Adrián, un joven creativo lleno de entusiasmo, comienza a trabajar en una agencia publicitaria donde conoce a Héctor, su exigente y distante director creativo. Lo que comienza como una relación profesional llena de tensiones se transforma en un vínculo inesperado cuando Adrián descubre la vulnerabilidad detrás de la fría fachada de Héctor. Juntos, enfrentarán prejuicios y sus propios miedos mientras intentan encontrar el amor en medio del caos .
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cap:23
Aunque Héctor había sido derrotado y la empresa comenzaba a estabilizarse, Adrián no encontraba la paz que esperaba. El vacío que dejó el enfrentamiento no se llenaba con victorias ni con palabras de ánimo. Se sentía agotado, como si cada paso que había dado para llegar hasta aquí hubiera drenado una parte de su alma.
Una tarde, mientras revisaba contratos en su oficina, su hermana Diana entró sin tocar, algo poco usual en ella.
—¿Tienes un momento? —preguntó, cerrando la puerta tras de sí.
Adrián asintió, dejando los papeles a un lado.
—Claro, ¿qué pasa?
Diana suspiró, sentándose frente a él. Su expresión era seria, pero había un toque de preocupación en sus ojos.
—Quería hablar contigo antes de que las cosas empeoren.
Adrián frunció el ceño.
—¿Empeoren? Creí que con Héctor fuera del camino, las cosas mejorarían.
—No me refiero a la empresa —dijo Diana, apoyando los codos en la mesa—. Me refiero a ti. Has estado distante, enfocado únicamente en el trabajo. Ni siquiera pareces disfrutar lo que hemos logrado.
Adrián apartó la mirada, sintiendo que su hermana había dado en el blanco.
—Estoy bien. Solo necesito... tiempo para adaptarme.
—Adrián, no estás bien —insistió Diana—. Llevas demasiado tiempo guardándote todo. Lo de Héctor no fue solo una pelea empresarial, fue personal. Y aunque hayas ganado, esas heridas no desaparecen de la noche a la mañana.
Él no respondió, incapaz de encontrar las palabras adecuadas. Diana tenía razón, pero admitirlo era más difícil de lo que esperaba.
Un Encuentro Inesperado
Esa noche, Adrián decidió salir a despejarse. Caminó por las calles de la ciudad, tratando de aclarar su mente. Terminó en un bar pequeño, un lugar discreto donde esperaba no encontrarse con nadie conocido.
Para su sorpresa, Diego estaba ahí, sentado en una esquina con un vaso en la mano. Sus ojos se encontraron, y Diego levantó una ceja, esbozando una pequeña sonrisa.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Adrián, acercándose.
Diego le señaló la silla frente a él.
—Lo mismo que tú, supongo. Intentando escapar por un rato.
Adrián se sentó, suspirando.
—No sabía que tú también necesitabas escapar. Siempre pareces tan... seguro de ti mismo.
Diego dejó escapar una risa corta.
—Todos llevamos nuestras propias batallas, Adrián. Lo importante es no dejar que nos consuman.
Adrián se quedó en silencio, jugueteando con el borde de su vaso. Finalmente, habló.
—Siento como si todo lo que he hecho para llegar hasta aquí no fuera suficiente. Recuperamos la empresa, derrotamos a Héctor... pero sigo sintiendo este vacío.
Diego lo observó con atención, su expresión más suave de lo habitual.
—Es normal sentirte así después de una lucha tan intensa. Has pasado tanto tiempo enfrentándote a Héctor que olvidaste cómo es vivir sin ese peso.
Adrián lo miró, sorprendido por lo certero de sus palabras.
—¿Cómo haces para lidiar con eso?
Diego sonrió ligeramente.
—No lo hago solo. Aprendí a apoyarme en las personas que me rodean, a aceptar ayuda cuando la necesito. Tal vez sea hora de que hagas lo mismo.
Adrián sintió que algo dentro de él se desmoronaba. Había estado cargando con todo durante tanto tiempo, negándose a mostrar debilidad, que había olvidado lo que era dejar que alguien más lo apoyara.
—No es fácil para mí —admitió, su voz apenas un susurro.
—Lo sé —dijo Diego, inclinándose un poco hacia él—. Pero no tienes que hacerlo todo solo, Adrián. Estoy aquí si me necesitas.
Un Nuevo Obstáculo
Antes de que Adrián pudiera responder, su teléfono sonó. Lo revisó con una mezcla de irritación y preocupación. Era un mensaje de Diana:
"Héctor está libre bajo fianza. Parece que no ha terminado con nosotros."
El corazón de Adrián se detuvo por un momento. Miró a Diego, quien ya había notado el cambio en su expresión.
—¿Qué pasó? —preguntó Diego, su tono lleno de alerta.
—Héctor... está libre.
El aire en el bar se volvió pesado, y la calma que Adrián había sentido por un breve instante desapareció. Diego apretó los labios, claramente frustrado, pero no sorprendido.
—Sabíamos que esto era una posibilidad —dijo—. Pero no vamos a dejar que recupere el control.
Adrián asintió, aunque su mente ya estaba en marcha, pensando en todas las formas en que Héctor podría atacar nuevamente. Esta vez, no podía permitirse fallar.
Diego colocó una mano en su hombro, firme pero reconfortante.
—No estás solo en esto, Adrián. Vamos a enfrentarlo juntos.
Adrián lo miró, sintiendo un extraño consuelo en esas palabras. Aunque el drama estaba lejos de terminar, sabía que con Diego y Diana a su lado, tenía una oportunidad.
El juego había cambiado, pero la lucha estaba lejos de terminar.