Leonardo Salvatore, un empresario italiano/español de 35 años, ha dedicado su vida al trabajo y a salvaguardar el prestigio de su apellido. Con dos hijos a su cargo, su concepto del amor se limita a la protección paternal, sin haber experimentado el amor romántico. Todo cambia cuando conoce a Althea.
Althea Salazar, una colombiana de 20 años en busca de un nuevo comienzo en España para escapar de un pasado doloroso, encuentra trabajo como niñera de los hijos de Salvatore. A pesar de sus reticencias a involucrarse emocionalmente, Althea se siente atraída por Leonardo, quien parece ser su tipo ideal.
¿Podrá su amor superar todo? ¿O el enamoramiento se acabará y se rendirán?
NovelToon tiene autorización de Fer. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Parte 8
Leonardo
Ver cómo Althea cuidaba a mis hijos me generaba una extraña sensación en el cuerpo. Observarla alejarse dejándome con mi hijo menor, a quien jamás había cargado, incluso desde su nacimiento, era desconcertante. ¿Qué estaba pasando conmigo? Luego, cuando regresó con algunas cosas para la habitación de Matteo, mis dudas sobre ella se intensificaron, pero al ver cómo cuidaba a los niños, esas dudas parecían disiparse.
—Tiene fiebre —me informó Marini, pero me quedé sin palabras, sin poder hacer nada. Althea se movió con agilidad para recoger a Pablo de mis brazos y alimentarlo con cuidado.
Permanecí viendo cómo ella cuidaba a ambos niños como si fuera una experta en el tema, completamente absorto en la escena. Al menos, ya le había mostrado la foto de ella y de otros parientes que no eran muy agradables, con la esperanza de prevenir problemas en el futuro.
Decidí posponer unos días más el viaje a Italia. También debía resolver algunos problemas con el pasaporte de Althea, parecía que había algunos contratiempos para salir del país. Esa misma noche, pude ver cómo ella no descansaba, siempre estuvo pendiente de Matteo. A la mañana siguiente, ella lucía agotada y mi hijo estaba corriendo por toda la casa.
—Gracias —le murmuré, dejándola descansar. Se levantó algunas horas después, alarmada, mientras buscaba a los niños. Pablo había sido cuidado por una de las empleadas y Matteo se entretenía con otra, lo que evidenciaba que se necesitaban dos personas para reemplazarla.
—Lo siento, me quedé dormida —se disculpó ella.
—No te preocupes, necesitabas descansar un poco —le dije con una leve sonrisa. Althea me miró, un rubor tiñendo sus mejillas al instante.
—¿Matteo está mejor? —preguntó.
—Sí, ya está jugando —respondí.
—Me alegro. ¿Y Pablo? ¿No se enfermó?
—No, solo duerme, come y hace en el pañal.
—Es normal. Cuando crezca, solo cambiará el hecho de que querrá hacer lo mismo que su hermano mayor —comentó ella, suspirando—. Pero eso será el verdadero infierno. Aunque aún falta un poco para eso. Debemos aprovechar a los niños antes de que crezcan y se vayan de nuestro lado.
Nuestra conversación se detuvo en ese momento cuando Pablo comenzó a llorar, dejándome en un estado de estática. Era evidente que Althea era hermosa en muchos sentidos de la palabra. Tenía un cuerpo que podría llevarte al paraíso con solo mirarlo, con las curvas más exquisitas que había visto jamás. Su cabello, suelto y recogido con una pinza, estaba adornado por ondas que caían perfectamente a su alrededor. Sus ojos, ni azules ni verdes, pero igualmente especiales por su tamaño y expresividad, siempre me observaban con atención.
—Nos iremos a Italia —le anuncié cuando la llamé a la oficina. Althea abrió los ojos sorprendida.
—No puedo salir del país. Cuando me dieron la visa de trabajo, me dijeron que solo sería en España.
