Tres reinos fueron la creación perfecta para mantener el equilibrio entre el bien y el mal.
Cielo, Tierra e Infierno vivieron en una armonía unánime durante millones de años resguardando la paz.
Pero una muerte inocente, fue suficiente para desatar el verdadero caos que amenazara por completo el equilibrio y, la existencia de todos los seres en el planeta.
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Los hilos de la traición
Los minutos pasaron rápidamente mientras exprimía sus cabezas. La sangre escurría por la plataforma colándose en las pequeñas rendijas que había en la madera, con cincuenta hombres mutilados, era literalmente una masacre digna de temer. De cualquier forma que lo vieses daba escalofrío, tanto por la tétrica mirada que salía de mi rostro, como por la cantidad de viseras esparcidas por el suelo; el olor a orina y excremento que habían soltado aquellos seres mortales ante el terror experimentado, solo eran el comodín del panorama. Un panorama que causaría pesadillas por años a los habitantes de BáiYù.
Y es que nadie se atrevió a irse del lugar, ni siquiera movieron un músculo luego de la tercera víctima. El miedo los congelaba ante tales actos y, es totalmente comprensible, cualquiera con un poco de sentido común sabía que no estaba jugando. Todo quien desafiara la ley tendría el mismo castigo, independiente de su edad, su sexo o el motivo de su pecado, no hay excepciones, no en mi reinado.
En cuanto a los jóvenes dioses hacían su mejor esfuerzo por no vomitar, estando tan cerca del espectáculo me sorprendía que se mantuviesen tan rectos, excluyendo a Yang gūniang que apenas comenzó todo se escondió tras Chǒu Tai, que con gusto la distrajo de todo. Aun así, los gritos hacían que se escaparan miradas furtivas que palidecían su piel aún más, pero en ni un solo momento dedico una mueca de asco ante tal panorama, totalmente digna de su título como diosa del viento. En cuanto a Lu Xiǎo, tal como era de esperar, se quedó totalmente recto en su lugar, expectante a cualquier cosa que pasara en nuestro entorno, con ambas manos listas para desempeñar sus cuchillas.
Luego de tal espectáculo, justo cuando reventaba la cabeza del último hombre, todo quedo en un sepulcral silencio, tanto el viento, como cualquier cosa fuera de los murmullos de los habitantes, se habían quedado en total silencio. La oscuridad cubrió la pequeña ciudad como si de un segundo a otro la noche abrazara el sitio, pero en vez de estrellas tintineantes, una lluvia de pequeños seres empezaron a caer del oscuro cielo. Aquellos se deslizaban en finos hilos casi traslúcidos, el olor a putrefacción inundo todo el sitio, doblegando el olor a orina y viseras esparcidas.
Aquellos seres le hacían honor a una sola persona y esa no era otra más que la perra de té verde de Zhòu Yān. No fue mucho después de que esos pequeños seres cayeran provocando el descontrol de los presentes y rodeando a las personas de la ciudad BáiYù, que una suave risa hizo eco en lugar.
Jamás podría confundir aquel irritante sonido. Su presencia sacaba lo peor de mí, pero al mismo tiempo, también las ansias de tener su cabeza entre mis manos hacía que no estuviese de tan mal humor. Luego de tantos años, por fin la tendría entre mis manos para arrancar cada parte de su cuerpo como mejor me complaciera, porque si de algo estaba seguro, era de que una vez que la tuviese entre mis dedos, la haría sufrir de maneras inexplicables. Las muertes de estos mortales sería una broma comparada a lo que haría con ella.
Solté el cuerpo que tenía en mis manos, sacudí el rastro de viseras que había en mis túnicas y me pare rectamente mirando en dirección a aquella irritante risa. Los gritos de las personas habían quedado en segundo plano totalmente, aquellos repugnantes seres habían formado un círculo alrededor impidiendo que cualquiera escapara. La plataforma se encontraba justo en medio de todo el ajetreo, si bien aquellas desagradables criaturas, no dejaban salir a nadie, tampoco hacían mucho más, esperaban órdenes. Por lo que podía deducir que Déwēi aún no estaba allí o algo no había salido tal como lo habían planeado.
