En un mundo donde la lealtad y el deseo se entrelazan, una joven se encuentra atrapada entre la pasión y el peligro. Tras un encuentro inesperado con un enigmático mafioso, su vida da un giro inesperado hacia lo prohibido. Mientras la atracción entre ellos crece, también lo hace el riesgo de entrar en un juego mortal de poder y traición.
Sumérgete en una historia cargada de erotismo y tensión, donde cada decisión puede costar caro. ¿Podrá su amor desafiar las sombras del crimen, o caerá presa de un destino que la dejará marcada para siempre? Una novela que explora los límites del deseo y la redención, perfecta para quienes buscan emociones intensas y giros inesperados.
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Cap 15: La Danza de la Supervivencia
El eco de los pasos de los guardias resonaba en el pasillo, acompañando a Ana mientras la escoltaban hacia una pequeña habitación en el ala menos ostentosa de la mansión. Cada segundo que pasaba sentía cómo las paredes se cerraban a su alrededor, la sensación de encierro haciéndose más pesada. Sabía que Marco la había subestimado al no matarla de inmediato, pero también era consciente de que su tiempo se agotaba. Alessandro aún estaba en peligro, y ella estaba prisionera en la fortaleza de su enemigo, sin un plan claro para escapar.
La habitación en la que la encerraron era simple, con una cama de hierro, una pequeña ventana y una mesa con una lámpara de escritorio. No había forma de salir por la ventana; estaba asegurada con barrotes de hierro, y los guardias en la puerta significaban que escapar por el pasillo era imposible, al menos de inmediato.
Se dejó caer sobre la cama, con la mirada fija en el techo. ¿Qué podía hacer? Marco estaba decidido a destruir a Alessandro, y sus intentos de negociar habían fallado. El peso de la situación la aplastaba, pero no podía permitirse rendirse. Cerró los ojos, tratando de calmar su respiración, obligándose a pensar con claridad.
Lo primero que debía hacer era recopilar información. Si quería encontrar una forma de salir o de influir en Marco, necesitaba entender mejor el terreno en el que se encontraba. Sabía que Marco era calculador y tenía un control férreo sobre sus hombres, pero incluso los imperios más grandes tenían puntos débiles. Y ella debía encontrar el de Marco.
Horas más tarde, mientras la noche avanzaba, Ana escuchó el sonido de las llaves girando en la cerradura. La puerta se abrió lentamente, y uno de los guardias entró con una bandeja de comida. Era un hombre robusto, con una mirada impasible, pero sus movimientos eran pesados, cansados.
Ana lo observó atentamente mientras colocaba la bandeja sobre la mesa y luego se giraba para salir. “¿Cuánto tiempo crees que Marco planea mantenerme aquí?”, preguntó con voz tranquila, intentando captar su atención.
El guardia hizo una pausa, pero no se giró. "Eso no es asunto mío", respondió con frialdad, sin darle más importancia.
"Debes saberlo", insistió Ana, su tono más afilado. "No soy su prisionera común. Marco sabe que me necesita viva, pero si Alessandro viene por mí, no dudaré en ofrecerte a ti como sacrificio para salvar mi vida."
El hombre se detuvo un momento más, pero luego salió sin decir nada, cerrando la puerta tras de sí.
Ana suspiró. Sabía que intimidar a los guardias no era la solución. Sin embargo, esa breve interacción le dio algo en qué pensar. Marco no había dicho cuánto tiempo la mantendría prisionera, lo que significaba que él mismo podría estar indeciso sobre qué hacer con ella. Eso era una ventaja. Si podía sembrar suficiente duda en su mente, tal vez lograría inclinar la balanza a su favor.
A medida que avanzaba la noche, la tensión en su cuerpo se acumulaba. Sabía que si Alessandro estaba vivo, intentaría encontrarla, pero el tiempo jugaba en su contra. Necesitaba actuar, y pronto.
