"Morí traicionada por el hombre que debía amarme... y por la sangre de mi propia hermana."
En su vida pasada, Aelina Valemont, Reina de Thalair, fue humillada y asesinada por su esposo, el Príncipe Heredero, y por su hermana. Sus padres también fueron ejecutados bajo falsas acusaciones.
En su último suspiro, Aelina juró venganza.
Ahora, ha despertado en su cuerpo de 16 años. El día de su boda con el príncipe cruel se acerca... pero esta vez, el destino cambiará.
En el altar, rechaza públicamente al príncipe.
Sabe que ha firmado su sentencia. Su familia sigue en peligro. Y sola, no podrá vencer a un enemigo tan poderoso.
Por eso comienza a buscar aliados. Hombres fuertes, peligrosos, capaces de cambiar el curso del reino. Pero lo que empieza como un plan frío, se transforma en una red de emociones que no podrá controlar:
Un caballero leal.
Un archimago distante.
Un noble rebelde
Un asesino en las sombras.
Un príncipe extranjero con su propia agenda.
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La decicion de ir sola
La carta temblaba entre los dedos de Aelina.
"Acudir sola. O vuestra familia pagará con sangre."
El peso de esas palabras le apretaba el pecho. Sentía el latido en los oídos. Sabía que no podía arriesgar a sus padres… ni permitir que Kael, Lucas o Aurelian quedaran atrapados en una trampa por su culpa.
Al amanecer, escribió tres cartas.
Una para Kael.
Otra para Lucas.
Y la última para Aurelian.
"Os pido que no me sigáis. Esta es mi batalla. No quiero veros caer por mí."
Dejó las misivas sobre la mesa de su habitación, con la tinta aún fresca. Luego, se vistió con ropas oscuras, el corazón golpeando con fuerza. Escondió dos dagas bajo la capa.
"Si este es mi final… que sea peleando."
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El Bosque Negro se extendía frente a ella como un mar de sombras vivas. Los árboles parecían inclinarse, sus ramas retorcidas formando garras sobre su cabeza.
Llegó al claro marcado en la carta. La luna roja bañaba el lugar con un resplandor inquietante, como si el bosque mismo observara en silencio.
Esperó.
Los minutos se arrastraron como horas. Finalmente, tres figuras encapuchadas salieron de la neblina.
—¿Sola? —preguntó una voz ronca.
—Como pedisteis —respondió, su tono firme aunque las manos le ardían por la tensión.
Los encapuchados rieron.
—Tan valiente… y tan ingenua.
Uno levantó una ballesta.
—El príncipe Darius envía sus saludos.
Aelina se lanzó al suelo justo cuando la flecha pasó silbando sobre ella.
—¡Traedla viva! —ordenó el líder.
Se incorporó y esquivó un golpe, clavando su daga en la garganta del atacante más cercano. La sangre caliente le salpicó la mejilla. Pero eran demasiados.
Una cuerda se enroscó alrededor de su brazo y la derribó. Sintió el sabor metálico del miedo.
"¿Es así como termina todo?"
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Un silbido cortó el aire.
Flechas envueltas en fuego impactaron contra los encapuchados. Del caos emergió Kael Dravenhart, su armadura negra brillando bajo la luz roja.
—¡Nadie osará tocarla! —rugió.
Tras él, Lucas irrumpió como una tormenta.
—¡Aelina! ¡Atrás!
Y, como un eco, Aurelian apareció entre el humo, invocando un fuego azul que iluminó sus ojos.
—Os dije que no os dejaría ir sola —murmuró, casi como un reproche.
—¡Os pedí que no vinierais! —gritó ella, la voz quebrándose entre la rabia y el alivio.
Kael cortó la cuerda que la ataba con un tajo rápido.
—No soy tan buen soldado como para obedecer órdenes absurdas.
Lucas la sujetó por la cintura, su respiración agitada.
—Perdóname… no podía arriesgarme a perderte.
El combate estalló a su alrededor. Aelina, ya libre, se unió a la lucha. La adrenalina la mantenía de pie, pero un destello entre los árboles llamó su atención.
Un arquero oculto tensaba su arco. La flecha venía directo a ella.
Lucas lo vio primero.
—¡No!
Se interpuso. El impacto fue seco, la punta atravesando su hombro.
—¡Lucas! —Aelina cayó de rodillas a su lado.
Él jadeó, intentando sonreír.
—Estoy bien… no llores…
Ella desgarró su capa para presionar la herida, sintiendo la sangre empapar sus manos.
—¿Por qué? ¡Te pedí que no vinieras!
Lucas la miró, su voz apenas un susurro.
—Porque te amo… y no quiero un mundo donde no existas.
El tiempo pareció detenerse. "Te amo."
Kael, al oírlo, descargó su furia contra el último enemigo, atravesándolo de lado a lado.
Aurelian se arrodilló junto a ellos.
—Mi lady… no aguantará mucho si no lo atendemos.
Aelina tragó el nudo de su garganta.
—A la Torre de Ébano. ¡Ahora!
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Horas después, Lucas yacía en un lecho en la cámara privada de Kael. Su respiración era débil, pero seguía con vida.
Aelina estaba junto a la ventana cuando Kael se acercó. Su armadura aún tenía manchas de sangre.
—Estás temblando —dijo, con voz baja.
Ella lo miró, los ojos brillantes.
—Casi lo pierdo… casi os pierdo a todos.
Kael le tomó el rostro con suavidad.
—No puedes luchar sola. No más.
Por un instante, Aelina apoyó la frente contra su pecho.
—Estoy tan cansada, Kael.
—Entonces… descansa en mí.
Antes de pensarlo, él la besó. No fue un beso de conquista, sino de miedo, de desesperación. Ella lo correspondió por un momento, hasta que se apartó, respirando rápido.
—No puedo… no ahora.
Kael asintió, sin apartar la mirada.
—Pero si vuelves a alejarme así… te seguiré, aunque tenga que atravesar el infierno.
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Más tarde, mientras velaba a Lucas, Aurelian entró sin anunciarse.
—Tenemos un problema mayor.
Colocó un anillo sobre la mesa.
—Lo encontramos en uno de los cuerpos.
Aelina lo reconoció al instante: el sello del Gran Chambelán.
—El hombre más cercano a Darius…
Aurelian asintió.
—Y ahora sabemos que hay un traidor en el Consejo. Quizás demasiado cerca.
Aelina cerró el puño sobre el anillo, sintiendo cómo la rabia sustituía al miedo.
—Entonces… que comience la cacería.
si ya se que hay muchas incoherencias en ciertos capitulos y lo estoy arreglando de a poco.
la verdad que no es muy buena idea hacer varias novelas al mismo tiempo.