Me deshice de mi túnica exterior quedando con la negra tela de la interior y me acomodé en la plataforma esperando pacientemente que aquella escoria de Zhòu Yān se dignara a salir. Por más que Déwēi sea el escudo de Zhòu Yān, no significaba una amenaza inminente y en este momento. La idea de tener la cabeza de esa basura entre mis manos, era mucho más tentadora que cualquier otra cosa, justo como esperaba, apareció delante de mí. —Zhòu Yān, luego de tantos años, tienes la osadía de aparecerte frente a mí. Debo suponer que no aprecias tu vida lo suficiente o tal vez te uniste a ratas más podridas que tú y te hicieron perder la cabeza por completo.
La chillona risa de la mujer se hizo más fuerte, Lu Xiǎo saco lentamente sus cuchillas, se disponía a ir al lugar donde se encontraba Zhòu Yān, pero lo detuve en el acto. —Uh, pero miren a quien tenemos aquí, si es ni más ni menos que el gran ¡gobernante del Dì Yù! Ja, ja, ja, Liú Huó, cariño ¿Aún me odias por robar ese pequeño anillo?
Tome asiento en el trono prepara sobre la plataforma, estire mi cuello doblándolo para ambos lados y cruce mis piernas mientras sacaba mi espada desenvainándola y jugando con el filo de esta. —Desde cuando una escoria como tú, tiene el derecho de llamarme tan libremente. Acaso ¿sé te ha olvidado cuál es tu sitio? Luego de tanto tiempo con esos engendros.
—Ja, ja, ja... vamos, vamos, no seas tan malo con una vieja amiga, después de todo, te serví años fielmente, merezco más que ese frío trato ¿no?
—Bien, ¿Por qué no traes tu asquerosa tu cara aquí y me lo pides dices de frente? Tal vez de esa forma sea más amable contigo.
—Uh, no vas a creer que soy tan idiota ¿no?, cariño, durante todos estos años te he vigilado muy de cerca, pero no soy yo de quien tienes que preocuparte.
Un hilo brilló frente a mis ojos y a lo lejos el sonido de un podrido se hizo presente, pero antes de siquiera acercarse, yacía totalmente descuartizado en la tierra. Sonreí ladinamente mirando a Lu Xiǎo, quien arreglaba sus túnicas luego de que con aquella maniobra se encargara del engendro y volviera a su lugar en total silencio. —Claro, tú jamás serás más que una asquerosa rata Zhòu Yān ¿Y? ¿Vendrás por tu cuenta o esperas que Lí YànYàn vaya por ti?
El silencio reinó nuevamente durante unos segundos, luego entre aquel silencio, un pequeño destello se hizo presente y toda la oscuridad que rodeaba BáiYù se había esfumado, dejando a la vista la asquerosidad de los pequeños demonios que rodeaban a los ciudadanos y a una mujer de ropaje vulgar. —Bien, veo que te dignas a mostrar tu asquerosa cara bajo la luz...
La mujer caminó lentamente abriéndose paso entre la multitud hasta quedar frente de mí, debía admitir que tenía bastantes agallas para hacerlo sabiendo en la situación que la pondría. Me miró fijamente y sonrió con altivez sacando pequeñas hebras de hilo de la yema de sus dedos. —Rey Liú Huó, no sabía que ansiaba tanto verme como para amenazarme con mandar a su perro más fiel.
Miro con arrogancia a Lu Xiǎo quien la ignoraba abismalmente jugueteando con sus cuchillas. Los jóvenes dioses se encontraban inútilmente tratando de calmar a los ciudadanos que los ignoraban buscando cualquier forma de escapar, en cuanto a Chǒu Tai, miraba expectante la situación con una sonrisa enorme en su rostro. A veces me hace preguntar qué cosa tiene en su cabeza para estar siempre tan animado independiente el entorno que lo rodee. Negué suavemente y volví la mirada a Zhòu Yān, con altivez. —Si lo provocas no lo detendré cuando te esté cortando en pedazos Zhòu Yān, conoces de primera mano el temperamento de Lí YànYàn, no creo que quieras perder otra extremidad, ¿no?
La mujer palideció ante el comentario y se alejó discretamente de Lu Xiǎo mientras no me perdía de vista por nada. —¡JA! ¿Y piensas que le tendría miedo al perro de un rey que ni siquiera puede revivir a su puta sin un anillo? Tengo a alguien mucho mejor cuidando mi espalda ahora Liú Huó.
