para atrás, ella solo me tiene a mí.
— Claro. Ella irá con nosotros.
Laura respiró hondo. El corazón estaba apretado. El destino de la hija ahora estaba entrelazado con aquel hombre de vida misteriosa que parecía esconder tormentas. Pero en el fondo, había algo en él... La hacía confiar. Y una vez más en su vida, tendría que enfrentar el futuro incierto...