PRETENDIENTES & MATRIMONIO

... Dos semanas después......

Los días se han pasado rápido y mi vida va cambiando lentamente de forma certera. 

Estoy en el gallinero, les he puesto maíz a las gallinas.

—¡Ariel! Te buscan —grita Carla.

—¿Quién me busca?

—Apúrate, es urgente.

Salgo del gallinero, dejo la cubeta de maíz sobre el depósito y camino hasta la casa. Me quito las botas y me pongo mis sandalias. Adentro están mis padres y Héctor está hablando con ellos.

—¡Hola! —Me animo a saludarlo.

Sus ojos se enfocan en mis ojos y percibo un toque frío en ellos. ¿Qué pasa?

—Entendemos la situación, te agradezco por venir a hablar con nosotros —dice mi padre—. Pueden usar mi estudio para platicar a solas.

¿Platicar a solas? ¿Hablar con mis padres? ¿Por qué percibía un aire de incomodidad en el ambiente? 

—Gracias señor Cortés.

Fui yo quien llevo a Héctor hasta el estudio de mi padre. Cerré la puerta y en su rostro, seguro que había muchas expresiones que yo no supe descifrar.

—¿Todo está bien? —Me animé a preguntarle.

Pero no respondió y se limitó a abrazarme. Fue rápido el movimiento para acercarse a mí y así poder envolverme con sus brazos. ¡Su perfume inundo mis pulmones! Me apretó a su cuerpo, abrace su alma, acaricie su espalda. ¡Este hombre estaba enamorado de mí!

—Vine a despedirme de ti —dijo al fin y sus palabras me tomaron muy desprevenido.

—¿Despedirte? ¿Por qué?

—Tengo que volver a la ciudad. Mi madre solicita mi presencia, está realizando un trámite importante y necesita de mi ayuda.

—¿Cuándo regresarás a San Francisco?

—¡No lo sé! Desconozco esa fecha.

Yo me aparté de él, rompí el abrazo y no me sorprendió que sus ojos estuvieran fríos hace un rato conmigo.

—Bueno, pero, algún día, vas a regresar, ¿no?

—Sí. 

—¿Tú seguirás adelante con los sentimientos que dices que sientes por mí? —No me dio miedo preguntarle.

—Sí. Yo seguiré pensando en las cosas que te dije. ¡Me gustas mucho!

—Te daré mi número para que puedas llamarme o escribirme.

Me dio su celular y pude guardar mi contacto allí. 

—Te escribiré todos los días.

—No es necesario, pero si de vez en cuando.

—Por supuesto. ¡Pensaré en ti!

—Si así lo deseas, piensa en mí. 

Se acerca nuevamente a mí y parece inclinar su rostro en dirección mía.

—No olvides que soy tu pretendiente. ¿De acuerdo?

—¿Eso significa que estoy apartado?

—Sí, tu corazón está apartado por mí.

Sus ojos se enfocan en mis labios y su pulgar sube a mi labio inferior. ¿Qué planea hacer? ¿Qué busca en mí? ¿Un beso? ¿Una despedida? ¿Una confirmación? Sus ojos están atentos y aprovecho para relamer suavemente mi boca. ¡Un poco de coqueteo no le hace mal a nadie! Quiero que no olvide estos labios.

—¿Quieres un beso? —Me animo a preguntarle.

—¡Sí! 

Sonrío, lo decido en mi interior y con todo el cariño de mi corazón, me pongo de puntitas y planto un beso en su mejilla derecha. ¡Chispas entre nosotros! 

—Ese será mi beso de despedida, cuando vuelvas, podrás besarme los labios.

—¿Será mi recompensa?

—Así es. Te estaré  esperando con ansias.

...🩵🩵🩵...

...Dos días después......

—¡Ariel! —Su llamado me hace voltear.

Rodrigo está corriendo en mi dirección, su presencia me agrada.

—¡Hola! ¿Cómo has estado? —Me animo a preguntarle.

—Todo en orden. ¿Tú qué tal?

—Bien. Todo chido.

Sonríe.

—¿Vas para tu casa?

—Sí.

—¿Puedo acompañarte?

—Claro. 

