Después de que el Rey Evans se llevara a la fuerza a Liliam, la vida de su hermana Sandra cambió bruscamente, su padre le ha dejado a cargo de las obligaciones de la hacienda, su vida deja de tener sentido para ella, pero comienza a tener un poco de luz cuando el General Itans llega a la hacienda para cumplir con la misión que el encomendó el rey, pero sin esperar lo que le tenía deparado el destino. Segundo libro de Corazón de Piedra.
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ROCES Y LATIDOS
...SANDRA:...
No podía dejar de pensar en el General Itans mientras Derek me hablaba, yo no lo estaba escuchando, mi mente no abandonaba al general. Estábamos teniendo muchos acercamientos accidentales, cada vez que recordaba como su nariz rozó la mía se me erizaban los vellos, estuve a punto de besarlo en los labios, no sabía porqué razón me entraron ganas de hacerlo, jamás había sentido esa necesidad, mi cuerpo sentía la necesidad de acercarse pero no debía hacerlo, no quería que siguiera pensando que yo era una señorita indecente y por eso no iba intentar nada inapropiado.
Había instantes en el que el General Itans parecía interesarse en mí, a veces me observaba de manera distinta pero tal vez eran suposiciones mías.
Me desconcertó cuando preguntó sobre Derek y también me dejó pensativa lo que dijo, si en verdad me quería no tenía porque haberse alejado de mí en el momento en que más lo necesité.
Derek no paraba de hablar mientras me quedaba sentada junto a él en el sofá de la sala, quería irme pero mi padre había insistido en que tuviéramos un momento de compañía mientras tomábamos té de manzanilla, observé el cuadro en la pared y me llevó al momento en la cascada, no podía olvidar eso y el hecho de que me observó desnuda, me ardía el rostro.
Bebí de mi té, me temblaban las manos al sostener la taza.
— ¿ Me estás escuchando ? — Preguntó Derek y me sobresalté.
— Ah... Sí.
Me observó el rostro — ¿ Qué tienes ? ¿ Por qué estás roja ?
Me torné nerviosa pero le dí una expresión de despreocupación.
— No es nada, es que tengo calor.
Siguió mi mirada hasta la cascada y me observó como si le fuera ocurrido una idea.
— ¿ Por qué no vamos a la cascada para refrescarnos ? — Propuso.
— No — Me negué en seguida y frunció el ceño — Es que tengo que alimentar a los animales del establo — Me excusé mientras dejaba la taza sobre la mesita frente al sofá.
— Hablemos con tu padre, él seguramente te dará permiso — Sugirió mientras dejaba su taza también.
— Él está ocupado... Mejor ayúdame con los animales — Sugerí y entornó una expresión de desagrado.
— ¿ Eso no lo hacía Liliam?
— Sí pero ella ya no está y me toca a mí.
No se mostró convencido de ayudarme, la verdad es que Derek no era bueno en ese tipo de trabajos, sus padres tenían sirvientes, él se la pasaba estudiando para ser médico, no hacía más nada a parte de eso y me pregunté si era buena idea quedarme a su lado, me iba tocar ser ama de llaves ya que mientras él no terminara sus estudios y consiguiera un trabajo, no podíamos tener sirvientes y mi vida no iba ser precisamente diferente. Derek ni siquiera sabía cortar leña, ni prender una estufa, tampoco sembrar, mucho menos cargar peso, sus manos eran tan suaves y delicadas que seguramente se le harían callos al primer esfuerzo.
Me iba tocar todo el trabajo a mí.
Me pregunté si fue correcto aceptarlo de vuelta, yo ya no estaba convencida de querer algo con él.
— Mejor vuelvo cuando tengas tiempo libre — Se levantó y yo también lo hice — ¿ Cuándo puedo venir a verte ?
Me quedé en silencio, intentando encontrar la respuesta.
— No lo sé... La verdad es que no tengo casi tiempo, puedes venir los fines de semana, tengo un poco de tiempo libre en las tardes — Dije y asintió con la cabeza, no muy convencido.
— Está bien, Sandra, nos vemos pronto — Dijo y se acercó, inclinó su rostro hacia mí pero me aparté, se sonrojó incómodo ante mi rechazo, pero le dí un abrazo para que no se sintiera tan mal, correspondió de inmediato.
Se apartó y salió de la casa.
Me quedé un momento observando la puerta y solté un pequeño suspiro.
Me puse a hacer mis obligaciones.
Me dirigí a los establos con una cesta de restos de vegetales y comida. Le dí de comer a los cerdos, al principio me daba miedo entrar al corral pero me acostumbré a que se me acercaran y me mordieran la falda hambrientos, hacían demasiado ruido y eso era muy molesto, se abalanzaron sobre los restos de comida como salvajes.
Tomé las fajas de eno y les coloqué a los corrales de los caballos, habían cinco caballos allí. El caballo negro pura sangre del General Itans ya se había acostumbrado a la compañía de los cuatro mestizos en los otros corrales, también se acostumbró a mí, ya que las veces anteriores se alteraba un poco cuando me acercaba, ésta vez se quedó tranquilo cuando me detuve frente a él.
Movió su cabeza y resopló, era más grande y poderoso que los de mi padre.
Me atreví a tocarlo, frotando su hocico y sonreí cuando se rindió a mis caricias.
