Estoy en lo más alto de mi edificio, viendo a la gente como hormiga ir y venir pensando que tan grande es el mundo y nosotros tan pequeños, soy Ana Leal una reconocida diseñadora de moda, famosa y con el título de bruja de hielo, por ser despiadada y no tocarme el corazón para destruir a nadie, solo que a veces vienen a mi mente recuerdos de mi pasado y la antigua yo quiere volver a salir, es entonces cuando recuerdo que no obtuve nada por ser buena y amable, en ese tiempo solo recibí malos tratos y maldad, por nada del mundo vuelvo a ser así de frágil...
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Capitulo IX Se tu misma
Gabriel
Ana se estaba portando de una mujer sin corazón, miraba a todos por encima del hombro y eso no podía permitirlo, así que mande a buscar al dichoso perro, ese perro recibía más amor que yo, bueno cuando ella vio a su mascota su actitud cambio e hicimos la entrevista sin mayor problema, sé que los padres de Ana estarán pendiente de lo que sé diga y también sé que se darán cuenta de quién es ella solo que para cuando la alcancen ella ya será mi mujer, al terminar el dicho circo recibí la llamada de mi madre la ilustre Fabiana de Bell.
Fabiana: que es lo que está pasando, como que te vas a casar y yo no sabía, pensé que teníamos un plan hecho y ahora tú lo cambias todo y esa mocosa quien es? Por qué se parece tanto a los Marcano.
Gabriel: no sé dé qué hablas, ese plan sin sentido lo armaste tú, como crees que voy a arruinar mi vida casándome con una mujer que ni soporto y en relación con lo otro no sé dé qué hablas Ana no se parece a nadie, ella es única.
Colgué aquella molesta llamada no quería seguir escuchando a mi adorable madre, agarre a mi mujer y la saqué de la empresa.
Gabriel: imagino que estás cansada.
Ana: un poco y además tengo mucha hambre.
Gabriel: bueno que te gustaría comer?
Ana: quiero pizza.
Gabriel: jajaja imagínate a los Bell comiendo en cualquier lugar, eso no pasará.
Vi como Ana se puso triste no dijo nada más y solo miraba por la ventana, no sé qué me pasa con esta niña, pero verla así me hace sentir como un miserable.
Gabriel: está bien iremos a comer pizza.
Ana: no es necesario no quiero arruinar tu reputación.
Gabriel: no importa, Marcos llévanos a una buena pizzería.
Marcos: como mandé señor.
Nos dirigimos a una pizzería parecíamos mariposas en medio de la mosca, la forma en la que ibamos vestidos era demasiado formal para este lugar, pero ver la cara de felicidad de Ana no tenía precio, nos sentamos en una de esas mesas llenas de grasa mi estómago no aguantaba estar más ahí, ver a Ana comer pizza con tanto gusto me hizo olvidar lo demás.
Ana: anda come una porción, está superbuena tenía años sin probar una y es mi comida favorita.
Gabriel: y por qué no lo pediste antes?
Ana: pues porque tú tan querida empleada me decía que ella no preparaba porquerías, igual ya no importa al fin estoy comiendo lo que más me gusta.
Gabriel: come con calma no te vayas a enfermar.
Ana: no te preocupes mi estómago no es de cristal y puede aguantar esto y más.
Gabriel: pareces una niña con juguete nuevo.
Ana: no sé cómo son los niños cuando tienen juguetes nuevos, a mi me tocaba jugar con lo que otros tiraban.
Gabriel: tuviste una infancia muy difícil?
Ana: no tanto mi mamá la hacía tan fácil, nunca dejaba que mi papá me hiciera daño y me hacía sonreír.
Gabriel: nunca te he preguntado qué pasó con ella? Como fue que dio su vida por ti?
Ana: el día que me conociste, ese día ese señor le prendió fuego a la casa con nosotras dentro, yo estaba muy mal y mi mamá cómo pudo me saco solo que cuando ella iba a salir el fuego la abrazo y murió ante mis ojos.
Vi como Ana lloraba contando tan triste historia, está pequeña ha sufrido mucho y para remate se consigue conmigo cuya misión es hacerle más daño, no es justo para ella como me gustaría protegerla de todo, solo que recuerdo a mi hermana y mi odio crece.
Gabriel: ya terminaste?
Ana: así es.
Gabriel: bueno entonces vámonos hay que ir a descansar, no quiero verte triste nunca más y si quieres vengarte de ese padre tuyo, solo tienes que pedirlo y lo busco hasta debajo de las piedras.
Ana: no hace falta vengarse, siempre he pensado que la gente mala se destruye sola, ya lo perdone por tanto dolor y lo mejor es seguir mi vida, sé que mi mamá está bien donde quiera que esté y sé que ella me amo con su vida.
Gabriel: no entiendo como una persona que ha sufrido tanto no es capaz de odiar, bueno a mí sí me odias.
Ana: tú te lo has ganado.
Gabriel: lo sé pequeña.
Fuimos de la pizzería a la casa, Ana estaba asombrada con este lugar.
Ana: Ponki será muy feliz aquí, mira todo el espacio que tiene para jugar.
Gabriel: quieres a ese perro más que a mí
Ana: obvio él no es mandón conmigo y con él puedo ser yo misma.
Gabriel: conmigo también lo puedes hacer, quiero que te portes cuando estemos solos tal cual eres.
Ana me miró con cara de confusión se vio muy linda, tanto que me provoco besarla y obviamente lo hice.