Josiane no quería estar allí, pero se vio obligada a ir a terapia debido a las reglas del refugio en el que vive.
Patrícia, su psicóloga, estaba acostumbrada a tratar casos difíciles, pero nada la preparó para Josiane.
Entre la ética y el amor ¿cuál prevalecerá?
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Capítulo 16
Duodécima Sesión - Continuación
Patricia observó a Josiane con cuidado, percibiendo el peso de las palabras que la joven comenzaba a soltar, incluso si aún dudaba en abrirse completamente. Patricia escogió sus próximas palabras con delicadeza.
— Josiane, siento que hay algo que quieres compartir, pero parece que estás intentando encontrar las palabras correctas. Solo quiero que sepas que puedes hablar conmigo. Sin juicios, sin presión.
Josiane bajó la mirada, jugando de nuevo con sus manos, claramente nerviosa, volvió a sentarse. Después de un largo silencio, comenzó a hablar.
— Es que... No sé si hay algo malo en mí. — Soltó una risa nerviosa, sin mirar a Patricia. — Hago algunas cosas que... No sé, después siento asco de mí misma. Me siento... mal.
Patricia se inclinó de nuevo hacia delante, con expresión tranquila y acogedora.
— ¿Mal? ¿Qué te hace sentir eso?
Josiane respiró hondo, dudando durante unos segundos.
— Porque, no sé... Tengo... fantasías. Fantasías que me hacen pensar que soy... — Se detuvo, frunciendo el ceño. — No soy como esas chicas que conozco, que sueñan con casarse, tener una familia perfecta. Yo no soy así. Tengo pensamientos que... me avergüenzan. Y lo peor... — Finalmente levantó los ojos hacia Patricia. — A veces, actúo en base a ellos, en el caso de follarme a hombres.
Patricia permaneció en calma, dando espacio para que Josiane continuara.
— Por ejemplo, con el... ese chico que mencioné antes, el novio de mi compañera de piso. — Josiane desvió la mirada, sus mejillas tomando un ligero color ruborizado. — Pensé que le gustaba. Entonces, un día, medio que insinuó algunas cosas. Y yo... — Sacudió la cabeza. — Hice algo. Algo que yo quería, pero con mis reglas. Y eso me hizo sentir en control, como si fuera yo quien estuviera al mando. Pero después...
Patricia inclinó la cabeza, manteniendo el tono calmado.
— ¿Después?
Josiane tragó saliva.
— Después me sentí como una basura. Como si fuera... asquerosa. Sé que él nunca me forzó, pero no sé por qué lo hago. — Cerró los ojos, luchando contra las lágrimas. — A veces pienso que ningún hombre me tomaría en serio si lo supiera. Pensarían que no soy... para casarse. No soy una persona normal.
Patricia notó la vulnerabilidad de Josiane y habló con cuidado.
— Josiane, no debe haber sido fácil. Y quiero que sepas que esto que sientes, esa mezcla de control y después arrepentimiento, es por un trauma, no tratado, necesitas sacarlo para curarte.
Josiane sacudió la cabeza, riendo con ironía.
— Es fácil decirlo. Tú no sabes lo que es ser mujer y sentir estas cosas. Es como si fuera un absurdo que yo piense así, que haga estas cosas. Un hombre puede ver vídeos porno, puede tener fantasías y a nadie le importa. ¿Pero una mujer? ¿Yo? Soy un monstruo, ¿verdad?
Patricia sonrió con gentileza.
— No, Josiane. No eres un monstruo. Eres humana. Y todo lo que sientes forma parte de quien eres. No se trata de lo que está bien o mal, sino de entender el porqué. Si esas fantasías vienen de un deseo tuyo, o fueron construidas a través de abusos.
Josiane pareció reflexionar sobre ello, pero todavía parecía reticente.
— Yo solo... a veces, no me reconozco. Parece como si estas fantasías no fueran mías. Pero lo son. Y, de alguna forma, odio eso.
Patricia asintió lentamente.
— Y es en eso en lo que estamos aquí para trabajar, estamos aquí para entender lo que pasó contigo.
Josiane se cruzó de brazos, mirando al suelo.
— No lo sé. Quizás solo tengo una forma equivocada de vivir.
Patricia respondió con firmeza.
— No tienes una forma equivocada de vivir. Eres alguien que está intentando lidiar con sentimientos complejos, con su historia, con sus decisiones. Y eso es más que suficiente. Vamos a continuar trabajando en ello juntas, a tu ritmo.
Josiane se quedó en silencio, pero por primera vez, Patricia percibió que realmente estaba considerando sus palabras. Era un pequeño avance, pero un avance real.
Josiane se levantó del sofá lentamente, sabiendo que ya se había acabado el tiempo de la sesión. Sus ojos parecían evitar los de Patricia. Mientras Patricia se levantaba también, luchando por reorganizar sus propios pensamientos, Josiane se detuvo en la puerta, dudó y se giró.
— Yo... gracias por escuchar todo esto. No sé si puedo decir que me siento mejor, pero creo que... soltar un poco de peso ha estado bien.
Patricia, aún intentando mantener la compostura profesional, esbozó una pequeña sonrisa y se acercó a la puerta, sujetando con gentileza la mano de Josiane antes de que se fuera.
— Josiane, quiero agradecerte la confianza que has depositado en mí. Sé que no es fácil, y cada paso que das aquí es importante. No necesitas soltarlo todo de golpe. Lo importante es que te estás permitiendo intentarlo. No te cierres, ¿de acuerdo?
