Segunda parte de la Saga PROMESA Y DESTINO que narra la historia de Fafner y Lugus
La existencia de Taranis Lugus ha sido marcada por el dolor, creyéndose un ser maldito, que sólo puede llevar desgracia a los que lo rodean y que no merece la esperanza del amor. Decidido a ayudar a su pequeña Libelle a traer a sus crías al mundo, Lugus elige sacrificarse, creyendo que es lo mejor para sus seres queridos, a pesar de que esto pueda significar tener que dormir un par de siglos y no volverlos a ver...
Por su parte, Fafner intenta escapar nuevamente de lo que comienza a sentir por Lugus; embarcandose en una serie de misiones que en lugar de ayudarlo a olvidar lo harán conocer más sobre la raza demoníaca y quién es realmente Lugus.
¿Podrá Fafner regresar a tiempo para volver a ver a su demonio?
¿Lugus logrará superar su terrible pasado y aceptar que él también merece amor?
Acompaña en esta nueva historia al Clan Lanira y los Dragones del Clan Nithe Ragnar.
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El intruso...
Después de que Rodrigo le informó a Fafner que la situación en casa era más difícil de lo que se había imaginado, él comenzó a considerar que ya era momento de romper el silencio; quizás llamar a alguno de sus hermanos para enterarse de todo lo que en verdad estaba pasando era lo mejor, pero no sabía con cuál de los tres podría ser más prudente comunicarse. En primer lugar; porque no deseaba que su padre se enterara de su paradero, ya que seguramente en cuanto el viejo dragón supiera su ubicación y condición actual, enviaría al resto de sus hermanos para obligarlo a regresar a terminar el tratamiento; porque Fafner tenía que reconocer que aún no sabía si sus recientes síntomas eran debido a que continuaba teniendo un ligero síndrome de abstinencia, o sólo extrañaba demasiado; lo cierto era que a pesar de sus esfuerzos por ocultarlo, ya lo habían notado sus hombres, por lo que no era difícil imaginar que su padre, seguramente, lo sabía. Y en segundo lugar; porque era un cobarde, le asustaba saber que él también lo extrañaba, como lo hacia él; pero lo que en verdad le aterraba era descubrir que ese demonio había seguido con su vida, olvidándose de él, a pesar de que el mismo Fafner no dejaba de pensarlo...
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—Te he estado observando y eres muy aburrido— resonó una voz chillona como uñas arrastrándose sobre un cristal —apestas a orgullo y anhelo, pero aún así no me pareces nada apetitoso, creo que ese auto desprecio que emanas me resulta demasiado empalagoso, aunque mi príncipe siempre ha sido de gustos dulces...
—¿Qué haces aquí demonio?— preguntó Fafner lleno de fastidio, nunca había sido muy tolerante con los entrometidos, y en su actual condición menos —Yo no te he dado permiso de seguirme...
—Ja, ja, ja... Eres muy ingenuo y gracioso, joven dragón— resonó en todas partes la voz del intruso, impidiéndole a Fafner ubicarlo —Sólo los demonios de bajo rango necesitan permiso de sus presas para seguirlas...
Fafner pensó que se necesitaba ser muy estúpido para darle permiso a un demonio para seguirte o entrar a tu casa, pero seguramente existían más de esos de los que se imaginaba, ya que esos demonios que acababa de conocer se veían bastante bien alimentados como para pensar lo contrario...
—Y sí, si hay muchos, un ejemplo serían esos dragones renegados de bajo nivel— aclaró el intruso, como si pudiera leerle la mente al dragón —Ellos han resultado más deliciosos de lo que me hubiera imaginado...
—¿Qué les has hecho?— preguntó a la defensiva Fafner, imaginando que si se descuidaba ese podría ser su destino... Él mismo ya había planeado terminar próximamente con ellos, pero la forma en la que él lo hubiera hecho, seguramente era mil veces más misericordiosa de la que había empleado ese intruso.
—Sólo he hecho lo que se me ha ordenado— respondió con un tono inocente, que con esa voz macabra, resultaba más perturbador que su forma habitual de hablar.
—¿Quién te lo ha ordenado?— preguntó Fafner, poniéndose de inmediato en guardia, ya que si ese demonio se encontraba cumpliendo encargos, él podría ser parte de ese trabajo.
—Uno de los pocos que puede tener potestad sobre un demonio de mi rango— respondió con un tono juguetón —Y que estaba interesado en limpiar lo que tú no pudiste...
—Lugus...
—Cerca— respondió el intruso, al tiempo que por fin se dejaba ver, materializándose frente al dragón, claro a una distancia prudente, y con una voz más terrenal continuó —El Príncipe Exiliado detesta dar órdenes, él prefiere los intercambios justos; pero el Primer Príncipe tiene el don de mando de su padre, después de todo, él es el descendiente puro de nuestro Rey...
—¿Fue el señor Dracul?— Fafner no pudo evitar sentirse un poco confundido —Pero por qué...
—¿A caso crees que él dejaría pasar la agresión que cometieron esos bandidos en contra de su hija?— para Fafner el atentado que Aisha había sufrido, era en realidad un ataque dirigido en contra de su Clan, al que ella en ese momento ya pertenencia, por lo que nunca pensó que podría ser tomado como una ofensa en contra del Clan de los demonios —Eres muy ingenuo— el desdén en la voz del demonio a Fafner le pareció antinatural —Incluso que tú y tu Clan sigan completos es pura suerte. Si no fueran ahora parte de su familia, seguramente los habría aniquilado él mismo...— aquellas palabras sorprendieron al dragón, que si bien se consideraba un sobreviviente, hasta ese momento no había dimensionado lo que significaba la relación de Ragnar y Aisha —Ya una vez lo vía arrasar con una ciudad humana completa y maldecir su tierra hasta que el último de los descendientes, de los habitantes de aquel lugar, dejara de caminar sobre la tierra— los ojos de aquel demonio parecían brillar de emoción —Fue poético...
—Entonces... ¿Qué es lo que quieres?— Fafner estaba seguro que aquella criatura no se encontraba parado frente a él, hablando del gran poder de sus príncipes, sólo porque no tenía otra cosa mejor que hacer, además de que a él no le gustaba dar tantos rodeos a las cosas.
—Primero; saciar mi curiosidad— el demonio ladeo un poco su cabeza al tiempo que barría de arriba a abajo al dragón que tenía delante —¿Qué te pudo haber visto nuestro hermoso príncipe? Por más que te veo, todavía no lo entiendo...
—No sé de lo que me estás hablando— respondió ya un fastidiado Fafner.
—¿Cómo? ¡Pero si él te dejó vivir!— el tono del demonio estaba cargado de nueva indignación —Mi hermoso príncipe te otorgó la gracia del perdón, y eso por si sólo ya dice que le gustas mucho— la sorpresa en el rostro de Fafner enfurecía aún más al demonio —Y como si no fuera suficiente el regalo de tu existencia, te dio de sus lágrimas; que cuando vienen de un demonio como yo, son una panacea, pero entre los nuestros, al venir de uno de nuestros príncipes, es lo equivalente a una bendición... y tú... tú te atreves a andar cargándolas por ahí como si fueran un simple amuleto de la suerte...