El Que Juró No Amarme

A las 6 de la mañana el Duque de Valois se marchó a su residencia. Su amante Louise de Mallay estaba

dormida cuando él salió de la casa que solían usar para sus encuentros y fiestas interminables. Se sentía inquieto, la noche de pasión que había compartido con Louise no había sido igual a otras tantas noches. Algo había

sido diferente. La imagen de esa extraña mujer que encontró en la librería lo había afectado más de lo que estaba dispuesto a reconocer. Él era altivo y rebelde. No quería ser doblegado por nada y menos por una mujer desconocida y extravagante. Solo complacería a Louise pues la había elegido como amante y

pronto se convertiría en su esposa. Anoche el duque había confirmado su decisión de desposar a Louise lo más pronto posible y hoy se lo haría saber a su padre, el caballero Dupont.

All legar a su residencia, el Duque de Valois se dirigió al despacho de su padre. Estaba intranquilo y sentía que tenía que tratar este asunto con urgencia. No sabía si su padre estaría durmiendo o estaría en su despacho, sin embargo se decidió a entrar en el despacho y para su sorpresa su padre estaba allí. El caballero Jules Dupont había esperado a su hijo toda la noche, preso del nerviosismo, fumó un cigarrillo tras otro, bebió algunas copas de coñac también, pero no quería embriagarse. Quería estar en sus cabales para decirle a su hijo lo de su

matrimonio con la hija del Barón de Saint-Remy y sabía muy bien que Pierre no se tomaría nada bien esta noticia. Se volvería loco. Su hijo era temperamental y rebelde, arrogante y terco.

El Duque de Valois le dijo a su padre:

-Padre, necesito tratar un asunto urgente con usted. Voy a casarme con Louise de Mallay, deseo hacerlo

lo más pronto posible.

Esto lo dijo con gran precipitación, agolpando las palabras una sobre otra. Con el corazón desbocado

pues deseaba salir de este asunto lo más pronto posible.

Con serenidad forzada su padre le respondió:

- Su excelencia o tal vez debería decir hijo. Lo que pretendes es imposible.

En ese momento, tuvo que hacer una pausa. Sabía que se abrirían las puertas del infierno una vez que

le dijese a su hijo lo de su matrimonio arreglado. Pero ya no había vuelta atrás. La verdad es que estaban en bancarrota y ya había aceptado el dinero del Barón de Saint-Remy. Su hijo no se casaría con Louise de Mallay.

-¿Por qué es imposible, padre? Creo que usted se equivoca, amo a Louise y me casaré con ella. Louise

será mi duquesa.

El Duque de Valois, estaba visiblemente alterado al decir esto. Su tono de voz se elevó y la sangre

le hervía de la rabia.

-Es imposible, te lo repito. No podrás casarte con Louise pues te casarás con Pauline Ducreux, hija

del Barón de Saint-Remy

Escuchar esto enfureció totalmente al Duque de Valois, quién confundido y fuera de sí le gritó a su

padre:

-¡Creo que deliras padre o bebiste demasiado coñac! ¿Acaso estás ebrio o enloqueciste por completo? ¿Quién esa tal Pauline? ¿Por qué siendo un duque me tengo que casar con la hija de un barón de quinta categoría? ¡Escúcheme bien, padre jamás me casaré con esa mujer! ¡Nunca!

Como el caballero Dupont suponía, su hijo no recibió nada bien la noticia de su inminente

matrimonio. Pero era esto o perecer en la miseria, así que se mantendría firme.

-Pierre, eres un altanero. Pero sé que es mi culpa, jamás te di un buen ejemplo. Desde que murió tu madre, cuando apenas tenías 3 años no he hecho otra cosa que beber y apostar. Dilapidé parte de nuestra fortuna y tú dilapidaste la otra. No tenemos nada, Pierre. Estamos a un paso de la miseria y tu título no te sirve de nada si no

tienes dinero. El Barón de Saint-Remy es inmensamente rico, su hija tiene una gran dote. Él buscaba un esposo para su excéntrica hija, de preferencia un noble de alto rango así que llegamos a un acuerdo muy beneficioso respecto a dinero. Ahora debo cumplir mi parte del trato.

El Duque de Valois, sintió una furia enardecida. Tomó la botella de coñac que reposaba en el escritorio

de su padre y la estrelló contra la pared. Luego apretó los puños y gritó:

-¡Me vendiste, Jules Dupont! Para ti sólo valgo unas cuantas monedas. No me casaré con esa mujer que

al parecer es una demente. ¡Qué su padre le consiga otro noble más barato!Yo amo a Louise y sólo con ella me casaré.

-Puedes quebrar todas las botellas de coñac que quieras. Nada cambiará lo que ya está decidido. Pon

los pies sobre la tierra: tu ropa, el licor que bebes, los cigarrillos y el dinero para fiestas sin fin y para darle regalos tu querida Louise se acabó. Eres un duque pobre… más que pobre…miserable.

-¡No es cierto!, dijo el Duque de Valois abriendo la gaveta del escritorio de su padre, donde halló una gran cantidad de monedas de oro.

¡Somos ricos! ¿Acaso no lo ve padre? Estas

monedas en mis manos son bastante reales.

- Al parecer frecuentar al estúpido Conde de Fabry y a la frívola de Louise ha afectado tu capacidad de

razonar, Pierre. Estas monedas me las dio el Barón de Saint-Remy como adelanto de lo convenido en el trato. Ahora debo cumplir con él, no faltaré a mi palabra por tu inmadurez. Además, tú no amas a Louise, sólo te revuelcas con ella y confundes el deseo del cuerpo con el amor. No tienes que amar a la hija del barón para casarte con ella. Sólo debes casarte con ella y engendrar un hijo y tendremos muchas más monedas de oro.

- ¡No lo haré! Jamás me casaré con esa mujer. No puede usted obligarme.

-Tal vez yo no pueda obligarte pero la pobreza sí lo hará. Si no aceptas casarte con ella mañana mismo devolveré estas monedas al Barón de Saint-Remy y mañana mismo seremos peor que mendigos. Viviremos en la absoluta miseria, espero que cuando seas un mendigo tu querida Louise te siga “amando”.

El Duque de Valois, tuvo que guardar silencio. Lo que su padre decía era cierto. No tenían dinero y Louise no querría estar con él si fuese un indigente. No quería abandonar su vida de lujo y fiestas así que tendría que aceptar.

-Está bien, caballero Dupont. Aceptaré esta farsa, me casaré con la hija del Barón de Saint-Remy pero

no cambiaré mi vida por ella. Amaré a Louise y gozaré cada instante junto a

ella. Y juro que jamás amaré a esa loca mujer.