— Advertencia —
La historia está escrita desde la perspectiva de ambos protagonistas, alternando entre capítulos. Está terminada, así que actualizo diariamente, solo necesito editarla. Muchas senkius 🩷
♡ Sinopsis ♡
El hijo de Lucifer, Azaziel, es un seducor demonio que se obsesiona con una mortal al quedar cautivado con su belleza, pero pretende llevársela y arrastrar su alma hacia el infierno.
Makeline, por su lado, carga con el peso de su pasado y está acostumbrada a la idea del dolor. Pero no está segura de querer aceptar la idea de que sus días estén contados por culpa del capricho de un demonio.
—¿Acaso te invoqué sin saberlo?
—Simplemente fue algo... al azar diría yo.
—¿Al azar?
—Así es. Al azar te elegí a ti.
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Cambio de fortuna
—¿Qué, ya nos vamos? —pregunté fingiendo tristeza.
Estaba plantado en la puerta de la heladería, esperando a que saliera. Había conseguido lo que había querido. Le di el pase a Makeline y de inmediato fui tras ella. Las cosas en su cabeza se estaban poniendo peor al sentir mi presencia, era un caos. Apresuró el paso, quería correr pero no me quería demostrar lo asustada que estaba. Si seguía andando a ese ritmo se tropezaría en cualquier momento.
—Deja de seguirme —logró decir.
Es que los mortales son tan frágiles.
—¿Por qué caminas tan rápido? —cuestioné, dando pasos largos—. Te vas a cansar.
La velocidad a la que yo avanzaba sin cansarme también le estaba desconcertando. Sus débiles piernas casi no podían sostenerse. Me veía como su depredador y eso me complacía. Me adelanté unos pasos para llevarle la delantera.
—¿Tienes miedo?
—Aléjate, maldita sea.
Me estaba divirtiendo, pero desaceleré el paso, quedando a la par.
—¿Te va a dar algo si me quedo caminando a tu lado?
Ignoró mi pregunta y siguió haciendo vanos esfuerzos por perderme de vista. Cuando llegó a su casa estaba totalmente exhausta, abrió la puerta y la cerró lo suficientemente rápido como para que yo no la cruce. De nuevo, no sirvió de nada, me aparecía frente a ella, en su sala. Se dejó caer en el sillón, dándose aire con las manos, podía escuchar su ruidosa respiración.
—Te dije que no caminaras así —me burlé.
Ella tenía los ojos cerrados, tratando de recuperar el aliento. Le tomó un tiempo recomponerse para contestarme.
—¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Acaso hice algo para que vinieras… a buscarme? —preguntó entre jadeos—. Dímelo, ¿te invoqué sin saberlo?
Me encogí de hombros con una tranquilidad que se le hacía insoportable.
—A decir verdad, solo quería molestarte un poco —me acomodé en el sillón, cruzando las piernas.
Me gustaba ver cómo estaba perdiendo el control, como si me alimentara de ello.
—No, no me refiero a eso —suspiró. Pensó que si seguía desbaratando así sus pensamientos yo me daría cuenta y seguiría jugando con ella. Ternurita—. Hablo de lo que me dijiste antes en la heladería.
Clavé mis ojos en ella, tirando de los límites de su paciencia.
—¿Acerca de tomar tu alma?
—Si… eso
La estudié en silencio, disfrutando del visible aumento de su desesperación. Se me hizo tentador ver su hipnótica apariencia mostrando el temor que manejaba perfectamente. Me repudié por ello, estaba dejando que ella me envolviera, y ese puesto era mío.
Me puse de pie para acercarme, se hizo hacia atrás en el mismo sillón y esa reacción me causó satisfacción al saber los efectos que podría causar en ella.
—¿Te asusta eso?
Se mantuvo firme, o al menos lo intentaba.
—No has respondido mi pregunta —dijo con seriedad.
Esbocé una sonrisa, tratando de extender los silencios para aumentar su ansiedad.
—¿Quieres la respuesta real?
—Sí —respondió de golpe—. Necesito saber qué mierda hice para que te aparecieras de repente en mi casa.
Un suspiro desvaneció mi sonrisa.
—No hiciste nada en especial —caminé por la habitación.
