Continuación de la novela La esposa del emperador...
Marcos ha conocido a la mujer que va a ser su emperatriz y hará todo para tenerla a su lado.
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Capítulo 3
Mientras ellos se abrazaban en la habitación, afuera de esta estaba Antonia viendo y escuchando todo, quería saber todo lo que pasaba dentro, pues necesitaba saber si Ema abría la boca y decía toda la verdad de lo que pasaba allí cuando él no estaba. Así sabría qué medidas tomar con ella en el futuro, si dejarla morir sola, o darle su ayuda para que muera con mayor rapidez y lo más agónicamente posible.
Cuando escuchó a su esposo decir algo de que solo se había ausentado una semana, rápidamente entró a la habitación para interferir en lo que sea que Ema le podría decir.
-Cariño, ya es tarde, deja a la niña dormir y ven tú también a descansar, hace mucho que no lo haces.
Como ella entró a la habitación, rompió un poco el ambiente entre ellos.
-Antonia tiene razón, cariño. Nos vemos mañana en el desayuno.
Rogelio se levantó de la cama y beso la frente de su hija. Antes de que saliera, Ema aprovechó y le dijo.
-Nos vemos mañana en el desayuno, papá. No faltaré por nada, te lo prometo. Si llego a ausentarme como tantas otras veces, tienes permitido venir a buscarme y llevarme a las rastras si es necesario.
Al ver la cara que puso Antonia con sus palabras, Ema soltó una pequeña risa haciendo que su padre se riera por la rareza de ellas también.
-Ok, es una promesa, si no te presentas aquí me tendrás buscándote.
Después de tomar la mano de su esposa, la sacó de la habitación sin dejar que pudiera decirle nada a Ema.
La mirada extraña de Antonia era porque ya se le había hecho costumbre a ella, desde hace meses, encerrarla en su habitación durante alguna comida y decir que no tenía hambre, o que comería en su habitación sola, lo que era una mentira y Ema solo pasaba hambre porque ella así lo quería.
Después de que se fueron, Ema se levantó y como pudo con una silla, trabó la puerta, para que nadie se volviera a meter en la habitación sin su permiso, por lo menos esa noche, que si su padre se lo permitía sería la última noche que ella pasaba allí.
Después de eso se metió en la cama y durmió como pudo el resto de la noche. Ya al amanecer los primeros rayos de luz iluminaron su rostro, despertándola de inmediato. Se levantó sin tratar de hacerse la rezongona en la cama, pues, hoy, tenía que ser más lista que todos en esa casa y librarse de sus captores.
Fue hasta el baño y se lavó la cara y las manos después de hacer sus necesidades. Cuando estuvo lista salió y se dirigió a su armario y buscó entre todos esos trapos viejos un vestido más o menos decente. El que encontró era uno que le quedaba bien hace unos años, seguramente. Se notaba que era un vestido viejo, pues era más chico en tamaño a comparación con los otros que estaban en el armario.
Cuando se lo puso pudo ver que se le veían bien marcados sus huesos, era obvio que su cuerpo estaba muy enfermo, por lo que con ese vestido estaba segura lograría salir de allí. Una vez lista salió de la habitación y se encerró en una de huéspedes, estaba segura de que su madrastra no la querría en la mesa con ella y haría algo para que ella no se presente, por lo cual lo más lógico era salir y esconderse hasta la hora del desayuno.
Como sospechaba un rato antes de que fuera la hora del desayuno, uno de los hombres de confianza de Antonia, uno de los que la sacó anoche del sótano, se acercó hasta la puerta y la cerró con llave desde afuera. Por suerte no entró a revisar si ella estaba dentro y no se quedó a comprobar si ella trataba de salir, solo cerró y se marchó de allí.
Esperó un poco más de tiempo, escondida en esa habitación y bajó con cuidado de que nadie la viera. Cuando llegó al comedor ya estaban su padre, Antonia, Luisa y hasta Víctor allí sentados. Linda sorpresa que se llevaron los malditos al verla entrar, pues pensaron que ella estaba encerrada en su habitación.
-Hola, buenos días.
Dijo Ema entrando.
-Hola, mi niña. ¿Cómo amaneciste? Pensé que no vendrías, ya que estabas enferma.
-Hola, papi. Amanecí perfecto hoy y yo no estoy enferma, ¿quién dijo eso? Solo que no podía salir de mi habitación, al parecer estaba trabada la puerta.
Rogelio se extrañó mucho, pues, le habían dicho que su hija estaba enferma, pero ella le dice que eso no era así. Esto lo dejaba muy confundido. Aunque viéndola bien, su hija parecía enferma, como mal alimentada, lo que le preocupaba aún más, ya hablaría con ella después del desayuno.
Ema se sienta en la mesa de manera despreocupada, como si no le importara que las personas que estuvieron torturándola durante más de un año estuvieran allí y es que en realidad a ella ellos no le importaban, y eso se le notaba, lo que dejó muy desconcertados a esos tres. Justo cuando acabaron todos de desayunar y antes de que alguien pudiera detenerla, Ema tomo la palabra.
-Papi, me gustaría hablar contigo en privado. Podemos ir a tu despacho a hablar.
Al oír estas palabras, Antonia quiere intervenir por lo que dice:
-No molestes a tu padre, Ema. Tiene muchas cosas que hacer el día de hoy...
Antes de que siguiera hablando, Ema la ignora y sigue hablando con su padre.
-Es urgente que hablemos, padre, sin que nadie nos moleste.
Cuando Antonia iba a mandarla a callar nuevamente, es Rogelio quien la ignora y habla:
-Claro, hija, vamos.
Sin darle más entidad a las personas en la mesa, ellos se levantan y van al despacho, al entrar toman asiento y empiezan a hablar.
-Papá, quisiera irme una temporada a la casa de la tía Daniela.
-¿Qué? ¿A qué se debe esta decisión?
-Papi, estoy enferma, mírame. No estoy bien. No he estado comiendo bien y me he sentido deprimida últimamente. Necesito salir de aquí y mejorar, por favor, permíteme ir con mi tía.
Después de pensarlo durante un tiempo, él decidió aceptar la propuesta de su hija, era obvio que ella no estaba bien, debía dejarla ir.
-Ok, ¿cuándo quieres irte?
-Hoy mismo.
-¿Qué? ¿No crees que es muy apresurado? ¿Qué le dirás a tu prometido? Víctor vino a verte desde muy temprano y tú te quieres ir de viaje.
-Papá, sinceramente me tiene sin cuidado lo que él opine. Cuando regrese romperemos ese compromiso, yo no me voy a casar con él.
Rogelio no daba crédito a lo que decía su hija, cuando la comprometió ella parecía estar entusiasmada y ahora parecía que no podía romper ese compromiso lo suficientemente rápido.
-¿Pasa algo que yo no sepa?
-Sí, pero lo sabrás cuando yo regrese, ahora sería inútil decirlo. Solo cree en mí, ese compromiso se tiene que romper. Ese hombre no es una buena persona.
-Esta bien hija, yo creo en ti.
-Gracias papá, te amo.
Dijo acercándose a él y abrazándolo con mucha fuerza.