"El precio del poder" es una historia de poder, ambición y deseo en un mundo donde la lealtad familiar y la estrategia son las reglas de juego. Lucía Álvarez, heredera de uno de los clanes más poderosos del país, y Iris Espinosa, la hija de un despiadado líder mafioso, son obligadas a unirse en un matrimonio arreglado. Ambas, atrapadas entre sus propios sueños y los oscuros intereses de sus familias, deben navegar un mundo peligroso lleno de intrigas, sacrificios y traiciones.
A lo largo de esta apasionante novela, las protagonistas luchan por encontrar su lugar en un mundo que las quiere como piezas en un tablero de ajedrez, pero ambas tienen planes propios. En el proceso, descubrirán que el amor no siempre es blanco o negro, y que el precio que deben pagar por el poder puede ser mucho más alto de lo que imaginaban.
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El precio de la incertidumbre
Capítulo 23: El precio de la incertidumbre
La radio había quedado en silencio. La desconexión de Iris había sido la última señal que Lucía había recibido, y esa falta de respuesta era como un peso insoportable que oprimía su pecho. La imagen en la pantalla frente a ella seguía parpadeando, con los vehículos en movimiento, pero sin la certeza de si los miembros clave de su equipo llegarían a salvo. La ansiedad, que nunca se había disipado por completo, ahora se volvía insoportable.
—Javier —dijo Lucía, su voz más baja de lo que esperaba. Estaba intentando mantener la calma, pero algo en su interior le decía que las cosas no iban a salir como esperaba—. Necesito que prepares el protocolo de emergencia. Si no llegan en los próximos minutos, evacuamos.
Javier la miró, notando el brillo de preocupación en sus ojos. No necesitaba preguntar más. Sabía que, aunque Lucía rara vez mostraba signos de vulnerabilidad, esta vez la situación era diferente.
—Entendido. Estoy en ello —respondió, y comenzó a coordinar las acciones de la base mientras Lucía se mantenía en silencio, observando el rastro de los vehículos.
Desde la perspectiva de Carlos:
El sótano estaba cerca. Carlos lo sabía, podía sentirlo, pero el dolor en su brazo herido lo ralentizaba. Cada paso era una lucha. El sonido de los disparos seguía resonando, y él sentía la presión de saber que no podían perder más tiempo. La explosión había alterado aún más el plan, y ahora su única esperanza era llegar a la zona segura lo antes posible.
Iris iba a su lado, disparando a los enemigos que intentaban acercarse. A pesar de su constante vigilancia y su fuerza, Carlos podía ver en sus ojos la fatiga. Sabía que si no llegaban pronto a los vehículos, la situación podría volverse aún más crítica.
—Nos quedan pocos metros —murmuró Carlos, observando la salida del almacén que los llevaría al sótano. Iris asintió, pero no dejó de disparar.
De repente, un estruendo sacudió el suelo debajo de ellos. Carlos, sin tiempo para reaccionar, fue empujado hacia un costado por la onda expansiva. La luz titiló y el caos se desató. Los enemigos no solo habían avanzado, sino que la estructura estaba a punto de derrumbarse.
—¡Carlos! —gritó Iris mientras corría hacia él.
La visión de Carlos se nubló brevemente, pero cuando su mente comenzó a despejarse, se dio cuenta de que su situación había empeorado considerablemente. Iris lo ayudó a ponerse de pie, pero no había tiempo para lamentaciones.
—¡Tenemos que movernos! —ordenó Iris, empujándolo a seguir.
De repente, un estruendo sacudió el suelo debajo de ellos. Carlos, sin tiempo para reaccionar, fue empujado hacia un costado por la onda expansiva. La luz titiló y el caos se desató. Los enemigos no solo habían avanzado, sino que la estructura estaba a punto de derrumbarse.
Carlos tomó la delantera y, con un último esfuerzo, corrió hacia la salida, seguido por Iris. Sin embargo, justo cuando creían que la seguridad estaba al alcance, un disparo certero atravesó el aire, y una bala impactó en el costado de Carlos.
El dolor lo hizo caer de rodillas, y por un momento, el mundo a su alrededor se desvaneció. Iris se lanzó hacia él al instante, pero el daño ya estaba hecho. Carlos, aunque consciente, sintió que la sangre salía a borbotones.
—¡Carlos! —gritó Iris, desesperada, mientras intentaba detener la hemorragia.
La situación había tomado un giro mortal. Carlos, sin poder ocultar el dolor, intentó sonreír a Iris.
—No… te preocupes… —jadeó con dificultad—. Solo… consigue que salgamos… de aquí…
Iris no dijo nada, solo apretó los dientes y siguió avanzando con Carlos, aunque el peso de la situación era cada vez más insostenible.
Desde la perspectiva de Lucía:
Lucía estaba de pie frente a la ventana, mirando los vehículos en la distancia. Los Chagoya ya estaban cerca, y la evacuación se había convertido en una necesidad urgente. La radio se encendió de nuevo, y la voz de Iris, aunque entrecortada y llena de desesperación, llegó justo cuando Lucía estaba a punto de tomar decisiones drásticas.
—Lucía… no vamos a hacer… que no llegamos… Carlos está herido.
El corazón de Lucía dio un vuelco. Su respiración se detuvo por un segundo, y la decisión fue clara. No podían perder más tiempo.
—¡Prepárense! —ordenó Lucía a su equipo. Cada segundo contaba.
Iris y Carlos estaban a punto de llegar, pero Lucía no podía dejar que los Chagoya los atraparan. No esta vez.