—¿Qué se supone que debo interpretar de eso?
—Simplemente fue algo… al azar, diría yo.
—¿Qué? ¿Al azar?
—Así es, al azar te elegí… a ti.
Eso no aclaró sus dudas, de hecho la sumí más en la incertidumbre. La palabra “elegir” resonó en su mente, y la entiendo, no era para menos.
—¿De qué hablas? ¿Qué quieres decir con que ‘me elegiste’?
Solté una risa seca, carente de amabilidad, que la perturbó más.
—Ya te lo dije, vine por tu alma. Te elegí porque quiero, y voy a llevarme tu alma hacia las profundidades del infierno.
—Pero… —quiso oponerse, pero no sabía cómo y las palabras se le atoraron.
Percibí que quería huir y esconderse, se estaba convenciendo a sí misma de que estaba soñando o delirando, hasta leí su mente tratando de aceptar la idea de que estaba loca. Pero no podía comprender por qué ella y era complicado para mí.
También empezó a repasar todos los posibles pecados que la habían llevado a ese punto. Por alguna razón que no logré descifrar entonces, al darse cuenta de que era un ser sobrenatural, esperó respuestas de otro tipo, una disculpa de mi parte por todo lo que habían hecho con ella en su pasado. Pero, ¿qué tipo de ser sobrenatural creía que era yo? Divino no, eso estaba claro.
—¿Por qué yo?
«¿Por qué ahora?» fue lo que quería decirme realmente. Ahora cuando de había alejado de su asquerosa familia. Ese pensamiento le atormentó un momento, creyó que tal vez el resentimiento que sentía era lo que la había traído a esto.
—No lo comprendo —dijo con una voz más apagada— ¿Qué hice mal? No, es que no lo entiendo.
Respiré profunda y pesadamente.
—Comprende que tú no hiciste nada —eso sonó a un intento de consuelo para ella; le pareció insultante—. Digamos que tu alma me llamó la atención. Y la quise.
Me miró, como si fuera un disparatado. El sentimiento en sus ojos cambió de dirección al escucharme. Advertí que la rabia estaba reemplazando su miedo y se atrevió a levantarme la voz.
—¡¿Qué?! ¿Tú me estás diciendo que me van a torturar eternamente solo porque te ‘llamé la atención’?
No era precisamente de ese modo, pero diremos que sí.
—Sí, justamente eso. Tu alma ya me pertenece.
Estaba horrorizada. Pensó en mí como un niño caprichoso y eso me fastidió. Únicamente, no se lo reproché porque creyó que la estaba poniendo al nivel de un asesino al castigarla de ese modo, solo porque a mí se me antojó su alma.
—Y no será que, no lo sé —modificó el tono de su voz, después de analizarlo quería probar a buscar algo que pudiera convencerme de desistir—. ¿Puedes elegir otra alma? Quizá alguien que sea útil.
Ilusa.
Yo ya estaba negando lentamente con la cabeza antes de que acabara su frase.
—Ni lo intentes, esa no es una opción. A mí la tuya me parece mucho más interesante.
—¿Pero qué te puede interesar de mi alma? —protestó—. No tengo nada que ofrecer, ni siquiera tengo amigos, mi trabajo es miserable —qué lástima—, y mi familia —hizo una pausa, saboreando el amargo de la palabra—. No quiere ni verme.
Y era mejor así, después de leer todo lo que pensaba de su familia, no entendí por qué se quejaba de ellos. En fin, incoherencias mortales.
—Aun así me interesa —levanté los hombros—. ¿Qué puedo hacer yo? Tu alma es menos común de lo que piensas. Y no vas a hacer que cambie de opinión —me tiré en el mueble con las manos en la cabeza, en una actitid relajada—. Lo siento.
Resopló, ya no se le ocurría con qué más intentar, su paciencia ya había llegado al límite.
— ¿Y tienes que hacerlo justo ahora?
La observé en silencio, pensando en lo que acababa de preguntar. Ciertamente, quizá no era muy justo para ella que venga de repente un demonio a llevársela. No tenía apuro en hacerlo, no por ahora.
—Supongo que podría darte algo más de tiempo si es lo que quieres.