Samara es una brillante joven que vive con sus padres adoptivos en un tranquilo pueblo.Un día acompaña a su mejor amiga a pasar el fin de semana a ciudad Amatista ,la ciudad más moderna y próspera del continente.Lo que no sabía Samara es que ese viaje le cambiaría la vida para siempre ya que allí descubre que es una loba blanca,algo no visto en años y que su pareja es nada más y nada menos que Alfa Kai,el Alfa de ciudad Amatista,el líder más poderoso que hay en todo el continente.
La nueva pareja tendrá que luchar contra los fantasmas del pasado que querrán aprovecharse de su poder ya que la loba de Samara guarda un gran secreto .¿Aceptará Samara su legado y a su pareja destinada?¿Podrá Alfa Kai protegerla?
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Capítulo 9 ¿Quién eres y qué has hecho con mi padre?
Samara
—Me extrañó que anoche mismo no nos dijeras que te ibas con él — soltó mi padre tranquilamente mientras untaba mantequilla en una tostada.
—¿Quién eres y qué has hecho con mi padre? — me burlé.
— Cariño — mamá me dio un plato con una tostada —Desde que ayer nos dijiste que habías encontrado a tu mate sabíamos que esto iba a suceder. Las parejas destinadas no pueden estar separadas. Sabemos que él cuidará de tí y aunque nos duela dejarte marchar, sabemos que tu sitio ahora está a su lado— mamá se limpió una lágrima que estaba cayendo por su mejilla.
—Mamá —me abracé a ella dejándome envolver por su aroma a vainilla.
—Eso sí, tienes que prometerme que hablarás todos los días con nosotros y que vendrás a vernos cuando puedas. —
—También irán a visitarme ¿verdad? —
—¡Por supuesto!, iremos a verte cada vez que quieras. Y Samara — mamá me miró sería —recuerda que puedes volver cuando quieras. Esta siempre será tu casa—
Asentí porque ya no me salía la voz. Mi padre se levantó y se unió al abrazo y ya ahí sí rompimos todos a llorar. Nos separamos y desayunamos charlando como siempre hacíamos.
—Sube a hacer la maleta, ya recojo yo— ofreció mi papá.
— ¿Has hablado ya con Kai? — preguntó mi madre recogiendo las tazas y poniéndolas en el fregadero.
—No, no le he dicho nada todavía —
— Y¿a qué esperas? — me incitó mamá
—¡Voy, voy! — reí saliendo de la cocina.
Llegué a mi habitación y cogí mi móvil que lo había dejado en la mesilla. Observé que tenía varios mensajes y los abrí.
"Buenos días muñeca"
"¿Qué tal tu noche? ¿Has descansado? Yo no he podido dormir mucho, te echaba de menos"
Una gran sonrisa se instaló en mi cara al leer sus palabras.
"Buenos días Kai, yo tampoco he podido dormir mucho, también te echaba de menos"
"Podríamos dar una vuelta los dos solos antes del almuerzo. Desde que llegamos no hemos tenido apenas tiempo a solas" contestó pasados unos segundos.
"Perfecto así podré comentarte una cosa"
"Recojo mis cosas y paso por tí. Dame
15 minutos. "
Le puse un pulgar arriba y terminé de hacer mi maleta. Kai llegó puntual. Saludó a mis padres y nos fuimos en su coche. Aparcamos cerca del embarcadero del lago Greenlake.
Greenforest era un pueblo pequeño pero contábamos con bastantes servicios. Teníamos comercios, una biblioteca, un par de escuelas, un instituto de secundaria y hasta un cine. La universidad más cercana estaba en Ciudad Plata, a unos 30 minutos de aquí. Ahí era donde yo había cursado mis estudios de economía, los cuales había finalizado hacía un par de semanas.
El lago era, para mí, la parte más bonita del pueblo. Era grande, con aguas claras y pacíficas. En un lado tenía un embarcadero con varios amarres donde descansaban pequeños barcos deportivos donde la gente adinerada del pueblo se daba sus paseos los fines de semana. En el lado opuesto estaba la playa, o a lo que nosotros llamábamos playa. Una orilla con arena pajiza donde podías poner tu toalla para darte un chapuzón. En esa playa di mi primer beso con 14 años a Tom Blake, un compañero de clase por el que todas suspirábamos. También ahí fue mi primera vez, unos pocos años después, con un amigo del instituto con el que estuve saliendo varios meses. También había acabado haciéndolo en la playa varias veces con Jason, un amigo con "derechos" con el que tenía sexo de vez en cuando. Jason y yo nos llevábamos bien, era guapo, congeniábamos bien y ninguno quería nada serio.
