Una Mujer En La Mafia #2 -

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El aire estaba cargado de tensión cuando salí de la casa, mi respiración acelerada por lo que acababa de hacer. En cuanto vi el carro, sentí un alivio momentáneo, pero apenas llegué a la puerta, la atmósfera se volvió densa. Simón y Flora estaban ahí, esperando, sus rostros pálidos y llenos de terror. La mirada de Flora era de confusión, como si no pudiera entender lo que acababa de pasar, y Simón no decía nada, pero sus ojos reflejaban miedo, un miedo profundo.

—¿Por qué los mataste? —me preguntó Simón, su voz tensa, y no pude evitar notar el toque de incredulidad en su tono.

Me quedé en silencio por un momento, mirándolos fijamente mientras mi mente volvía a los momentos que acababa de vivir. Pero la verdad era clara. No había dudas en mí.

—¿De verdad te sorprende? —respondí, mi voz fría, casi distante—. Ya se lo olían, por el estúpido de James.

Flora tragó saliva, su expresión llena de confusión y miedo.

—No… no es posible. ¿Cómo pudiste? —su voz temblaba, y aunque sus palabras eran un reproche, sabía que no me entendía. No podía entenderlo.

Pero antes de que pudiera darme el lujo de explicarme, una sensación helada recorrió mi cuerpo. La fría presión de un cañón de pistola contra mi cabeza me hizo congelarme al instante. El pulso me aceleró, pero no pude moverme.

—Qué conveniente, Adeline —dijo una voz conocida, que me hizo tensarme aún más. Era Amelia. La sentí más cerca, su tono de voz grave y fría—. Mi padre puede ser terco a veces, pero no idiota.

Me quedé quieta, mi mente trabajando a toda velocidad. ¿Por qué estaba aqui? Pero antes de que pudiera reaccionar, la escuché de nuevo.

—No te muevas.

No tenía opción. Me quedé quieta, pero mi corazón estaba a punto de estallar. Quería girarme, quería hablar, pero el miedo me ahogaba.

Entonces, de la nada, apareció James, caminando con su porte tranquilo, casi como si todo lo que había ocurrido no tuviera importancia. Su mirada me recorrió con una frialdad que solo él sabía transmitir.

—Vaya, qué linda peli —comentó con una sonrisa, como si estuviera observando una escena de un drama. La ironía de sus palabras no me sorprendió, pero sí la calma con la que las dijo.

Me giré lentamente para mirarlo, sin poder evitar la rabia que surgió en mí al verlo ahí, tan tranquilo, tan cómodo mientras el caos me envolvía.

Amelia no había bajado la pistola, y la tenía fija en mi cabeza.

—Te acuerdas cuando mataste a mi madre, ¿verdad? —dijo, su voz suave pero llena de veneno. — Ah pues claro que te debes acordar.

Mi respiración se detuvo un segundo, pero la rabia me hizo mantener la calma. Me di la vuelta y miré a Amelia a los ojos, aunque el cañón de la pistola ahora estaba en mi frente.

—Lo siento —respondí, pero mi tono era frío, casi calculador—. Pero la tuya hizo lo mismo con mi padre. Y con Valentía.

Amelia hizo un movimiento brusco, como si las palabras la hirieran. Pero no me importaba. Ya no. Mi mente estaba completamente en otro lugar. Sabía lo que tenía que hacer, y nada me iba a detener.

Con un movimiento rápido, agarre su mano y la ajusté, apuntando directamente hacia mi frente, presionando el cañón con fuerza, para que fuera más fácil disparar. Mi mano no tembló. Quería que me disparara, quería acabar con todo. Ya no importaba lo que sentía.

—Dispara ya, Amelia. Cumplí con matarla. —Mi voz salió casi como un susurro, llena de desesperación y rabia acumulada.

Mi respiración se entrecortaba. Podía sentir la presión del arma contra mi piel, pero algo dentro de mí quería que todo terminara. Pero cuando creí que el disparo se iba a escuchar, algo diferente ocurrió. Amelia apretó el gatillo, pero el clic de la pistola me dejó helada. No había bala. No había nada.

El miedo me recorrió de golpe, y un grito de susto se escapó de mis labios, mientras todos los que estaban a mi alrededor también reaccionaban. Pero lo que más me sorprendió fue el cambio en la expresión de Amelia. Ella sonrió, una sonrisa casi melancólica, pero con una seriedad abrumadora.

—En realidad no vine a matarte, Adeline —dijo con un tono mucho más suave, casi como si estuviera hablando con una vieja amiga—. Me hacías mucha falta.