Mi mirada se ensombreció con cada una de sus palabras. Todo se quedó en un silencio sepulcral, mis puños se contrajeron causando heridas en mis palmas, pero, aun así, no moví ni un solo músculo. Sabía que cada palabra que salía de su boca era precisamente para que actuara, no podía, debía seguir el plan y no dejarme llevar por las provocaciones de esa repugnante escoria. —Tu deseo de morir es muy grande Zhòu Yān, ¿acaso crees que no sabía de tu unión con Déwēi y con los perros celestiales?, ¿realmente crees que ellos se ensuciaran las manos defendiendo a alguien como tú? Únicamente eres el pedazo de carne podrida que dejan como carnada, una simple basura que lleva a cabo el juego sucio en sus planes. No eres nada Zhòu Yān.
Me miró con rencor y retrocedió lentamente mientras aquellas criaturas que rodeaban a los habitantes empezaban a formar un escudo frente a ella. Sonreí con altivez ante la victoria de mis palabras, tal como era de suponer, ella solo era un sebo, Déwēi no vendría, entonces tenía el paso libre para hacer lo que quisiera. Si bien matarla en este momento era tentador, la necesitaba viva para que me guiase a Déwēi y sobre todo, hacia el anillo que me ayudaría a revivir a su Alteza. Mire a Lu Xiǎo y con un solamente asentamiento de cabeza, se encaminó directamente hacia Zhòu Yān, si no podía matarla ahora, por lo menos dejaría que Lu Xiǎo se divirtiera un poco con ella y vengara el imprevisto del día anterior. Chǒu Tai se movió por primera vez desde que empezó todo y se sentó a mi lado mirando todo el desastre que se generaba con los ciudadanos de BáiYù. —Es una ciudad muy animada ¿no? Casi como estar en casa.
Sonrió aplaudiendo tal como un niño, solo negué lentamente y me pare encaminándome al cobarde gobernante que se escondía tras el escenario como una gallina asustadiza, le tome de su túnica y lo subí mirando directamente a su cara. —Si quieres a tu esposa e hija realmente, deberías estar en primera fila, no escondido como una rata tras los demás, ni siquiera estás preocupado por el bienestar de tu pueblo.
Aquel cobarde mortal me miró aterrado y suplico perdón innumerables veces mientras daba señal a sus hombres de que se movieran rápidamente ayudando a los ciudadanos del pueblo. —Pero, Bì xià, ni siquiera se han mencionado a mi esposa e hija, ellas aún están desaparecidas y me has prometido traerlas devuelta conmigo...
—¿Prometer? Yo jamás he prometido nada...
—Pero, Bì xià usted dijo...
—Dije que, si hacías las cosas bien, tal vez las encontramos con vida... tal vez.
El hombre palideció y me miro horrorizado. —¿Eso significa que no ira por ella?
—¿Ir por ellas? Claro que no, no es necesario, están aquí, seguramente encerradas en algún lugar.
El cobarde mortal retomó su compostura lentamente y me miro esperanzado. —¿Cómo puede estar seguro de eso Bì xià?
Negué suavemente y me encaminé dándole una mirada a Lu Xiǎo quien tenía inconsciente y con una de sus cuchillas en el cuello a Zhòu Yān. —La necesitamos viva Lí YànYàn, déjala en alguna parte fuera de la ciudad y luego averigua donde están las mortales.
Lu Xiǎo asintió levemente, agarro de un pie a Zhòu Yān y la arrastró encaminándose. —¡Espera!, iré contigo, solo dame un segundo...
El joven dios corrió agitadamente hacia Lu Xiǎo deteniéndolo, luego de recuperarse un poco le dio una pequeña sonrisa y agarro a Zhòu Yān del suelo cargándola en su hombro como un costal. —Bien, ahora vamos...
Lu Xiǎo miro seriamente como sostenía a la mujer y se la quito de las manos lanzándola al piso, agarro nuevamente su pierna y se encaminó arrastrándola. —Te ensuciarás si la tomas de esa manera, vamos.
Dijo con su habitual cara sin expresiones, mientras caminaba a paso lento a la espera del joven dios. Chǒu Tai, incluso Yang gūniang miraban expectante la escena, negué con suavidad y miré el desastre que aún quedaba por resolver, este no era más que el principio y ya me dolía abismalmente la cabeza.
—Por favor, terminemos de una vez con esto, aún nos queda demasiado camino que recorrer, no tengo tiempo para ver como coquetean cada uno de ustedes.
Sobe mi cabeza en señal de irritación mientras escuchaba la escandalosa risa de Chǒu Tai y las escusas inocentes de Yang gūniang intentando explicar que no entendía a lo que me refería. Pero si somos sinceros, únicamente un ciego no se daría cuenta de las miradas furtivas entre ella y mi insoportable señor del tiempo.