Josiane se quedó en silencio un momento, mirando la mano de Patricia sujetando la suya. Patricia la soltó lentamente, dándose cuenta de que quizá había sobrepasado un límite. Sin embargo, Josiane respiró hondo y, para sorpresa de Patricia, preguntó dubitativa:
— Yo... ¿puedo abrazarte?
Patricia se quedó inmóvil, sorprendida. La petición era delicada, pero cargada de una intensidad que no esperaba. Dudó, mirando a Josiane, que parecía arrepentirse de la pregunta, y entonces respondió con cautela.
— Un abrazo no va contra las reglas, Josiane. — Y abrió los brazos de forma acogedora.
Josiane se acercó despacio y la abrazó, con los brazos firmes, pero cautelosos. Patricia sintió el contacto e intentó centrarse en el papel profesional que desempeñaba, pero algo la atravesó. Era un escalofrío sutil, casi imperceptible, pero que hizo que su respiración fallara durante un instante. Cerró los ojos rápidamente, intentando apartar cualquier pensamiento inadecuado.
Pero entonces, cuando Josiane iba a soltar el abrazo, sus ojos se encontraron con los de Patricia durante un instante demasiado largo. Como atraídas por una fuerza mayor, ambas inclinaron el rostro levemente, hasta que sus labios quedaron cerca. Sus respiraciones se mezclaron, y por un segundo, el mundo pareció detenerse.
Fue Patricia quien se apartó primero.
— Hasta la próxima sesión, Josiane.
— Hasta la próxima sesión — dijo Josiane, saliendo.
Patricia se quedó parada, con el corazón acelerado, sintiendo que algo había cambiado irrevocablemente.
"Esto se está volviendo recurrente", pensó preocupada, recordando la cercanía de sus rostros y labios.
Más tarde, después de terminar la jornada, Patricia decidió buscar ayuda. Fue directamente al despacho de Caroline, su supervisora, con pasos dubitativos. Llamó a la puerta y entró al escuchar la señal de que podía pasar.
Los formatos del entorno de trabajo, como los colores y algunos muebles, eran similares en todos los consultorios de la clínica, con algunas diferencias. En el caso de Caroline, ella tenía una mesa para conectar el ordenador, a diferencia de la sala de Patricia, que tenía solo un armario para guardar algunos papeles.
Caroline estaba revisando algunos informes, pero miró a Patricia con atención al notar su expresión cansada.
— Patricia, pareces exhausta. ¿Qué ha ocurrido?
Patricia se sentó en el sofá frente a la mesa de Caroline, evitando la mirada de la supervisora durante unos segundos antes de comenzar.
— Caroline, creo que me estoy involucrando demasiado con Josiane. — Respiró hondo. — Involucrando emocionalmente. Siento que estoy absorbiendo sus problemas de una forma en la que no debería. Y eso me está afectando.
Caroline se inclinó hacia delante, cruzando las manos sobre la mesa.
— Patricia, eso es normal. Trabajar con pacientes que provienen de albergues es desafiante. Cargan con traumas. Pero necesitas recordarte una cosa: es trabajo suyo abrirse, no el tuyo cargar con todo el peso, sino dejar que ellos se desahoguen.
— Lo sé... — Murmuró Patricia, pasándose una mano por el pelo. — Pero, a veces, siento que estoy fallándole. Y hoy... me ha pedido un abrazo. No sé... ha sido extraño. No sé si ha sido correcto, pero la he abrazado, y he sentido algo, tengo miedo de estos sentimientos.
Caroline suspiró, pero mantuvo la calma, aunque por primera vez se mostró preocupada.
— Patricia, entiendo que estás intentando ser sensible con Josiane, por su historia de vida. Y los abrazos no van contra las reglas, pero necesitas tener cuidado. Especialmente con pacientes como Josiane, que claramente tienen una conexión emocional contigo. Este tipo de gesto puede confundir más que ayudar.
Patricia asintió.
— Por eso mismo estoy aquí. ¿Y si la transfieres a otro profesional? — Sugirió Patricia, mirando directamente a Caroline. — Quizá alguien que pueda mantener más distancia...
Caroline negó con la cabeza inmediatamente.
— No. Esa no es una opción. Conoces su historial, Patricia. ¿A cuántos profesionales ha cambiado ya antes de finalmente confiar en ti? Transferirla ahora sería como hacerla volver a empezar desde cero. ¿Quieres eso para ella?
Patricia bajó la mirada, sintiendo el peso de la responsabilidad. Caroline continuó, con un tono más firme.
— Además, sabes lo importante que es este contrato con los albergues para nosotros. Si empezamos a retroceder o a mostrar falta de capacidad para lidiar con casos difíciles, ¿qué crees que va a pasar? Van a dudar de todo el equipo.
— No estoy diciendo que vaya a renunciar a ella, puedo ayudar a Marli... Porque si me quedo con ella... No sé si seré capaz de ayudar — Dijo Patricia casi en un susurro.
Caroline sonrió levemente, pero había un tono serio en su voz.
— Ya la has ayudado más de lo que te imaginas, Patricia. Ella confía en ti. Y eso no es algo fácil de conseguir. Si necesitas ayuda, estoy aquí. Pero necesitas continuar. No por mí, ni por el contrato. Por ella.
Patricia se quedó en silencio, absorbiendo las palabras de Caroline. Sabía que no iba a ser fácil, pero también sabía que abandonar a Josiane no era una opción. Mientras salía del despacho, sintió el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, pero también una determinación renovada.
Sabía que tendría que lidiar no solo con los desafíos de Josiane, sino también con sus propios sentimientos que comenzaban a emerger de forma incontrolable.