—Lo sé. Estuvimos arreglando todo eso —le expliqué—. La idea es llevarte en el jet privado. Tuve que resolverlo desde el principio, pero por suerte fue más rápido de lo esperado. Pensé que pasaríamos el cumpleaños de Matteo aquí, pero con suerte logramos solucionarlo después de una semana y media.
Pablo pronto cumpliría los dos meses de edad y estaba creciendo rápidamente. Tenía muchas facciones de su madre, lo que confirmaba una vez más que no era hijo mío. Sin embargo, ya le había dado mi apellido. Ninguno de los empleados parecía hacerle algo, ya que era solo un bebé y no tenía la culpa de los pecados de su madre; simplemente era uno más.
—Está bien, ¿puedo tomarme medio día libre? —preguntó Althea.
—¿Por qué? —le pregunté, aunque ya conocía la respuesta.
—¿Debo responder eso? —me devolvió la pregunta.
—No —asentí.
—Necesito investigar el clima de Italia y ver qué puedo comprar. También quiero mandarle algunas cosas a mis hermanos —explicó.
—¿Mellizos, ¿no? —recordé, dado que no habíamos hablado mucho de su vida personal.
—Sí, Gabriel y Rafael. Son especiales, así que hay que tenerles mucho cuidado —respondió, con una leve sonrisa que hacía brillar sus ojos—. ¿Puedo tomarme medio día?
—Claro. Además, si quieres salir con los niños, nada te lo impide. Solo asegúrate de llevar contigo uno o dos de nuestros empleados para tu seguridad.
—Qué flojera. No conocen al más pequeño y a Matteo le podemos poner unos lentes y un gorro. Quedaría muy lindo y nadie se daría cuenta —sugirió Althea con naturalidad.
—Está bien. ¿Entonces prefieres el medio día o que nosotros te llevemos y vayas con los niños? —le pregunté.
—Lo segundo. Necesito comprarle algunas cosas a Pablo y Matteo quiere un nuevo juguete —contestó ella, extendiendo su mano hacia mí. La miré, sorprendido por el gesto.
—¿Qué quieres? —inquirí, arqueando una ceja.
—No necesito nada. Tu sueldo es más que suficiente para darme todos los lujos —dijo, encogiéndose de hombros mientras seguía con la mano extendida. Dudé por un momento, pero finalmente le di mi tarjeta. Después de todo, podía ver en qué gastaba el dinero.
—Gracias —exclamó, saliendo corriendo mientras mantenía una amplia sonrisa en su rostro.
—¿No tiene miedo, señor? —La pregunta de Antony era algo que esperaba.
—Sí, no quiero repetir el mismo error que cometí antes.
—No creo que eso vaya a pasar. Ella era manipuladora desde el principio, con un objetivo claro.
—Bueno, al menos solo logró causar desgracias —Recordaba claramente sus gritos en el hospital, fue una de las cosas más locas que había experimentado.
—Althea parece diferente. No sé si es por su cultura, pero hace una semana la vi tomando fotos de Pablo, diciendo que serían las del primer mes. Estaba emocionada por ello.
—Sí, tiene sus momentos. También noté cómo cuidaba a Matteo durante esos tres días, aunque ya le había bajado la fiebre. En ocasiones la escucho hablando con su familia, quienes también le preguntan por los niños.
—Sí, las empleadas comentan sobre eso. Matteo incluso llama "Abu" a la madre de Althea.
—¿Por qué? —Fruncí el ceño. Mis hijos, lamentablemente, no tendrían una abuela. Supongo que para ellos, llamarla así era un consuelo.
—Les gusta cómo suena, y creo que una vez hablaron con la abuela de Althea, quien les preguntó por qué la llamaban así. Cuando supo la respuesta, comenzó a hacerlo también. Y cuando Matteo entendió el razonamiento, también comenzó a llamar así a la madre de Althea.
—Los niños no dejan de ser niños.
gracias y la que sigue
gracias por el viaje emocional /Heart//Kiss/
gracias escritora por ponerme a viajar y enamorarme mentalmente
💕
Esos son cuervos y hay que desaparecerlos