Reon Y El Mundo Fantástico

Al regresar al portal con el pergamino en mano, Reon y Lysandra sintieron que el Desierto de los Ecos observaba cada uno de sus movimientos. Las nubes grises que cubrían el cielo parecían más densas, y el aire estaba cargado con una energía latente, como si algo o alguien estuviera despertando bajo la superficie de la tierra árida.

El portal seguía abierto, su vórtice girando lentamente en el centro del círculo de piedras. Reon sintió un alivio momentáneo al ver que su salida del desierto estaba asegurada, pero también una creciente inquietud, como si el tiempo se estuviera agotando. Lysandra, siempre perceptiva, captó su tensión y lo miró con seriedad.

"El desierto no es solo un lugar físico," explicó en voz baja mientras se acercaban al portal. "Es una manifestación de lo que fue olvidado, de lo que ha quedado atrás en la historia de Elaria. Pero a veces, esos recuerdos pueden cobrar vida, especialmente cuando se les da una razón para despertar."

Reon asintió, comprendiendo el peso de sus palabras. El pergamino que ahora llevaban consigo no era solo un objeto antiguo; era un fragmento de la historia de Elaria, una historia que había sido enterrada y que, de alguna manera, seguía viva en este lugar. Pero antes de que pudiera responder, un profundo temblor sacudió la tierra bajo sus pies.

El temblor fue seguido por un sonido gutural, como un rugido que resonaba desde las profundidades del desierto. Reon sintió que el suelo vibraba bajo sus botas, y un instinto primario le gritó que corriera. Sin embargo, antes de que pudiera moverse, algo emergió de la tierra frente a ellos.

Una enorme figura comenzó a levantarse del suelo, una masa de piedra y arena que tomó la forma de un coloso. Sus ojos brillaban con una luz interna, como si estuvieran hechos de magma, y su cuerpo parecía una amalgama de rocas antiguas y tierra endurecida. El coloso se alzó a su plena altura, y su sombra cubrió todo el claro donde se encontraba el portal.

"Es uno de los Guardianes Antiguos," dijo Lysandra, su voz teñida de asombro y respeto. "Ellos son los protectores de los secretos más profundos de Elaria, aquellos que han sido enterrados por siglos. No permitirán que nos vayamos tan fácilmente."

Reon desenvainó su espada, su mente corriendo para encontrar una estrategia. Sabía que enfrentarse a una criatura como esta no sería sencillo, pero tampoco podían permitirse huir. La misión que tenían era demasiado importante, y el pergamino era la clave para entender el pasado y el futuro de Elaria.

El Guardián Antiguo rugió nuevamente, y con un movimiento lento pero poderoso, levantó un brazo gigantesco para atacar. Reon saltó hacia un lado, esquivando el golpe que sacudió la tierra a su alrededor, pero la fuerza del impacto lo desestabilizó. Lysandra, con movimientos ágiles y precisos, utilizó su magia para formar un escudo de luz que protegió a ambos del siguiente ataque.

"¡Tenemos que encontrar su punto débil!" gritó Reon, recuperando su postura mientras observaba al coloso con ojos calculadores. "No podemos luchar contra algo así solo con fuerza bruta."

Lysandra asintió, y sus ojos se enfocaron en las runas que brillaban en el cuerpo del coloso. "Las runas," dijo rápidamente. "Están canalizando la energía que lo mantiene vivo. Si podemos desactivar esas runas, podríamos debilitarlo lo suficiente para derrotarlo."

Reon asintió, y sin perder tiempo, se lanzó hacia el coloso. Sabía que necesitarían trabajar en equipo para tener alguna posibilidad de éxito. Mientras él distraía al Guardián Antiguo, Lysandra comenzó a conjurar un hechizo complejo, sus manos moviéndose con gracia mientras recitaba palabras en un idioma antiguo.

El coloso rugió una vez más, lanzando un torrente de arena y rocas hacia Reon, pero él se movió rápidamente, saltando de un lado a otro para evitar ser golpeado. Con cada segundo que pasaba, sentía que la energía en el aire se intensificaba, como si el coloso estuviera alimentándose del desierto mismo.

Finalmente, Lysandra completó su hechizo, y una ráfaga de energía mágica salió disparada de sus manos hacia el coloso. La energía impactó directamente en una de las runas, y Reon vio cómo la luz en esa sección del cuerpo del coloso parpadeaba y se apagaba. El Guardián Antiguo vaciló, su movimiento ralentizándose mientras intentaba reajustarse.

"¡Ahora, Reon!" gritó Lysandra. "Ataca las otras runas antes de que se recupere."

Reon no dudó. Con la velocidad y precisión de un cazador, se lanzó hacia el coloso, enfocándose en las runas que aún brillaban con intensidad. Con cada golpe de su espada, sentía que la energía del coloso se debilitaba, hasta que finalmente, solo quedaba una runa activa.

El coloso, ahora debilitado y furioso, lanzó un último ataque desesperado, pero Reon estaba preparado. Esquivó el golpe y, con un grito de determinación, hundió su espada en la última runa. El coloso se detuvo, su cuerpo entero temblando antes de comenzar a desmoronarse. Las rocas y la arena que lo componían cayeron al suelo, convirtiéndose en un montón inerte.

Cuando el Guardián Antiguo finalmente se desmoronó por completo, el desierto quedó en silencio, como si el tiempo mismo hubiera detenido su marcha. Reon respiró con dificultad, sintiendo el agotamiento en cada músculo de su cuerpo, pero también una sensación de triunfo. Habían superado la prueba del desierto y habían vencido a uno de los Guardianes más temibles de Elaria.

Lysandra se acercó a él, su expresión seria pero aliviada. "Lo hiciste bien, Reon. Pero esto es solo el comienzo. Ahora que tenemos el pergamino y hemos cruzado el portal, el verdadero desafío nos espera. Elaria nos ha puesto a prueba, y ahora debemos estar preparados para lo que viene."

Reon asintió, guardando su espada y respirando profundamente. Sabía que lo que habían enfrentado en el Desierto de los Ecos era solo una parte del viaje. Con el Guardián derrotado y el pergamino en su poder, se acercaron al portal, listos para regresar a la Elaria que conocían, pero conscientes de que su misión solo se volvería más peligrosa y compleja a partir de ahora.

Sin más demora, cruzaron nuevamente el vórtice, dejando atrás el desierto y sus ecos. Con el pergamino y la llave, estaban más cerca de desentrañar los secretos de Elaria, y de enfrentar el destino que los esperaba.