— Eres un buen chico — Dije mientras tocaba su pelaje — Ya no eres un arrogante... Te acostumbraste al olor a chiquero y a tus vecinos ¿ Cuál será tu nombre? Te apuesto que debe ser un nombre poderoso como tú, tiene que hacerte justicia — Empujó mis manos con su hocico, me reí.
— No se deje engañar por su apariencia, ahí donde lo vé, es demasiado altivo para el nombre que lleva — Dijo alguien detrás de mí y me giré sobresaltada, el General Itans se acercó al corral, debía tener más cuidado, sus pasos nunca se escuchaban, al menos no estaba cantando pero si estaba hablando con un caballo y eso era peor, seguramente me estaba creyendo una loca.
— ¿ Cuál es su nombre? — Pregunté, el caballo se emocionó cuando él se detuvo a mi lado, lo saludó con un relincho y el General Itans lo tocó, me aparté un poco mientras frotaba su cuello.
— Su nombre es Josefino — Dijo y solté una carcajada que no pude evitar.
— ¿ Josefino ? ¿ Es en serio?
Se rió mientras yo seguía riéndome.
— Es por eso que Josefino no debería ser tan altanero — Bromeó mientras le daba una palmada al caballo — Debería ser más humilde frente a otros caballos, si supiera que su nombre no causa impresión sino gracia dejaría de ser tan arrogante — Lo tomó fuertemente del hocico y yo pensando que él me iba creer loca por hablar con un caballo.
— ¿ Usted le colocó ese nombre tan gracioso ? — Pregunté y sus ojos volvieron a mí.
— No, ya lo tenía cuando me lo asignaron, me reí también como usted cuando me dijeron su nombre — Sonrió de nuevo y me reí otra vez.
— Me imaginaba otro nombre como Trueno o Bestia.
Arqueó sus cejas — Afortunadamente su nombre es Josefino, se lo tiene merecido... Cuando lo monté por primera vez me tumbó de la silla... Solo le gustaba llevar a nobles en su lomo, el Rey Evans, el Príncipe Eidan, siempre andaba con gracia cuando los llevaba pero a mí me rechazó... Fué reemplazado, ahora se quedó únicamente para ser montado por mí y no le quedó de otra que aceptarme, eso o ser sacrificado.
— ¿ Por qué? — Pregunté.
— Se lastimó una pata, yo fuí quién convenció al veterinario de no sacrificarlo, de darle una oportunidad y afortunadamente se recuperó.
Se alejó y tomó un poco de eno del suelo para darle en su mano. Me acerqué y lo toqué de nuevo.
— ¿ Oíste Josefino? Tienes que ser más agradecido con el General Itans, te salvó la vida — Aceptó mi caricia mientras masticaba el eno.
Sentí como mi hombro rozaba el pecho del general y mi corazón dió un brinco.
— Lo es, Josefino me tiene bastante aprecio a pesar de ser un presuntuoso — Murmuró.
— Es una fortaleza del General Itans salvar vidas — Dije a Josefino — Yo también estoy en deuda con él.
Sentí el peso de su mirada mientras lo decía y extrañamente se acercó más. Mi cuerpo empezó a temblar, mantuve baja la mirada mientras se colocaba frente a mí.
— Usted no me debe absolutamente nada — Dijo y negué con la cabeza.
— Vivo gracias a usted así que sí.
Mantuve la cabeza gacha mientras se me calentaba el rostro.
— Un caballero hace las cosas desinteresadamente, lo hubiera hecho por cualquiera — Me aclaró y elevé mi mirada, su rostro estaba neutral.
Por cualquiera.
— Lo sé... Nuevamente le agradezco por hacerlo.
— No se preocupe.
— En cuanto lo sucedido en el estudio, le pido disculpas, fue un descuido de mi parte y fue mi culpa que lo haya malinterpretado, le dejo en claro que tengo valores y principios, soy una señorita respetable... — Aclaré con expresión seria — Si hubo algo que le hizo pensar cosas erróneas de mí le pido que se tome el tiempo de reflexionar, usted no me conoce para juzgarme.
Se quedó desconcertado ante mis palabras firmes, tomó una postura erguida y luego asintió con la cabeza.
— Claro, comprendo perfectamente sus palabras.
Retrocedí, sorpresivamente me tomó la mano, todo mi cuerpo reaccionó al toque, sentí un escalofrío que me recorrió completamente, mi corazón aceleró tanto que golpeaba fuertemente contra mi pecho. El azul intenso de sus ojos se clavó en mí mientras me observaba de forma extraña, su agarre era suave, no me moví, esperé quieta.
— ¿ Qué sucede General Itans? — Pregunté con una voz débil cuando me observó de forma intensa, estaba debatiendo algo en su mente, no comprendía nada.
Me soltó y toda la magia del toque se disipó al instante, tomó distancia y volvió a su expresión formal.
— Lo siento, olvide mi atrevimiento — Se disculpó de inmediato, aquello me hizo sentir más incómoda ¿ En serio se estaba disculpando por tomarme la mano ?
No dije nada, me quedé observándolo con el ceño fruncido pero sentí una lamida en mi mejilla, solté un gruñido de asco, Josefino me dejó la mejilla empapada.
El General Itans dejó la tensión a un lado y se rió de mí.
— ¡ Qué asco ! — Me quejé y le dí una palmada al caballo.
— Le agradó, es primera vez que Josefino hace algo como eso — Dijo él.
— Gracias, ahora tengo que lavarme el rostro — Dije enojada mientras salía rápidamente del establo.
No me enojó tanto la lamida, si no la actitud extraña del general.