Comenzamos a caminar. Es un día caluroso y agradezco mucho haberle hecho caso a mi madre, traje conmigo una sombrilla para darme sombra.

—¿Saliste a comprar? —Me pregunta él.

—No, fui a entregar un pedido de huevos. 

—¿Huevos?

—Sí, como mi papá tiene muchas gallinas y estas ponen demasiados huevos, a veces los vendemos. Y hoy me toco salir a repartir un pedido.

—¡Oh! Qué padre.

—Sí. 

—¿Y estás libre esta tarde?

—Sí. ¿Por qué?

—Me gustaría invitarte a cenar. Supe que hay un puesto de hamburguesas en el centro del pueblo, no sé, ¿te gustaría venir conmigo?

...🩵🩵🩵...

—¿Me das permiso ir al rato? —Le pregunto a mi padre.

—¿Con Rodrigo? —Vuelve a cerciorarse.

—Sí, él me invitó.

—¿Ahora saldrás con el hijo de Magda? —Pregunta Paola.

—¿Rodrigo es hijo de Magdalena? —Carla parece sorprendida.

—Es su hijo adoptivo, no de sangre —le informa mi madre.

Estábamos terminando de comer.

—¿Por qué los Bonanza tienen tanto interés en ti? —Me pregunta Carla.

—No tengo idea, pero en el caso de Rodrigo, solo saldremos como camaradas. ¡Evidentemente! —Respondo a  mi hermana.

—¿Y no extrañas a Héctor? —Jimena quiere saber.

—¡Pues sí! Lo normal.

—¿Ya hablaste con él? ¿Llego con bien?

—Me mando un mensaje.

—¿Un mensaje? Entonces no han hablado por llamada —Paola parece decepcionada.

—Sí, solo un mensaje. Intente marcarle, pero me manda a buzón de voz —confieso.

—¿Te manda a buzón? Eso está raro, se supone que en la ciudad hay mucha más recepción telefónica que en este lugar. ¡Está sospechoso! —Dice Carla.

—Como sea, creo que él está bien y ya habrá oportunidad para que podamos comunicarnos por llamada. A lo mejor y la situación que enfrenta en casa no es tan fácil —pronuncio con paciencia.

—¿Y tú que opinas pá? —Paola le pregunta a mi padre.

Él enfoca su mirada en mí y después voltea a mirar a mi madre, ellos intercambian sonrisas.

—Creo que puedes ir con Rodrigo a las hamburguesas.

—¡¿De verdad?! —Me sorprende un poco su respuesta.

—Sí, solo te voy a pedir que termines tus deberes. Alimenta a las gallinas y riega el huerto. ¡Por favor!

—¡Claro! Cuenta con ello.

...🩵🩵🩵...

La hamburguesa está muy deliciosa y en verdad, no puedo controlar mi apetito. ¡Ya voy por la segunda!

—No había venido a cenar aquí. No tiene mucho que abrieron este lugar —confieso.

Percibo que me mira con atención, como si quisiera decirme algo.

—Tienes una mancha de salsa en ese lado —señala el lado izquierdo de mi boca.

Subo mi mano para limpiarme, pero parece que no lo logro. Acerca su mano y el dorso de su pulgar se desliza sobre la mancha de salsa y siento una cosquilla interesante. ¡Me acaricia el labio inconscientemente!

—Listo, ya quedaste.

—¡Gracias! 

—Tienes un labio muy suave. ¡Bonitos labios! —Dice con seguridad.

Sus palabras me traen recuerdos y Héctor aparece en mi mente. ¡Aún no responde el último mensaje que le escribí!

—¿Y qué edad tienes? —Quiero averiguar.

—Tengo veintisiete años. ¿Y tú?

—Cumpliré dieciocho en unas semanas.

—¿Habrá fiesta?

Me rio.

—No. No es costumbre en mi hogar que celebremos nuestros cumpleaños. Creemos que cualquier día es bueno para dar gracias por la vida que tenemos.

—¿Y no te gustaría que te celebraran un día en la vida?

—No me llama la atención.

—Y si te doy un regalo por tu cumpleaños, ¿lo aceptarías?

—Sí. 

—¿Qué cosas te gustan?

—Las frituras, principalmente los Cheetos Flamin Hot. Me gustan las flores y la fotografía.