Horas después, ya en la madrugada, Ana escuchó un murmullo de voces fuera de su puerta. Se puso de pie de inmediato, acercándose para escuchar mejor. Las palabras eran apenas distinguibles, pero alcanzó a captar fragmentos de la conversación.
“… no podemos permitir que salga de aquí… Marco tiene razón… Alessandro no durará mucho más…”
El miedo atravesó a Ana como un relámpago. Si Alessandro estaba en peligro inmediato, no podía esperar más. Tenía que salir de allí, de cualquier manera.
Golpeó la puerta con fuerza, llamando la atención de los guardias. “¡Tengo que hablar con Marco!”, gritó. “¡Ahora mismo!”
Los guardias no respondieron de inmediato, pero después de unos minutos, la puerta se abrió de nuevo, y esta vez, otro hombre entró. Era alto, de complexión delgada, y a diferencia de los demás, su mirada no estaba llena de frialdad, sino de una curiosidad calculadora. Debía ser alguien cercano a Marco, alguien que tenía cierto poder.
"¿Qué quieres, Ana?", preguntó, su tono mesurado.
Ana lo miró fijamente, evaluando la situación. “Sé que Marco piensa que tiene todo bajo control, pero está cometiendo un error. Si Alessandro sobrevive a esto—y lo hará, porque es mucho más astuto de lo que creen—vendrá por mí. No puedes imaginar la magnitud de lo que eso implicará para ti y los hombres que sirven a Marco.”
El hombre la observó con una mezcla de escepticismo y curiosidad. "¿Y qué sugieres que hagamos al respecto?"
Ana respiró hondo, sabiendo que esta era su oportunidad de sembrar una duda aún mayor. “Puedo detenerlo. Si me dejas hablar con Alessandro, lo convenceré de que se rinda. Puedo evitar que Marco y todos ustedes caigan en esta guerra. Pero si me mantienen aquí encerrada, están firmando su propia sentencia de muerte.”
El hombre entrecerró los ojos, claramente sopesando sus palabras. Después de unos segundos, se inclinó hacia ella. “Hablaré con Marco. Pero no esperes que te crea fácilmente.”
Salió de la habitación y Ana se quedó sola, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que era una jugada desesperada, pero era todo lo que tenía. Si lograba que Marco dudara lo suficiente, podría ganar tiempo… tal vez lo suficiente para que Alessandro encontrara una forma de sacarla de allí.
Un par de horas más tarde, cuando el amanecer comenzaba a asomar en el horizonte, Marco apareció en la puerta. Su presencia llenaba el espacio con una energía oscura y sofocante. Se acercó a Ana con una sonrisa arrogante, pero en sus ojos había una chispa de interés.
“Así que, crees que puedes detener esta guerra”, dijo, su voz suave pero cargada de veneno.
Ana mantuvo su mirada firme. "No es una cuestión de creer. Es una cuestión de saber lo que Alessandro haría por mí. Si le doy la señal, se detendrá. No porque confíe en ti, sino porque confía en mí."
Marco la estudió en silencio, el aire a su alrededor volviéndose más pesado con cada segundo que pasaba. “Tal vez estás sobreestimando tu influencia sobre él, Ana.”
"Tal vez", replicó ella, "pero, ¿estás dispuesto a arriesgarte?"
El silencio que siguió fue insoportable. Ana sabía que su vida dependía de lo que Marco decidiera en ese momento. Y mientras sus ojos se enfrentaban, supo que estaba más cerca de salir viva de esa situación de lo que había estado nunca.
Finalmente, Marco sonrió, pero no era una sonrisa amistosa. “Veremos hasta dónde llega tu influencia. Pero no te equivoques, Ana. Si juegas conmigo, será Alessandro quien pague el precio.”
Con esas palabras, giró sobre sus talones y salió de la habitación, dejando a Ana sola una vez más, pero esta vez, con una pequeña esperanza encendida en su interior. Sabía que había logrado algo: había sembrado una duda en la mente de Marco.