Soy Gabriela y está es mi Historia:
"El nudo en mi garganta se hace cada vez más fuerte. Dejar a mi familia es una herida que nunca sanará por completo, pero la esperanza de un futuro mejor me impulsa hacia adelante. El Nuevo Mundo me ofrece un lienzo en blanco, una oportunidad para reinventarme. Sin embargo, el miedo a lo desconocido me acecha. ¿Podré adaptarme a una nueva cultura, construir una nueva vida? Y ¿qué lugar habrá en mi corazón para el amor cuando Edward, con su mundo de éxito y poder, se cruce en mi camino?"
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Capitulo IX Casi me Besa
Ya ha pasado un mes desde que llegó Gabriela a la casa de los Thompson. Espera que en dos meses ya tendrá el dinero suficiente para mudarse.
Gabriela se despierta temprano cada mañana, lista para su largo viaje al trabajo. Se despide de Beatriz antes de salir, quien siempre le desea un buen día.
Beatriz: (Sonriendo) ¡Que tengas un buen día, Gabriela! Cuídate en el camino.
Gabriela: (Sonríe) Gracias, Beatriz. Nos vemos en la noche.
Gabriela toma dos autobuses y luego camina hasta la cafetería donde trabaja. Aunque el viaje es largo, ella se siente contenta y agradecida por tener un lugar seguro donde quedarse. En la cafetería, Gabriela trabaja con dedicación, atendiendo a los clientes con una sonrisa.
Al final del día, Gabriela emprende el viaje de regreso a la casa de los Thompson. Aunque está cansada, su espíritu sigue siendo positivo. Al llegar, Beatriz la recibe con una cena caliente y una conversación amena.
Beatriz: (Sirviendo la cena) ¿Cómo estuvo tu día, Gabriela?
Gabriela: (Sonríe) Fue un día largo, pero estoy contenta. Me gusta mi trabajo y me siento afortunada de tener un lugar donde quedarme.
Las dos amigas cenan juntas, compartiendo historias y risas. La casa de los Thompson se ha convertido en un refugio para Gabriela, y la compañía de Beatriz hace que cada día sea más llevadero.
La rutina diaria de Gabriela puede ser agotadora, pero ella encuentra alegría en las pequeñas cosas: la amabilidad de Beatriz, la seguridad de la casa, y la satisfacción de un trabajo bien hecho.
Es tarde en la noche y la casa de los Thompson está en silencio. Beatriz ya se ha dormido, y Gabriela, como de costumbre, se levanta de su cama y se dirige al jardín. El aire fresco de la noche la envuelve mientras camina hacia su lugar favorito, un banco bajo un árbol grande.
Gabriela se sienta en el banco y mira hacia el cielo. Las estrellas brillan intensamente, y ella se siente conectada con su vida anterior, recordando momentos felices y personas queridas.
Gabriela: (Susurrando para sí misma) Las estrellas siempre me han dado paz. Es como si pudiera hablar con ellas y sentirme más cerca de casa.
Ella cierra los ojos por un momento, respirando profundamente y dejando que la tranquilidad del jardín la envuelva. Este momento de meditación nocturna se ha convertido en su ritual, una forma de encontrar consuelo y fuerza para enfrentar cada día.
Mientras observa las estrellas, Gabriela reflexiona sobre su vida actual y las dificultades que ha superado. A pesar de los desafíos, se siente agradecida.
Gabriela permanece con los ojos cerrados, sentada en el banco del jardín. Siente un olor varonil que la envuelve, y sin abrir los ojos, se siente como en un trance. De repente, siente el roce de unas manos en su mejilla. Abre los ojos lentamente y se encuentra cara a cara con Edward. Por un momento, piensa que lo está imaginando, su toque es tan sutil que ella queda inmóvil, pero su corazón late con fuerza.
Edward se inclina y roza sus labios con los de ella. Gabriela se sobresalta y lo empuja, sorprendida. Edward parece igualmente sorprendido.
Edward: Disculpa, Gabriela. Pensé que no eras real.
Gabriela: (Indignada) Esa es la excusa más absurda. (Intenta salir corriendo, pero Edward la detiene.)
Edward: Discúlpame, Gabriela.
Gabriela: Señor Edward. Le agradezco lo que han hecho por mí, pero no se me acerque.
Edward: No quise faltarte el respeto.
Gabriela: (Molesta) Señor Edward, casi me besa y quiere decirme que no creía que era real. No soy tonta, no soy ese tipo de mujeres.
Edward: No quise ofenderte, pero no soy un hombre abusivo. No sabía que estabas aquí. Te vi tan hermosa bajo el árbol con los ojos cerrados y no sé qué me pasó. Sentí el deseo de acercarme y besarte.
Gabriela: Señor Edward, diviértase con sus novias, conmigo no. Ya sé cómo actúan los hombres como usted, no voy a entrar en su juego.
Edward: No sé qué idea tienes de mí, pero no ando jugando con mujeres. (Visiblemente molesto, la hala por el brazo.) No te voy a negar que me gustaste desde que te vi ese día cuando te fuimos a buscar.
Gabriela: Usted fijándose en una mujer como yo, no creo en cuentos de hadas.
Edward la suelta y se retira, molesto.
Gabriela se queda parada en el jardín, sin saber cómo procesar lo ocurrido. Su corazón aún late con fuerza y su mente está llena de confusión. No puede negar que, por un segundo, dudó y quiso besarlo también, pero está conforme por haberlo detenido.
Ella se sienta de nuevo en el banco, tratando de calmarse. Mira hacia el cielo estrellado, buscando la paz que siempre encuentra en las estrellas.
Gabriela: (Pensando) ¿Qué fue eso? ¿Por qué me siento así? No puedo permitirme tener sentimientos por alguien como él.
Gabriela respira profundamente, intentando ordenar sus pensamientos. Sabe que Edward es un hombre atractivo y carismático, pero también sabe que no puede dejarse llevar por sus emociones.
Gabriela: (Susurrando para sí misma) Hice lo correcto. No puedo dejarme llevar por un momento de debilidad.
Finalmente, se levanta y regresa a la casa, decidida a mantener su distancia y a no dejarse influenciar por Edward. Aunque su corazón aún está agitado, Gabriela se siente aliviada por haber tomado una decisión firme.