No entendí. ¿Qué estaba diciendo? Mi mente no daba crédito a lo que escuchaba, y aún con la pistola baja, la sensación de miedo me envolvía.

No sabía qué hacer, ni cómo reaccionar. Estaba atrapada llena de confusión.

—Nunca pensamos en alejarte —dijo James, y su tono era más serio que nunca— Fue doloroso, lo que habías hecho… pero mi hija, a pesar de todo, le seguías cayendo bien. Y aunque le duela, eso fue lo mejor. Lo mejor para todos, porque el daño que causo Allison a tu familia… no se olvida fácilmente.

Me quedé en silencio, procesando sus palabras. La familia. La suya.

Vi cómo James miraba a su hija, Amelia, que estaba cerca, observándonos con una calma que contrastaba con la tensión del momento. Ella asintió lentamente, como confirmando lo que él acababa de decir. Su mirada no estaba llena de ira, como esperaba, sino de algo más cercano a la resignación. Sabía lo que había pasado, lo que significaba estar atrapado en el mismo ciclo de venganza que yo.

Entonces, con una pausa que me dejó sin aliento, James me miró directamente, sus ojos fríos y calculadores, pero con una seriedad que me desconcertó aún más.

—Pero... —continuó, como si lo que fuera a decir ahora fuera lo más importante—. Ella no está solo aquí por eso.

Un nudo se formó en mi estómago, y mi mente empezó a dar vueltas tratando de entender lo que estaba pasando. ¿Qué quería decir con eso? ¿Amelia no solo estaba aquí por verme? La mirada de James pasó de Amelia a mí, y fue en ese instante cuando las palabras salieron de su boca, dejándome completamente en shock.

—Tienes un hermano. De 18 años. Y vive aquí, en Francia.

El mundo pareció detenerse por un segundo. Mi corazón latió con fuerza, y un estremecimiento recorrió mi cuerpo. Un hermano. ¿Qué...? Mi mente no lograba procesar la información de inmediato. Todo lo que había conocido hasta ese momento parecía resquebrajarse bajo el peso de esas palabras.

James observó mi reacción, como si estuviera esperando mi respuesta, pero no pude decir nada de inmediato. La idea de tener un hermano, de alguien relacionado conmigo de sangre, que vivía aquí en Francia… todo parecía surrealista.

—¿Un hermano? —logré decir finalmente, mi voz rasposa, como si intentara aferrarme a la realidad de nuevo—. ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Por qué ahora?

James respiró hondo, mirando al suelo por un momento antes de volver a mirarme.

—Tenia que estar a salvo de Allison —dijo, y pude sentir la gravedad de sus palabras. No era solo una confesión, era un mensaje. Un aviso que ya no era necesario.

Amelia, que había estado en silencio, ahora se acercó un poco más, como si estuviera esperando que yo reaccionara, pero su mirada era más profunda, más intensa. No pude leerla completamente, pero había algo en ella que sugería que esto era solo el principio.

—Lo que pasa con él —dijo James, con una leve inclinación de cabeza hacia su hija, quien asintió con la cabeza— es que, por más que queramos mantenernos alejados de todo esto, la verdad siempre sale a la luz. Y tú, Adeline, eres una parte importante de todo eso. No solo de tu familia. No solo de nosotros.

El peso de sus palabras se quedó suspendido en el aire. La confusión y el miedo se apoderaron de mí. ¿Qué había pasado en mi vida para que todo esto tuviera sentido ahora? ¿Qué tipo de vida había tenido sin saber que tenía un hermano? Y lo más aterrador de todo, ¿qué implicaba que ahora estuviera aquí en Francia?

Mis pensamientos estaban nublados por la tormenta de preguntas que no podía responder, y el único sonido que rompió el silencio fue el suspiro de Amelia, que parecía entender mi confusión mejor que nadie en ese momento.

—El hermano que tienes no es alguien con quien quieras conocer, Adeline. —Me miró a los ojos, como si intentara advertirme—. Porque él creció con tu padre, y desde pequeño tu padre si le hablo mucho de su trabajo.

La idea de tener a alguien más involucrado en este juego de caos y venganza no hacía más que aumentar mi ansiedad. ¿Cómo iba a manejar todo esto? ¿Y por qué James parecía ser el único que tenía todas las respuestas?

Todo a mi alrededor comenzó a desmoronarse lentamente, y por primera vez en mucho tiempo, me sentí completamente perdida.

—Tienes que verlo —me dijo James, su tono ahora grave—. Y no solo porque ahora sabes que el existe, sino porque es lo único que puede salvarte de todo lo que está por venir.