Miré a Kai y me di cuenta de lo diferente que me sentía con él. Con Jason era solo sexo, sin complicaciones, no quería nada más. Con Kai lo quería todo, quería despertarme junto a él todas las mañanas, dormir pegada a su pecho inhalando su aroma, besar esos labios y estar junto a él el resto de mi vida.
El rubio me miró y como si pudiera leer mis pensamientos acercó sus labios a los míos y me besó.
—¿En qué piensas? — preguntó rozando su nariz por mi cuello.
—En todos los recuerdos que tengo en este lago. —
—Tenemos que hacer nuevos recuerdos juntos— agarró mi mano y seguimos paseando.
—¿De qué querías hablarme? —habló Kai después de unos momentos de silencio.
—¡Oh!nbueno ,estuve pensando en lo que dijo mi madre, sobre que es difícil para los lobos separarse de su pareja. Lina me explicó que es incluso más difícil para un Alfa—
—No tienes porque preocuparte de eso, estaré bien — su dedo empezó a hacer círculos sobre la piel de mi mano.
—Kai, ¿te gustaría que me fuera contigo? —
El rubio se detuvo y me miró con cara de confusión.
—¿Vendrías conmigo? — sus ojos color miel brillaban tanto que parecían casi dorados.
—No vale responder con otra pregunta, yo he preguntado primero— me burlé acusándolo con mi dedo en su pecho.
Kai me agarró por la cintura y me envolvió en sus brazos obligándome a subir la cabeza para mirarlo. Unió nuestras frentes y dejó sus labios a excasos centímetros de los míos.
—Me encantaría que vinieras conmigo, no hay cosa que desee más que compartir mi vida contigo y si te soy sincero, no se como mierdas voy a hacer para evitar que mi lobo venga corriendo a raptarte si paso otra noche separado de tí— no pude evitar sonreír ante sus palabras y acerqué mis labios a los suyos para besarlo pero él me frenó —No, no, señorita, antes de los besos te toca a tí contestar a mi pregunta—
Lo miré y tuve más claro que nunca mi respuesta.
—Sí, me iré contigo—
Apenas terminé la frase tenía los labios de Kai estampados en los míos. Su lengua se abrió paso entre ellos y se adueñó de mí boca. Moví mi lengua danzando con la suya y pronto fui yo la que marcó el ritmo. Me encantaba el lado dominante del rubio pero también me gustaba dominarlo. De un momento a otro sentí que no era yo y que algo tiraba de mí hacia mi subconsciente. Corté el beso acelerada cuando volví a tomar el control.
—¿Qué coño ha sido eso? — pregunté asustada.
—Tu loba—
—¿Cómo sabes? —
—Tus ojos, cambiaron de color—
—¿Mis ojos? — pregunté confundida.
—Cuando nuestros lobos salen a la superficie nuestros ojos cambian a los de nuestro lobo. Durante el celo tus ojos cambiaron muchas veces. Los míos también pero no lo recuerdas—
—Azules— de repente me vino un recuerdo —Tus ojos eran azules —
—Exacto, los ojos de mi lobo son azules. Los de tu loba, por cierto, son verdes—
—No quiero transformarme , no estoy preparada todavía —
Los recuerdos de mi primera transformación todavía me atormentaban. Kai volvió a abrazarme y tuve que hundir mi cabeza en su pecho para tranquilizarme.
—No vas a transformarte, no hasta que estés preparada, pero en algún momento tendrás que dejar salir a tu loba— subí mi cabeza para contestar pero el rubio siguió hablando —No va a ser como la primera vez, te lo prometo. Te transformaste sola, en celo y luchando contra el cambio porque no sabías lo que te pasaba. No puedo imaginar por lo que pasaste, siento no haber llegado antes — Kai apretó su abrazo.
—No fue tu culpa. —
— Nunca más vas a pasar por algo así, la próxima vez yo estaré contigo y te prometo que no tendrá nada que ver con la primera vez—
—Confío en tí —afirmé sinceramente.
El rubio volvió a besarme y está vez fue él el que dominó el beso.
Seguimos paseando un rato cogidos de la mano. Luego nos fuimos para mi casa. El almuerzo fue mucho más relajado que la cena de la noche anterior. Mi padre estuvo mucho más simpático y casi podría jurar que Kai le caía bien.
No pude evitar llorar cuando me despedí de ellos. Mi madre le hizo prometer al rubio que vendríamos a verlos de seguido y él los invitó a ir ciudad Amatista cada vez que quisieran.
Nos montamos en el coche y me encaminé rumbo a mi nueva vida, sabiendo que ya nada iba a ser como antes.